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Historiador

El Marquesito, en Langreo

El famoso teniente coronel Juan Díaz Porlier utilizó como base de operaciones el entorno de Sama durante una parte de su campaña contra las tropas de Napoleón

El Marquesito, en Langreo

Entre los protagonistas de la Guerra de la Independencia en Asturias ocupa un lugar destacado Juan Díaz Porlier, cuya biografía aún presenta algunas incógnitas. Por ejemplo, el porqué de su primer apellido, Díaz, o el origen de su apodo, el Marquesito, que unos sitúan ya en su infancia y otros atribuyen a que siendo oficial se hizo pasar por sobrino del marqués de la Romana, quien estaba considerado como un héroe desde que había logrado retornar a la división española que se encontraba en Dinamarca apoyando a los franceses cuando estos dejaron de ser aliados para convertirse en enemigos. Un episodio muy curioso y poco conocido.

Aunque demos por buena la segunda versión, a Porlier le sobraba el ardid para atraer voluntarios a su causa ya que muchos hombres se le acercaron simplemente porque él mismo ya gozaba de un gran prestigio. Se movió como un rayo por todo el norte español; tan pronto actuaba en León o Cantabria, como se presentaba en Vizcaya o Galicia y -lo que nos interesa- en Asturias, donde estuvo un tiempo en la Montaña Central.

El Marquesito había nacido en Cartagena de Indias en 1788 y era hijo natural del coronel Esteban Porlier Astequieta, quien a su vez luchó en nuestras cuencas, ya que llegó en julio de 1810 para atacar la línea Oviedo-Pajares y puso cerco a la guarnición de Pola de Lena logrando desalojarla después de diez horas de fuego hasta que los franceses reaccionaron recuperando otra vez el control del paso por donde llegaba su abastecimiento.

En ese tiempo su hijo Juan estaba ocupado atacando Bermeo. Allí desembarcó el día 10 de aquel mes para destruir las baterías de los invasores, arrojando al mar más de 100 cañones mientras guardaba las armas ligeras para aprovisionar a muchos pescadores lugareños que se sumaron a él y a los que condujo junto a 200 prisioneros hasta La Coruña.

Juan Díaz Porlier no se crió con su padre, sino con un tío llamado Rosendo, asimismo militar, aunque en este caso con destino en la Armada, lo que marcó su vida. Al revisar el curriculum del Marquesito lo vemos primero embarcado en las míticas batallas marinas del Cabo Finisterre y Trafalgar y después, tras el destrozo de nuestra escuadra, pidiendo plaza en el Regimiento de Infantería de Mallorca.

Cuando Napoleón decidió extender su Imperio sobre España, Porlier era un jovencísimo pero experimentado Teniente Coronel de Granaderos en el Ejército de Extremadura y sabía que luchar de frente contra el ejército más poderoso de Europa suponía una derrota segura. Por eso apostó por la guerra de guerrillas.

A comienzos de 1810, siendo ya brigadier asentaba a sus tropas en el puerto de Tarna, soportando la crudeza del invierno a cambio de la seguridad que le ofrecía la nieve que impedía los desplazamientos de tropas y enseres y en consecuencia los ataques del enemigo. Entonces mandaba sobre unos 1.000 hombres, que formaban la división volante de Cantabria y desde allí aprovechaba la mejoría parcial del tiempo para lanzar ataques por sorpresa en puntos clave de la región, lo que le permitió en febrero desarmar a un destacamento francés en Infiesto.

Se ha escrito que tras la acción del coronel Esteban Porlier no hubo en Asturias operaciones militares de importancia hasta febrero de 1811 porque tanto los españoles como los franceses estaban cansados. Las tropas del general Jean Pierre Bonet, también con un largo historial de victorias y valor del que era buena muestra su ojo tuerto perdido en combate, controlaban cinco sextas partes de nuestra región y estaban obligadas a repartirse por el litoral y varios frentes, limitándose a conservar el terreno conquistado y sobre todo los pasos a la Meseta.

Y es cierto que no existieron grandes batallas, pero las escaramuzas fueron constantes y el Marquesito, de nuevo en Asturias, no dio tregua a los invasores. A finales de agosto retornó a la Montaña Central y se dispuso a recuperar alguna de las poblaciones que el enemigo había ocupado: Oviedo, Gijón, Avilés y Olloniego, entre otros lugares, mientras en la carretera de Pajares combatía el brigadier Pedro de la Barcena tratando de impedir la llegada de más fuerzas francesas desde Castilla.

Porlier volvió a terreno conocido y se estableció en Langreo donde las escaramuzas y los combates se repitieron durante la segunda mitad de 1810, con algunos episodios sangrientos especialmente en la Oscura, El Puente o el corazón de Sama.

Desconocemos si ocupó alguna de las casonas del valle para establecer su oficina de mando, aunque si lo hizo tuvo que ser la de Villa, lugar donde él mismo notificó en un parte la acampada de su caballería. Aún así siempre actuó como un guerrillero, basando su estrategia en la rapidez de movimientos sin ceder a las comodidades. Por otra parte, gozaba del apoyo popular, especialmente de los liberales y parece seguro que haya tenido una estrecha relación con el sacerdote Manuel Esteban González, párroco de Turiellos, quien se encargó de organizar la resistencia contra las tropas francesas en la zona, con una actuación tan notable que fue nombrado vocal de la Junta Superior de Armamento y de Defensa del Principado.

Aquel fue un mes especialmente intenso tanto para Porlier como para el brigadier Pedro de la Barcena. El Marquesito se concentró sobre la capital, iniciando el ataque desde su posición en el valle del Nalón hasta que logró vencer su resistencia haciendo prisionera a la guarnición y volando su polvorín, una acción que demuestra como toda su estrategia se basaba en la facilidad de movimientos.

Al mismo tiempo sabemos de un choque el día 22 a la altura de Carabanzo contra una columna de 300 hombres y poco después en Mieres, donde los invasores tuvieron que refugiarse en el Palacio y en la Iglesia de la villa; luego el 3 de septiembre en Villandio, después en Ujo y el día 20 en los montes de Polio y en Urbiés.

La mayor parte de aquellas acciones fueron dirigidas por el brigadier de la Barcena, quien logró aislar a los franceses en Campomanes y Pola de Lena. Y aquí nos encontramos con otra de las incógnitas de nuestra historia que aún están por resolver hasta que alguien pueda rescatarla de los archivos, pues en las gacetas de la época está escrito que para impedir que los sitiados recibiesen refuerzos, en los últimos días de septiembre se lanzó un ataque simultáneo sobre estas dos posiciones con un fuego calificado como "vivísimo", especialmente sobre la fortificación de la Pola, pero el pequeño calibre de las piezas españolas no permitió abrir brecha practicable.

El caso es que desconocemos dónde estaba emplazada esta fortificación y cuáles eran sus características. Lo que sí sabemos es que la ofensiva tuvo el efecto contrario porque la reacción francesa no se hizo esperar y las tropas francesas acudieron desde el norte a socorrer a los suyos con tanta fuerza que Porlier, que repartía a sus hombres entre El Padrún y Mieres, tuvo que abandonar apresuradamente las dos posiciones para evitar una derrota segura.

Comprenderán que no tengo espacio para seguir contándoles lo que ocurrió después, pero siguiendo con nuestro hombre, sabemos que el día 3 de septiembre Porlier fue atacado en Sama de Langreo y perdió muchos hombres y que cinco días más tarde contraatacó sobre el puente de Santullano y la guarnición de Mieres, de donde tuvo que retirarse ante la imposibilidad de vencer la resistencia en el palacio de Camposagrado y ante la llegada de 800 franceses para reforzar a sus compañeros.

Sin embargo, a comienzos de 1811 el Marquesito fue nombrado jefe de la vanguardia del nuevo 7º Ejército, organizado en Potes bajo las órdenes del general Gabriel Mendizábal y a lo largo de la guerra consiguió uno de los historiales más brillantes de la milicia española.

Juan Díaz Porlier pasó a la historia no solo como un valiente soldado y organizador de guerrillas, también como un patriota liberal, ya que cuando acabó la contienda, con la ayuda de varios oficiales asturianos con los que había compartido las penalidades y la gloria de la victoria, intentó un pronunciamiento contra el infame Fernando VII y proclamó la Constitución de 1812 en La Coruña.

Guerrilla y pronunciamiento son dos palabras clave en nuestra historia del siglo XIX y reflejan el carácter español. Las dos se identifican con Porlier. El héroe de Asturias, casado con Josefa Queipo de Llano, hermana del conde de Toreno, tuvo un final muy parecido al que repetiría Rafael del Riego ocho años más tarde. Fue traicionado por un agente infiltrado en su columna y ejecutado el 3 de octubre de 1815 en la capital gallega. Tenía 26 años y le negaron morir fusilado como un soldado. Colgó de la horca vestido con una levita verde y sus manifiestos y escritos llamando al progreso se quemaron públicamente. Y es que es difícil encontrar un pueblo tan desagradecido como el español.

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