Invierno de 1970 en Washington DC. Massachusetts Avenue ruge en una manifestación: "USA get out of Vietnam". En el número 2121, Constantino, Tino, García Tejón (Felechosa, 1934) se alisa el chaleco negro con una mano temblorosa. Ha trabajado antes como camarero, pero el Jockey Club es un reto. Es el restaurante de la flor y nata, la bandeja no puede tiritar. Se coloca el cuello de la camisa blanca y sonríe al espejo. Es su primer día y está listo para volar alto, hasta tocar las estrellas. Ésta es la historia del allerano que recogió una propina de cien dólares de la mano de Frank Sinatra, que rió una broma de Anthony Quinn y aguantó un desaire del cómico Jerry Lewis.

- ¿Pero cómo llegó hasta allí?

-A ver por dónde empiezo a contarte...

Empieza por el principio. Por el frío de los inviernos en Felechosa, por sus estudios de Comercio y su primer trabajo en Ensidesa: "Pasábamos hambre, te digo la verdad", confiesa, mientras tamborilea con dedos bronceados sobre el pantalón claro. A los 22 años llenó una maleta de cartón y viajó a París. Allí vivía un amigo que trabajaba como electricista: "Yo nunca había enroscado una bombilla, pero era ágil para trepar por la escalera".

Una escalera que no le valía para alcanzar sus sueños. De París viajó a Colonia (Alemania), "porque había mejores sueldos", pero supo enseguida que aquel no era su destino: "Yo quería ir a Estados Unidos, a esa edad no tienes miedo a nada, ¿eh?". Consiguió trabajo en Canadá, en una mina de oro del Círculo Polar Ártico. Su madre, Soledad, leía al calor de la cocina de carbón las cartas que él escribía. A aquella aventura le respondió con una corta misiva: "Fiyu, siendo el mundo tan grande, ¿nun teníes otru sitiu donde ir?". Abandonó "aquella tundra" y viajó a Windsor, en Ontario, para cruzar el puente Ambassador hasta Detroit. Un contrato en un restaurante francés fue el trampolín para Washington y el Jockey Club.

Los nervios del primer día pasaron pronto. El primer cliente vip que recuerda es el astronauta Alan Bartlett Shepard. El cómico Jerry Lewis, fallecido el pasado 20 de agosto, no tenía nada de cómico en el Jockey Club: le negó un autógrafo con un desaire. Mucho más cordial era el actor Gregory Peck (Atticus Finch en "Matar a un ruiseñor"), "un tío elegante y educado, pero algo soso". El que tenía gracia era Anthony Quinn: "Era fantástico y hablaba muy bien español, su madre era mexicana y su padre irlandés". Con Antonio, como le llamaban en el Jockey Club, tiene una buena anécdota. Tino García ladea la cabeza y sonríe, como si lo estuviera viendo. Recuerda a Walter Pinto, un ayudante de cocina de Bolivia "que era un indio puro". Aquel chico se acercó a Quinn, algo nervioso.

-Mister Antonio, ¿Me firma un autógrafo?

-Claro chaval, ¿cómo te llamas?

-Me llamo Walter, mister.

-Pero coño, con esa cara, ¿cómo te vas a llamar Walter? Tienes que llamarte Antonio, Juan o Pedro.

Aún ríe como rió aquel día. También guarda muy buen recuerdo de Frank Sinatra, que pasó por el Jockey Club varias veces con sus hijas Tina y Nancy. "Tenía muy mala leche con la prensa, pero con los camareros era genial". Tan genial que entraba en el restaurante, daba la mano a toda la plantilla y cien dólares de propina a cada uno. Nixon, en sus años como senador, también era cliente. Y Henry Kissinger, entonces ministro de Relaciones Exteriores, pedía siempre media botella de vino Nuits-Saint-Georges. El allerano recuerda la mesa de un rincón que ocupaba la familia Kennedy. "Ted era un tiazo grande, y cuando llevaba cuatro 'scotch' (whisky) se quitaba la chaqueta. Estaba prohibido hacer eso en el Jockey, pero nos hacíamos los ciegos, ¿quién iba a poner el cascabel a ese gato?", ríe Tejón.

En 1977, Tejón y otros tres camareros emprendieron su propio negocio en Miami. El Bodegón: un restaurante "que fue un exitazo", y parada de rigor para todos los artistas españoles y latinos que "hacían las Américas". Tiene un álbum de fotos grande: aparece sonriente junto a Rocío Dúrcal, Rocío Jurado, Paloma San Basilio, Gloria Estefan, Camilo José Cela... Recuerda que el escritor les dijo que las lentejas estaban buenas, pero que le habían parecido pocas. "Es que yo acostumbro a comer en una palangana", replicó a los atónitos camareros. También fue un buen momento en lo personal, Tejón encontró el amor en Miami y allí nació su hija.

El allerano regresó a España con su familia. Se establecieron en Valencia, para no añorar el mar. Tienen buenos recuerdos y billetes de ida y vuelta para visitar Miami: "Ya no es igual, ha perdido el encanto de aquellos años, y es carísimo", lamenta amargamente. Se ajusta las gafas de sol, se levanta del banco del parque de Felechosa y recoge el álbum. Guarda silencio un momento antes de reír con resignación: "Julio Iglesias nunca vino a los restaurantes, el muy rufián".