Arrancaba el siglo XX y el carbón era una actividad puntera en las Cuencas. Las empresas mineras practicaban el llamado paternalismo industrial, cuidando de sus trabajadores y ofreciéndoles recursos sociales y económicos como economatos laborales, sanatorios y viviendas. En los albores del pasado siglo, la Sociedad Hullera Española construyó barridas en numerosas poblaciones: Ujo, Caborana y Bustiello. Y siguió levantando viviendas. Los Cuarteles de Santa Bárbara, una barriada al lado de Bustiello, cumple este año un siglo. Apenas queda una veintena de vecinos durante el año, aunque llegó a superar holgadamente el centenar. Ahora en verano la población aumenta y los vecinos quieren celebrar por todo lo algo los cien años de vida del barrio. Alguno de los habitantes de sus casas lleva en ellas casi desde que se levantaron, toda una vida.

Es el caso de "Teresina", como todos la conocen en el pueblo. Teresa Díaz tiene 91 años y todos ellos residiendo en los Cuarteles de Santa Bárbara. "Aquí nacimos", dice señalando la casa número 16, anexa a la suya en la actualidad, a la que se mudaron cuando quedó libre porque era más grande. "Teníamos que entrar 9 hermanos y mis padres", afirma. Y comienza a recordar: "Cuando éramos pequeños jugábamos en la esquina de arriba al cascajo, al cordel y de ir al colegio a Bustiello".

Mientras habla, otros vecinos reunidos para la ocasión del centenario observan en un móvil fotografías antiguas. Y debaten: "Estábamos en el prau de Pepa", decía Fernando Álvarez. "¡Que no ho!, que ye onde la fuente", replicaba José Espina. Al final, consenso, era el prau de Pepa.

Los cuarteles de Santa Bárbara cuentan desde su construcción con 24 viviendas y uno de sus primeros moradores fue el abuelo de Fernando Álvarez. "En 1917, mi abuelo, Rodrigo Muñiz Fernández, fue uno de los primeros en venir a vivir", señala. "Había -y hay- 24 casas, todas de hormigón", explica Álvarez, exconcejal en Mieres y uno de los impulsores de la celebración del centenario de los Cuarteles de Santa Bárbara en septiembre. En el pueblo era fácil encontrarse con los amigos. "Apenas hay tres calles, la del Medio, la de la Vía y la del Río", señala Álvarez, que recorre el pueblo rememorando historias de infancia: "Ahí, en la esquina de arriba, jugábamos al balón". El resto de la vida -colegio, médico, iglesia, economatos- la hacían en Bustiello. Mientras habla aprovecha para dar unos toques a un balón con sus amigos José Espina y Ángel García. Y con la pelota golpean la pared de la casa de Rosa Cabo, que sale y se une a la charla.

"No recuerdo cuando vine a los cuarteles, pero fue de muy pequeña y tuve una infancia muy feliz", señala nostálgica. Los derroteros de la vida llevaron a Rosa a vivir en otra región minera a miles de kilómetros de Asturias. Se mudó a Düsseldorf, en Alemania. Pero no falla ni un verano. "Me encanta venir aquí, tengo muchos recuerdos y estamos encantados", señala.

Los Cuarteles de Santa Bárbara son una gran familia. A María Dolores Marqués, la vecina de mayor edad a sus 95 años, la adoptaron hace casi 30 años cuando bajó de La Forcá. "Todos nos conocían porque vendíamos leche y todo el mundo iba a nuestra casa a por ella", indica, que asegura que "estoy como si hubiera nacido aquí".

En apenas unos meses, el pueblo recobrará el esplendor de antaño. Aunque sólo sea por una jornada, los Cuarteles de Santa Bárbara honrarán su primer siglo.