El "lienzo" donde Eduardo Úrculo dejó su primera huella artística ha quedado reducido a escombros. La emblemática librería Belter de Sama -que cerró sus puertas en 2003 tras vender durante medio siglo libros de texto, obras literarias y material escolar a varias generaciones de langreanos- ha sucumbido a la piqueta. El edificio, que se encontraba en estado de ruina, ha sido demolido en el marco de un plan de derribo que también incluye al inmueble anexo. Las obras de Úrculo que la antigua librería alojaba en su interior -cinco murales alusivos al mundo de la literatura firmadas por el fallecido pintor langreano durante su etapa juvenil, cuando todavía no había recibido formación artística- fueron rescatadas en los días previos por el Ayuntamiento mediante una técnica de impresión que permitirá reproducirlas, al menos parcialmente, en un soporte móvil.

La historia de la ahora desaparecida librería Belter se remonta a 1955 cuando Belarmino Fernández y su mujer Teresa Rodríguez pusieron en marcha el establecimiento, cediendo las tres primeras letras de sus respectivos nombres para bautizar el negocio. Apenas tres años después entró a trabajar en el local Francisco Fernández, conocido popularmente como Paco Belter, que estuvo al frente del establecimiento hasta su cierre, en 2003: "Me da mucha pena pasar por delante y ver que la librería ya no está ahí. Son muchos recuerdos...".

A Fernández le queda la satisfacción de que las obras murales de Úrculo hayan podido salvaguardarse gracias al proyecto encargado al restaurador Jesús Puras: "Estoy muy contento de que las hayan rescatado. Eduardo tenía un gran cariño por esas pinturas y siempre que venía por Sama pasaba por la librería para verlas. Un día incluso trajo al director del Museo del Prado con él".

La Belter y su propietario, Belarmino Fernández, profesor de Literatura y Filosofía en el instituto de Sama, fueron claves para forjar la posterior formación artística de Úrculo: "Eduardo no cobró nada por los murales porque tenía amistad con Belarmino, que había sido profesor suyo. Al ver el talento de Eduardo, el propio Belarmino habló con su amigo Joaquín Miranda, que era alcalde de Langreo, para dar una beca a Úrculo para que estudiara en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid".

Francisco Fernández rememora que durante el medio siglo que pasó trabajando en la librería Belter "vendí toneladas de libros de texto". Sin embargo, a veces era necesario moverse con rapidez para adelantarse a la competencia: "Una vez estábamos esperando un libro de Física de Edelvives para el que había mucha demanda, así que encargué doscientos, cogí el coche y me planté en Valladolid para recogerlos. Ese mismo día ya los estaba vendiendo por la tarde".

Blasco Ibáñez, Gironella y Palacio Valdés eran algunos de los autores más demandados, aunque, en plena dictadura franquista, también se podía adquirir "El capital" de Marx. "Traía algunos libros clandestinos, pero sólo para gente de confianza. También fiábamos libros de texto durante las huelgas mineras porque las familias estaban muy apretadas y no podían pagarte en ese momento", relata Fernández.