Año 2177. Un meteorito se estrella contra la Luna y la aleja de su órbita, alterando para siempre las condiciones de vida en la Tierra. Sus habitantes comienzan un éxodo espacial en busca de nuevos planetas donde vivir. Uno de esos colonos interestelares es Oliver Ray, un chaval de trece años que ha pasado toda su vida en una nave espacial y que ahora está a punto de llegar a su destino, el misterioso planeta Xindi... Este es el hilo argumental de "Oliver Ray y las luciérnagas del infinito", un libro de Daniel Rivaya -profesor del centro de FP de Imagen y Sonido de Langreo- que busca llegar al público juvenil y utilizar la ciencia ficción para acercar a los adolescentes conceptos de Física y Astronomía.

Rivaya, natural de Avilés, es ingeniero en Telecomunicaciones y licenciado en Comunicación Audiovisual, impartió diferentes disciplinas en otros centros antes de recalar en el Cislan. "Durante años he dado clase de física y de dibujo a chicos de bachillerato y he comprobado que la mejor forma de enseñar es inventando anécdotas que hablen de alguna manera de la materia a impartir. Es mucho más divertido, así que en el libro incorporo algo de eso en la historia".

Este docente avilesino utiliza la trama argumental para "colar" conceptos sobre materias como Física o Astronomía. "El libro está dirigido a un público mayor de 13 años y los personajes viven situaciones en las que aprovecho para hablar de cosas como los campos gravitatorios, las órbitas o la rotación de la Tierra. En el marco de la historia se aborda, por ejemplo, lo que pasaría con las mareas o la duración de los días si la Luna se saliera de su órbita. Todo eso en un relato en el que hay robots, extraterrestres, piratas y mutantes", expone.

El volumen también incluye referencias a culturas antiguas y mundos perdidos: "Hay muchas alusiones a culturas orientales y a la estética asiática, incluso en las ilustraciones, que son obra de Jonathan Rivas. El nombre del planeta al que emigra el grupo de colonos en el que está Oliver se llama Xindi, que en chino quiere decir mundo nuevo".

El principal propósito, según esgrime Rivaya, es "divertir y fomentar la lectura entre los más jóvenes, que no es poco, pero el libro también toca temas como la necesidad de comunicación o la búsqueda de la familia. Además, se abordan otros temas como la dependencia que tenemos de la redes sociales y las nuevas tecnologías; por ejemplo, los personajes del libro tienen un chip instalado en la nuca que los hace estar conectados con los demás".

La idea de escribir una novela juvenil surgió en una cafetería de Gijón donde tenían libros a disposición de los clientes. "Cogí uno que me llamó la atención. Era un libro de ciencia ficción que Ken Follet había escrito antes de sus best sellers más conocidos. Lo leí en una tarde y pensé que quizá yo podría hacer algo así y me puse a ello", argumenta el profesor. Y añade: "Quería escribir algo que me hubiese gustado leer. Y soy un niño de los ochenta así que las referencias de la época, como Star Wars o Indiana Jones, están ahí presentes".