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Crónicas Desde La Infiesta

Jesús y el jilguero

El protagonista de esta historia se desvivió por mejorar las condiciones de seguridad en la minería, pero la desgracia hizo que perdiese a su hermano pequeño y a tres compañeros en el accidente de Mosquitera; un hombre que, como el pequeño pájaro, se afanó en salvar vidas en los pozos

Jesús y el jilguero

El cuélebre y la mina. Contemplando estos profusos montes, intento adivinar cuántas hadas albergan. Asturias es el país de los mitos y las leyendas, más verosímiles a veces que la propia realidad. Los duendes no sólo pululan en lo más profundo de los inaccesibles arroyos y en lo más intrincado del bosque. Tenemos vestigios, por ejemplo en Texeo, que datan el cuélebre más allá de los siete mil años. Mucho nos tememos que sea inmortal.

Es fusiforme cual víbora, pleno de queratinosas escamas, erizadas como púas. Garras y cuernos, olor a los mismos, chamuscados. Porta alas de murciélago. Escupe fuego a más de 2.000 grados centígrados, con hedor a grisú, pero sin olor su combustible. Y acumula ya la vida de más de siete mil mineros en sus entrañas. Abduce sus almas y devuelve los cuerpos inertes. Ahí está siempre impasible, aguardando a su próxima víctima. Sin prisa. Sin pausa. Eterno.

El personaje. Jesús Suárez Ordiz nace en La Cerezal, Sotrondio, en el concejo de San Martín del Rey Aurelio, en la cuenca del Nalón, el día 20 de agosto de 1953. Es el mayor de cinco hermanos, que junto a sus padres formaban una casa humilde, feliz y unida. La mina le supone una fuente de ingresos excepcional, comparada con el resto de las labores rurales, duras e infravaloradas.

Tras un sinfín de sufrimientos y vicisitudes, vive entusiasta e ilusionado por hacer partícipe a su familia del beneficio de su propia "buena" suerte. Y porque, desde el principio, se da cuenta de que las condiciones de seguridad son mucho más que mejorables. Luchará por perfeccionar y avanzar en ellas, para provecho de todos sus compañeros mineros.

El accidente. Cuenta que su amigo Pedro, jubilado ya, decide entrar en el pozo Mosquitera para enseñar a su hijo Piedrín y a Benito los entresijos de ese durísimo trabajo. Y aun sin necesidad y con su opinión en contra, así lo hace.

Hasta que un día aciago, el 22 de diciembre de 1989, circunstancia de sorteo y lotería, se repartió suerte, vida y muerte. Jesús, en esa misma fecha, negociaba en un comité de seguridad y conseguía que se aprobasen los "rescatadores". Pero ya sería tarde para su hermano Benito, de tan sólo 26 años; para su compañero Alfredo y para su amigo Pedro y para Piedrín, su hijo.

Pedro percibe el humo y consigue llegar a planta, libre de todo riesgo. Pregunta por los chicos y le comunican que aún no han salido. Éste, en contra del criterio de todos los que a salvo le acompañan, decide volver a entrar por ellos: "Bajo a por los guajes. O los traigo vivos y subo con ellos o allí me quedo y muero". Y así cuentan los que le oyeron que Pedro bajo a morir con su hijo.

A partir de ese día, Jesús inicia su propia guerra. Luchará contra todo y contra todos para procurar que no muera un minero más en las galerías, en la mina. Aun así, después perderá a dos hermanas más, aunque esta vez por desavenencias, por la indemnización recibida por su hermano muerto. Ahora a su lado sólo queda Teresa. Y una batalla ganada al reconocimiento. Embates que aún hoy pueden leerse escritos en las huellas de su rostro.

El jilguero que venció al culebrón. Jesús nos cuenta que antiguamente existía en la mina un ser pequeño, endeble, colorido y alegre. Su relativa abundancia, su carácter dinámico, su cromatismo, su viveza le iban a hacer merecedor de una atención especial por el hombre.

Y a partir de cierto momento, una cualidad más iba a ser descubierta y sumada a las que hasta hoy le habían hecho atractivo. Su fragilidad, su impetuoso y elevado ritmo vital le hacen ser un ágil indicador de peligro.

El jilguero será desde entonces un pájaro destinado a sacrificar su vida por los mineros. Estará siempre saltando, revoloteando hasta el momento en el que el culebrón aparezca. En ese instante su muerte avisara al minero y éste podrá salir corriendo y salvar su vida.

Un pájaro pequeño y singular. El jilguero ("Carduelis carduelis"), un paseriforme (15 gramos) perteneciente a la familia de los fringílidos. Es común en la Europa templada, en el norte de África y parte de Asia occidental. A diferencia de los insectívoros, que tienen un pico más blando, éstos, los granívoros, lo necesitan más fuerte y grueso.

Aunque en época de cría necesitan el aporte proteico de insectos, está especializado en semillas de cardo, de ahí su nombre y su pico más puntiagudo.

Desde tiempos inmemoriales es cazado para su cría en cautividad como alegre y colorido cantarín. Su socialización, a veces con diferentes especies, les facilita la vida. Al reunirse, se dejan guiar por los de más experiencia y así encontrar más fácilmente alimento y seguridad.

Cruzan el Estrecho y necesitan tierra bajo sus alas, por lo que, en los caminos de emigración, siempre buscan los istmos de tierra más cortos.

Su costumbre de anidar cerca de los humanos, a veces lo protege y otras sentencia su desgracia. Les aporta protección contra predadores como martas, ginetas, garduñas, comadrejas... que huyen de los medios antropomórficos. Aunque también pagan su tributo al ser enjaulados.

En unos días. La semana que viene podremos leer la historia de un luchador por el medio rural. Manuel peleó durante más de 15 años por realizar una concentración parcelaria que hiciera viables los proyectos rurales. Hoy son esos terrenos organizados los únicos que producen como explotaciones rentables.

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