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CATARINA VALDÉS POZUECO | Premio extraordinario de doctorado en Filología

"El Calderón de los 20 años estaría en el 15-M, de joven lo persiguió la justicia"

"Las mujeres de sus obras son fascinantes" "Se sorprenderían los que le creen un icono del conservadurismo, trasnochado o anticatalán"

Catarina Valdés, autora de una tesis sobre Calderón. FERNANDO RODRÍGUEZ

"Pedro Calderón de la Barca está muy mal leído, las mujeres en su obra son fascinantes" y alcanzan un alto grado de libertad, asegura Catarina Valdés Pozueco (Pola de Laviana, 1975) cuya tesis, "El mundo jurídico de Calderón y su sentido de la justicia humana", obtuvo la calificación de sobresaliente "cum laude" y acaba de ser distinguida con el premio extraordinario de doctorado en Filología de la UNED.

Valdés Pozueco rechaza la idea de "un Calderón trasnochado" e "icono del conservadurismo" y sostiene que no se le puede atribuir ningún sentimiento anticatalán. Incluso deja caer que probablemente "el Calderón de 20 años estaría en el 15-M". Licenciada en Derecho y máster en Humanidades, la flamante doctora tiene dos libros de poesía, "Preludio" y "Las horas que fluyen", es coautora de otros dos sobre literatura china en español y además ejerce como empresaria.

-A los 8 años ya sabía romances como el de "Paseábase el rey moro...". Mi madre me obligó a aprenderlos. La poesía ha estado siempre muy unida a nosotras: mientras le ponían le quimio, recitábamos poemas.

- En Laviana deja una existencia feliz y en libertad.

-Y dura también por la muerte de mi hermano. Aquellos veranos leí muchísimo. Después del bachiller en Oviedo, estuve en un curso de francés en Normandía. Ahí descubrí la Universidad y me encantó. Estudiar en Madrid era mi sueño, fue el gran regalo de mis padres.

- En su currículum se aprecia un sentido práctico de la vida.

-Qué remedio, no somos millonarios (se ríe). En 1993 empecé Derecho, porque sabía que iba a acabar haciendo Hispánicas. Es una carrera práctica y aquí tenemos una empresa. Me licencié en 1998 con los padres agustinos en el Real Centro Universitario María Cristina (El Escorial).

- Acaba su penúltimo curso y ETA asesina a Blanco.

-El secuestro y asesinato de Miguel Ángel fue una conmoción. Me pilló aquel sábado de hace 20 años viniendo en coche de la Menéndez Pelayo con un primo mío de El Entrego y su mujer. Lo viví como una pesadilla mientras escuchábamos la radio.

- Con la licenciatura en Derecho vuelve a la empresa familiar, hace los estudios de correduría de seguros y gestoría y después inicia la tesis. ¿Cómo es posible todo eso?

-Trabajando mucho. Mi madre me ofreció meterme en nómina, pero no quería estar sujeta por si tenía que ir a dar una conferencia. Desde primero, en Derecho lo aprobé todo en junio, así pude ir sacando, por los veranos en la UNED, las asignaturas de Hispánicas, estudios que complementé con un máster en Humanidades en 2008, año que colaboré con Paco García Pérez en LA NUEVA ESPAÑA. La tesis doctoral sobre Calderón la inicio en 2001 y la acabo en 2015.

-Dio clase en la Universidad.

-En 2012 estuve seis meses en Pekín dando clases de postgrado. Formaba parte de la tertulia Oliver (Oviedo) cuando descubro que un profesor, Don Yangse, había traducido "El Quijote" y que otra profesora, Xu Lei, era traductora de literatura actual. Pensé que lo de China podía ser interesante porque los jóvenes poetas publican en editoriales pequeñas y eso no llegaba allí. Con Xu Lei he hecho dos obras en 2014 y 2016: "Idilio en el ala oeste", viene a ser como nuestra Celestina, y "El libro clásico de poesía", una antología con poemas desde el 2000 antes de Cristo. Ella los tradujo al español y yo los convertí en textos literarios.

- ¿Qué le ha impresionado de los autores consagrados que conoció en Madrid?

-Todos eran grandes. De José Saramago me quedaría con la gran lección de vida que nos dio: "Quería ser escritor con 25 años, pero no tenía nada interesante que contar. Entonces decidí callarme, leer mucho y me puse a trabajar. Con 59 años, por temas políticos, me echan del periódico, y en ese momento sentí que tenía que escribir. Quince años después ganaba el Nobel. Con esto les quiero decir que vamos en una barca, somos tan ingenuos que pensamos que lo dirigimos todo, porque movemos la barca, pero no se olviden que quien nos lleva es el río". De Mario Vargas Llosa me encantó su bagaje literario y ensayístico. Nos contó que en París se metía a leer hasta 14 horas diarias en la Biblioteca Nacional.

- Destaca en su tesis el grado de libertad de la mujer en la obra de Calderón.

-Es que Calderón está muy mal leído. Las mujeres en sus obras son fascinantes. En las comedias, las salva a todas. Por ejemplo, Doña Ángela, la viuda que, en "La Dama duende", no acata las normas o las costumbres sociales cuando su hermano pretende encerrarla en casa, ante la llegada de un amigo. Ella considera injusta esa imposición, pero nunca rompe la armonía social, porque nadie sabe lo que está haciendo. Calderón siempre defiende la libertad de conciencia, a la vez tiene el sentido de equilibrio aristotélico y además está influenciado por el concepto de justicia platónico. Cosa que no ocurre en dramas como "El médico de su honra". Pese a las interpretaciones más horribles que le consideraban partidario de que el marido matara a la mujer por infidelidad, él estaba en contra del uxoricidio. En esta obra sucede que una Mencía inocente sabe que la van a matar, pero es incapaz de oponerse a una voluntad de actuar según su libertad de conciencia y termina todo en drama. La condena a la existencia como castigo de esta pieza teatral aparece también en "Mach point" de Woody Allen.

- ¿Choca la visión del autor con los valores feministas?

-Para nada, al contrario. Quienes tengan la idea de un Calderón trasnochado se sorprenderían. Que lo lean. Muchas investigadoras lo están interpretando positivamente. Salió un libro en 2011 que le ponía como icono del conservadurismo. A mí no me lo parece. En su época imperaba un orden social y no existía un concepto de la libertad como en el siglo XIX, que rompía con el orden social. En XVII lo que hay es una libertad interna. Ahora, en el XXI tampoco podemos hacer todo lo queremos, estás condicionado por los usos sociales.

- ¿Sale la corrupción en el teatro calderoniano?

-Más que la corrupción, aparece la figura del tirano. El Rey, para él, debía tener las máximas virtudes. Calderón no perdonaba las pasiones por encima de la razón ni anteponer el interés personal al común. En su obra, la justicia legal es con el hombre, la conmutativa para la mujer, es la particular, la privada. En las comedias y los autos se utiliza la justicia para llegar a otro fin. El conflicto lo plantean los dramas donde el hombre sufre y padece la ley, como Segismundo en "La vida es sueño".

- Con su sentido de la justicia, ¿Cómo vería el 15-M?

-El Calderón de los 20 años estaría metido en el 15-M probablemente, el de los 60 años ya sería más reflexivo. Él se hizo sacerdote tarde, con 51. De joven estuvo perseguido por la justicia, al no pagar una parte de su estancia en un colegio mayor.

- ¿Lo perciben los secesionistas como un símbolo anticatalán por combatir en Lérida?

-Cualquiera que lo haya leído verá que Calderón de la Barca no tiene ningún sentimiento anticatalán, yo no lo he encontrado. Creía que Cataluña era parte de España, pero no es que se lo pensara mucho. Debía ganarse la vida, era soldado y le tocó ir allí, no fue voluntariamente. Combatió en Lérida y otros lugares porque era la guerra que había. Fue soldado dos años, pero, cuando se pudo escaquear, pidió la pensión y volvió a Madrid. En cambio, su hermano cayó en el campo de batalla. Como con todos los genios, a Calderón se le puede malinterpretar, pero no creo que su figura y su obra se puedan ver como un punto de fricción en este caso.

- ¿Relaciones con Asturias?

-Su abuela paterna era de las Asturias de Santillana, un territorio que entonces abarcaba parte del actual Principado y de la región vecina. Pero esas raíces familiares de Calderón se sitúan en el pueblo cántabro Viveda. Sus personajes de esta zona norte son irrelevantes y mejor no tocarlos, porque nos ponen de brutos para arriba. Como Toribio Quadradillos, originario de lo que hoy es Cantabria, que las arma pardas y, encima, era el hazmerreír.

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