Miles de personas no se han querido perder el gran desfile del Antroxu de Mieres. Un desfile que, además, reunió a gran número de grupos y carrozas, con algunos disfraces de gran calidad. Comenzó sobre las ocho y media de la noche, y recorrió algunas de las principales calles de la localidad. La más llena de gente, como suele ser habitual, la Manuel Llaneza.

"Yo llevo disfrazándome casi 30 años y casi la mitad del trastero de casa lo tengo lleno de disfraces". José Manuel García, funcionario jubilado, se vistió ayer un traje de época. Con una pequeña máscara negra difícilmente podía ocultar su identidad. "Reconozco que repito disfraz. Ya me lo había puesto hace unos añitos, pero me mantengo bien y me sigue entrando", respondió a un conocido tras ser descubierto. En el Antroxu de Mieres hubo ayer disfraces recurrentes y otros más originales.

Romanos, cavernícolas, indios y vikingos coincidieron en el tiempo y en el espacio. No hubo problemas. Más tensión se generó cuando un Donald Trump, con su escolta y todo, se cruzó con un grupo de mariachis mexicanos. Sin tiempo para postiar un muro, el presidente norteamericano no se atrevió a expulsar del desfile a sus ruidosos vecinos del sur. Tal vez porque no muy lejos avanzaba una desafiante carroza de la "santa muerte mexicana" con un gran esqueleto fumando despreocupado un cigarro. "Venimos de Lena y casi no llegamos a tiempo porque a última se nos estropeó el generador y casi no tuvimos tiempo para encontrar otro", explicaron casi sin aliento los integrantes del grupo justo antes del inicio del desfile. "Empezamos a prepararlo todo tras las navidades, pero siempre hay que contar con los imprevistos"

El Antroxu de Mieres fue seguido por miles de personas desde las aceras. Hubo muchas y llamativas carrozas. De Turón llegaron tres. La más aplaudida, hecha en Cabojal, daba forma a un gran nido de cuervos construido entre caricaturas de políticos y banqueros. "Cría cuervos y te comerán los ojos", era el mensaje.

El carnaval debe ser espectacular, imaginativo y un poco irreverente, y el de Mieres cumplió ayer con los tres requisitos. También tuvo un toque bélico, con un viejo ford Escort reconvertido en un gigantesco tanque de guerra. Más apacible resultó contemplar a un nutrido grupo de coloridas motoristas bailando sobre dos ruedas de manera alegremente sincronizada. Al final, en el desfile hubo un poco de todo, pero sobre todo, buen humor y risas.