Escuela de feminismo para hombres. La Casa de Encuentros de la Mujer de Mieres, a través del área de Igualdad que coordina Inma Lomba, ofrece talleres sobre feminismo para trabajadores (la mayoría hombres) de oficios considerados tradicionalmente masculinos. El objetivo es mejorar la inclusión laboral de mujeres en esas profesiones que parecen reservadas para los varones. Al último asistieron los alumnos de fontanería y montaje mecánico, también de jardinería, de la Fundación Comarcas Mineras (Fucomi). En las sillas quince personas dispuestas a desmontar prejuicios y desaprender creencias erróneas.

La clase empieza a las nueve de la mañana. Hoy tratan los permisos y horarios, medidas para la conciliación. ¿Creéis que es más importante la flexibilidad laboral o un salario más alto?", es la pregunta que Lomba pone sobre la mesa. Algunos de los participantes prefieren no revelar su nombre. "Yo, si tengo que elegir, me quedo con un horario que me permita conciliar", afirma Pilar Martínez. Los chicos no lo tienen tan claro: "Si yo tengo que mantener a una mujer y dos hijos, no puedo elegir. Tiene que ser el salario", afirma Fran Merino.

Aquí empiezan las diferencias. "Son estas visiones, las de 'si yo tengo que mantener', las que queremos eliminar. La mujer no puede ser vista como una carga, el hombre no tiene que ser el salvador. Son chavales jóvenes, pero tienen esas ideas muy interiorizadas", asegura Lomba. Lo ve en cada taller de estas características. "Son detalles, comentarios, actitudes que están tan arraigadas en la sociedad que pasan inadvertidos", explica la experta a la clase.

Comportamientos tan repetidos que ya tienen nombre: "micromachismos". "Todas las mujeres los vivimos, al menos, una vez al día", señala Lomba. Y en distintos ámbitos: el camarero que entrega la cuenta al hombre, el superior que aparta a la empleada de una negociación. En el mundo laboral, y más cuando se trata de una profesión considerada "masculina", los "micromachismos" salen rápido a la luz: "Yo ayudo a las mujeres porque me parece que no lo pueden hacer, como cuando hay que coger un peso grande", reconoce Marcos Antonio Oviaño. "¿Piensas que son menos capaces?". "No. Es que a mí me educaron así. Me dijeron que tenía que ayudar a las chicas", explica. Promete corregirse.

El taller es útil para ellos y para ellas. "Yo es que no creo que haya que ser ni machistas ni feministas", señala Pilar Martínez. Ahí otro error común. Lomba aclara que "el feminismo no se basa en la superioridad de la mujer, sino en la igualdad entre ambos sexos". Las asistentes consideran que algunos consejos del área de Igualdad son "desproporcionados". Fue el caso de la advertencia sobre los mensajes que encierran algunos cuentos tradicionales: la salvación de Cenicienta, Blancanieves muerta por amor. Todos los finales felices con un príncipe necesario. "Yo a mi hija pequeña le quiero leer esas historias, porque me gustan y no me parecen peligrosas", afirmó la asistente más joven. Lomba recomienda cuentos como "La cenicienta que no quería comer perdices" (Nunila López Salamero y Myriam Cameros). Para educar guerreras fuertes, y no princesas sumisas.