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Una historia laboral excepcional

El minero del "no" a la prejubilación

El allerano Chuso González trabajó medio siglo sacando carbón, renunció al retiro anticipado y terminó su vida profesional en 1999, a los 65 años

González, a la derecha, en la lampistería del pozo Santiago, en el año 1999. LEONCIO CAMPORRO

Se llama Chuso González, pero sus vecinos le conocen por "Labayos". Y es un hombre con una historia irrepetible: es el único minero asturiano que se jubiló a los 65 años, renunciando al coeficiente reductor de la minería del carbón y a la prejubilación. "Yo es que en el pozo Santiago era feliz", reconoce este allerano de risa incansable. Fue minero durante cinco décadas, las mismas velas que este año sopla Hunosa. De la historia de la empresa pública, y de todo lo que ha cambiado, sabe mucho: "Tengo anécdotas para escribir un libro".

Un libro que tendría que empezar relatando cómo aquel chaval de ojos azules, y un pelo tan rubio que parecía blanco, se vistió con un pantalón que le quedaba grande y fue a pedir trabajo "a un chamizu". "Yo quería ser picador, creía que era la profesión más importante del mundo", afirma. Arrancar carbón de la tierra, mancharse las manos para arrebatar riqueza de las entrañas del pozo: "Entonces no había problema para encontrar tajo. Pronto bajé ya a la mina". Dos años después, entró en el Grupo Marianes.

Empezó como "rampleru". El "guaje", el ayudante del picador, "Fueron unos años muy buenos, porque me enseñaron mucho sobre la mina y su funcionamiento", relata "Labayos". Y aprendió rápido: a los 19 años ya consiguió picar carbón. "Recuerdo que muchos compañeros decían que querían ser entibadores, pero yo aquello no lo soportaba, qué va. Cuando me mandaban a sustituir a otros o algo andaba rabiado todo el día", ríe. También fue una época bonita en lo personal. Conoció a la "moza" más guapa de Pajares (Lena), Tildi Fernández, con la que se casó y formó una familia en Boo (Aller): tres hijos que le llenaron y, ahora junto a sus nietos, le llenan de alegrías.

Marido, padre y minero excepcional. Antes de los treinta años ya era vigilante. "Hay gente que no ve la responsabilidad, que les cuesta apreciarla, pero lo cierto es que ese trabajo es duro", asegura. Considera que lo mejor que tuvo al empezar en el cargo, también durante todos los años que lo ejerció, fue "la calidad humana" de los mineros. "Éramos muchos, había de todo. Pero, en general, había un compañerismo y un cariño entre todos que era muy grande. Estoy orgulloso de haber trabajado en la mina", señala.

Vivió los cambios del sector con buen humor. "Vinieron unos belgas a enseñarnos un nuevo proceso de extracción, eran estrictos. Nos pusieron a todos firmes", explica, sin poner contener una sonora carcajada. Eran Josep y Gustav, expertos en minería que llegaron para implantar el sistema de explotación de "frente único". Antes, las rampas (los planos inclinados que comunican distintos niveles de los pozos) se explotaban por tajos. Es decir, de forma escalonada con "coladeros". El "frente único", sistema que se mantiene, permite explotar la rampa sin escalones.

El método belga funcionó, aunque se descartaron algunas tácticas. Como la de anotar en los vestuarios el trabajo que había hecho cada minero. Sistema que se suprimió, con buen juicio según Chuso González, "para evitar accidentes por una competencia excesiva entre los mineros". "Labayos" era cuidadoso en su turno. De hecho, nunca hubo un accidente mortal en su relevo. "Yo no tenía miedo, nada de miedo, en la mina", señala. Recuerda un incidente, en el grupo Marianes (antes de la formación de Hunosa) en el que un trabajador casi queda sepultado: "El desprendimiento de tierra le hizo daño en la columna, pero no le afectó mucho". Relata, con buen humor que entonces ni siquiera había camillas: "Los compañeros tuvieron que trasladarlo con unas tablas, casi lo tiran por el plano", bromea.

Otro cambio que vivió de cerca fue la entrada de las mujeres a la mina. Entonces estaba en el pozo Santiago y fue el encargado de su integración en el ambiente del tajo. Eran los años noventa: "Los paisanos de antes éramos un poco cerrados para eso, la verdad que fue una revolución". Sonríe, recordando el primer día de las mujeres en la mina: "Había un grupo grande de periodistas a la puerta del pozo, esperando a que llegaran, igual para hablar con ellas". Pero una de las mujeres no quería salir en las fotos y se abalanzó contra un fotógrafo. Le rompió la cámara: "Aquel día lo pasé mal, hubo tensión, no me gustó ese enfrentamiento porque aquellos chavales estaban haciendo también su trabajo. Con el tiempo ya lo ves de otra manera", reconoce, sin poder ocultar una carcajada.

El humor es la mejor cualidad de "Labayos". Dice que no quiso prejubilarse porque creía en la minería y en lo necesario del sector para Asturias: "Yo firmé para jubilarme a los 65 años porque me gustaba lo que hacía, me sentía bien y veía que podía aportar cosas", señala. En 1999, LA NUEVA ESPAÑA acudió al pozo Santiago para acompañarlo en su último día de mina: "Me voy con mucha pena. Creo que fue toda una vida en la minería y que me resultará muy difícil habituarme a sentir el 'turullu'", afirmó entonces a este diario. A aquella noticia se sumaron reportajes en la televisión nacional.

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Los que le conocen saben que nunca buscó notoriedad ni recompensa. Que todo lo que tenía era una vocación grande que inculcó en casa. Tiene dos hijos, Jesús y Juan Carlos, y una hija, Nuria. Ellos quisieron ser mineros y, de hecho, Jesús acaba de prejubilarse. "Me da pena como está ahora la mina, parece un museo. Pero creo que estamos en buenas manos y que habrá una solución de futuro".

Valora el trabajo de la presidenta de la empresa pública, María Teresa Mallada: "Es una mujer responsable, trabajadora y buena gestora". Reconoce que, aquel día de los noventa en el que un grupo de chicas entraron al pozo Santiago por primera vez, "resultaba impensable imaginar a una presidenta mujer". También le costaba imaginar, en aquellas jornadas largas en las que el carbón parecía infinito, que el cierre de los pozos llegara tan rápido. En ese libro que podría escribir tiene que añadir que, en cincuenta años de minero, sólo estuvo una vez de baja.

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