Una cacería. El cazador dispara a un jabalí. Lo deja herido, pero escapa y su perro no consigue encontrarlo, al final acaba muriendo en el monte sin que nadie se haga cargo del animal, ya que los guardas tampoco pueden dar con él. Una hipotética situación que podría corregirse si se cuenta con la suficiente formación. Por ello, la Asociación Española del Perro de Sangre (Aepes), en colaboración con la Asociación de Guardas de Caza del Principado de Asturias (Asguca) y la Asociación de Vigilantes de Seguridad Privada de Asturias (Avispa), imparte durante este fin de semana en Riosa un curso avanzado de rastreo con perros de sangre. Alrededor de medio centenar de personas participaron en esta experiencia que se realiza por primera vez en el Principado.

"Enseñamos a la gente a manejar los perros de sangre, evitando así el sufrimiento innecesario de los animales de caza", destacó Luis Manuel Jara, presidente de Aepes. El seminario contó con una parte teórica y otra práctica. Esta última se desarrolló en el entorno del Angliru y participaron una decena de canes de razas como el sabueso de Baviera o el teckel, entre otras.

La primera parte de la práctica fue quizá la más espectacular y gráfica. Se trata de una práctica de tiro "donde comprobamos que los indicios de un animal herido no siempre se pueden ver en el suelo, sino que pueden desperdigarse por otros sitios". Aquí, Jara explicó que "siempre hay que mirar dónde ha sido el tiro, aunque pensemos que no se ha alcanzado al animal, porque la realidad puede ser bien distinta". Para que los participantes vieran esta práctica, los organizadores se sirvieron de un jabalí congelado y una sábana blanca a su alrededor. El tirador disparó dos veces al animal, unos tiros certeros que permitieron comprobar más tarde a dónde había ido a parar la sangre. Ya sobre el terreno, Jara explicó a los presentes que "en este caso, la sangre no está en el suelo, sino que se aprecia más desplazada". Esto les servirá para determinar que, a pesar de que la bala parecía no haber alcanzado al animal, sí lo había hecho.

Tras esta práctica, los participantes también tuvieron la oportunidad de comprobar algunas acciones de obediencia básica de los perros y su entrenamiento. Más tarde seguiría las lecciones, ya teóricas, en interior. Y es que, desafortunadamente, el tiempo no acompañó ayer. La lluvia deslució en parte la práctica, donde se iba a ver a estos perros de sangre en acción. Eso sí, nadie podía negar que eran canes de caza. En cuanto vieron al jabalí, eran todo ladridos, y menos mal que estaban atados, ya que tiraban de sus correas con fuerza con la intención de ir a por el animal al que consideraban como su presa.

El curso estaba destinado a guardas rurales, agentes del medio natural, miembros del Seprona y vigilantes de seguridad, todos con competencia cinegética en el Principado de Asturias. El objetivo, además de ayudar en estas labores, "es conseguir el reconocimiento de esta actividad dentro de la legislación nacional". Asturias, como apuntó Jara, "es pionera, ya que reconoce la posibilidad de rastrear 48 horas después de la caza, pero aún queda mucho por recorrer".