Madre, luchadora, reivindicativa, trabajadora, optimista... Son tantos los adjetivos, y todos buenos, que definen a Mila Álvarez Robles, que el Ayuntamiento de Lena los ha resumido en un premio: "Mujer del año". Lenense de vida, pero leonesa de nacimiento, Robles recogió el galardón que otorga anualmente la Casa d'Alcuentru. Los responsables municipales destacan de esta vecina su lucha por el feminismo y por la promoción social en el concejo. Es voluntaria en la residencia Canuto Hevia y colabora con los colegios en actividades con los escolares.

Fue una sorpresa. Mila Álvarez Robles no sabía que era la elegida hasta que escuchó a la vicealcaldesa, Gelos López, leer un resumen de su vida sobre el escenario del Teatro Vital Aza: "Se me puso el corazón a mil, fueron un poco bandidas", bromea la mujer. Ocurrió durante el acto de conmemoración del aniversario de la Casa d'Alcuentru de Pola de Lena.

Un local al que Mila Álvarez va muy a menudo para mantenerse activa y para echar una mano en todo lo que pueda: "Yo no sé por qué me dieron el premio, la verdad es que soy como las demás".

No dice eso su biografía, que la retrata como una mujer excepcional. Nació en Canaleja de Torío, en León. "Era un pueblo pequeño, y no estaba bien visto que las mujeres saliéramos hasta tarde", explica. Nunca le importó, no entendía aquella sociedad que "nos trataba como tontas, como si no pensáramos por nosotras". Así que, cuando una vecina le gritaba desde la ventana que tenía que buscarse un novio, ella siempre replicaba: "Ya tendré tiempo".

A los veinticinco años, fecha límite impuesta por el vecindario para su soltería, viajó a Roma para trabajar como costurera. "Mis hermanos no me apoyaban, ¡qué va!. Mi madre tuvo que firmarme el pasaporte, como si yo no estuviera capacitada para tomar decisiones". Y lo hizo su madre porque su padre ya había fallecido. El año que vivió en Italia, trabajando en un hotel de la hermandad Hijas de María Mediadora, fue "maravilloso".

De vuelta a España, trabajó en una fábrica de textiles. En un viaje a La Robla encontró al hombre que la enamoraría: "Amaro era muy alto, muy guapo", recuerda. Treinta años de matrimonio que le regalaron a sus cuatro hijos, los que siempre la apoyan. Eran muchas bocas y ella siguió cosiendo. Hace unos años que dejó la aguja y descubrió otro talento: es una excelente actriz de teatro.