Las plegarias de Eduardo Zulaiba, sacerdote de Moreda, han recibido respuesta. El párroco llevaba años reclamando que se controlaran "los chutes" de los chavales en la plaza. "Tenemos la iglesia con graves daños", afirmó ayer, señalando un cristal roto. Una vidriera hecha añicos que, por poco, no termina en tragedia: "Los cristales cayeron encima de dos feligresas que estaban rezando el Rosario". Aclara que no busca generar polémica y que sólo quiere "recuperar la plaza para todos, para mayores, para mamás con sus bebés recién nacidos y para los que están sentados tranquilamente en las terrazas".

Tiene algo que decir sobre esto, ya que una parte de la plaza de Moreda (en concreto, dos tercios de la explanada) pertenecen a la Iglesia. "Se cedió para los vecinos, para todos los vecinos, para que todos puedan disfrutarla sin que nadie tenga que sufrir", añadió. El párroco aseguró que tuvo que cambiar la puerta de entrada a la iglesia para proteger a los "galácticos" de la plaza. "La entrada tenía una portilla con pinchos, y los niños la utilizaban de portería. Si el balón caía dentro, escalaban por la portilla para recogerlo", señaló. Decidió quitar los pinchos de hierro porque "si un niño resulta herido, la culpa al final sería mía".

No es seguro que los problemas terminen con la restricción de los balones. La iglesia también ha sufrido las consecuencias de "botella challenge". Un juego, popularizado durante los últimos meses, que consiste en lanzar con el pie una botella de agua. Tan alto como sea posible. Si la botella queda en el tejado de la iglesia, son más puntos: "No me digas que esto es una imagen bonita", lamenta Zulaiba, señalando un alero repleto de botellas de agua vacías.