Ver una montaña nevada puede resultar idílico y hasta relajante. Pero en realidad ese manto blanco esconde peligros que los menos habituados a ese medio desconocen. Cada invierno, los aludes constituyen uno de los mayores riesgos para los montañeros y esquiadores. Y los técnicos y colaboradores de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) juegan un papel esencial para conocer la posibilidad de que haya avalanchas en cada zona. Ayer, la estación de Valgrande-Pajares sirvió como escenario para realizar las prácticas de un curso de nivología (ciencia que estudia los tipos, forma y evolución en el tiempo de la nieve una vez se ha depositado en la superficie de la tierra) impartido por responsables de la AEMET y al que asistieron una treintena de personas, entre ellos varios agentes de la Guardia Civil y personal de la estación. La formación fue encaminada a la realización de pruebas para comprobar la estabilidad del llamado manto nivoso y el riesgo de avalanchas.

A primera hora de la mañana, la treintena de alumnos se desplazaron con los monitores hasta una ladera de Cueto Negro. Allí, se dividieron en cuatro grupos para realizar las prácticas de campo. Y todo ello supervisado por Manuel Mora, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología en Asturias. Mora explicaba que estos test para medir el riesgo de aludes suponen "un proceso laborioso y complejo", ya que para hacerlos en profundidad se necesitan sondeos de más de un metro.

Los alumnos comenzaron las prácticas realizando una especie de agujero de algo más de un metro en el manto nivoso, que resulta de la acumulación de la nieve que va cae en diferentes nevadas. El nivel de riesgo de avalanchas depende de varios factores y los participantes en el curso procedieron a la medición de cada una de las variables.

Primero se va tomando la temperatura cada 10 centímetros y, posteriormente, se comprueba la dureza de las capas con un sistema ciertamente rudimentario. Primero se intenta introducir un puño, luego cuatro dedos, luego un dedo, un bolígrafo y finalmente un cuchillo, que sería el nivel de dureza máximo. En cada capa se señala la cohesión de la nieve. Además, los alumnos también tuvieron que estudiar los tipos de grano, ayudados por una lupa. En función de todas estas variables, se puede predecir el riesgo de aludes.

Por último, en cada capa se fueron realizando test de estabilidad. Hay varios. Uno de ellos, el de compresión, consiste en aislar completamente una columna de nieve de unos 30 centímetros cuadrados. Una vez hecho, se coloca la pala en la parte superior de la columna y se le dan 10 golpes con la fuerza de la muñeca. Si no se fractura, otros 10 con la fuerza del codo, y de no romperse, otros 10 con la fuerza de todo el brazo. En el caso de Pajares, aguantó casi los 30 golpes, por lo que en ese manto la nieve estaba estable.

En Asturias, las zonas de mayor riesgo de avalanchas están en Picos de Europa. "En Pajares apenas hay datos históricos de aludes y no suele ser algo frecuente, pero en la zona de Picos sí es más habitual", indicó Manuel Mora. Ahora habrá nuevos cazadores de avalanchas que las puedan predecir.