"Dormían en el suelo, comiendo lo justo y sin saber qué va a ser de su vida", afirma Carlos Costales para describir la situación que vivían centenares de migrantes y refugiados, la mayoría afganos y paquistaníes, en Belgrado hasta que las barracas en las que vivían fueron derribadas días atrás. Han abandonado sus países buscando una vida mejor, pero el difícil camino que han emprendido no ha terminado y esperan una oportunidad para cruzar la frontera en su camino hacia la Unión Europea.

Tras la demolición de las naves de ese campamento improvisado para desarrollar un proyecto urbanístico fueron trasladados a campos de refugiados ubicados en el país. Los que estaban allí "no querían ser identificados para intentar cruzar la frontera", comentó Costales, pero la situación cambia ahora en los lugares a los que fueron trasladados, "donde no quieren estar". "La situación sigue siendo mala", dijo. El bombero langreano, que ya hace un año estuvo en Grecia con la ONG Brazos Abiertos Asturias, ha vuelto de Serbia con el corazón encogido. "Las condiciones son lamentables y lejos de allí no nos enteramos de lo que está pasando", recalcó.

Carlos Costales, bombero del parque de San Martín del Rey Aurelio, viajó hasta Belgrado para trabajar junto a los integrantes de la ONGD Acción Norte. Ayudó trasladando un camión que dispone de duchas portátiles para que los refugiados pudiesen asearse. "Eran duchas de agua fría y cuando estuve allí la temperatura llegaba a los dos grados bajo cero", indicó. Pero esta no fue la única labor que realizó, ya que también colaboró preparando y sirviendo comida. Muchos refugiados ayudaban asimismo en esta tarea, en unos viejos edificios en cuyas paredes se podían leer mensajes como éste, escrito en inglés: "Queremos paz, ni guerra ni fronteras, un sólo mundo".

En aquellas jornadas que Costales pasó en Belgrado entró en contacto con un profesor afgano que daba clase en su país. "Tuvo que marchar porque un día llegaron militares y le dieron una paliza. Lo dejó todo y espera en Belgrado sin saber qué va a pasar", dijo. Es una de las miles de historias que contaban los refugiados que se cobijaban en los barracones abandonados de la estación central de Belgrado, a los que ayudaban en el día a día pequeñas ONG. "Hay mucho que hacer en Serbia, pero no me pude quedar más tiempo. Si tengo la oportunidad, volveré", aseveró el bombero langreano, que realizó el viaje durante unos días que juntó de descanso en su trabajo. Carlos Costales vivió allí los días de incertidumbre previos a la demolición de las antiguas naves.