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Los vecinos lamentan el estado de "total abandono" de las piscinas de Pénjamo

El complejo deportivo del barrio felguerino cumple siete años cerrado, con sus instalaciones destrozadas y siendo foco de actos vandálicos

Los edificios de la piscina, destrozados, vistos desde el interior del recinto. FERNANDO RODRÍGUEZ

El próximo domingo se cumplirán siete años desde que el Principado cerrara las instalaciones deportivas de La Reguera en Pénjamo, el uno de octubre de 2010. El abandono, la falta de vigilancia y mantenimiento junto a los robos y los actos vandálicos han dejado a todo el complejo en un estado de total y absoluta desolación.

El que fuera un centro vital de este barrio de La Felguera, y de toda la zona, se encuentra ya tan degradado que se hace difícil vislumbrar una posible recuperación aunque Ayuntamiento y Principado alcanzaran finalmente un acuerdo de cesión que nunca se ha concretado. El propio Principado ha descartado en repetidas ocasiones, la última el año pasado, la reapertura de las piscinas. Esa es una de las reflexiones de los vecinos cuando se les interroga por la penosa situación del complejo. "Habría que preguntar a los políticos, esos saben muy bien de que va la cosa", clama con indignación José Luis Gutiérrez, que reside desde hace treinta años en el barrio.

El acceso al recinto es muy sencillo, con la puerta rota, que se mueve entre la vegetación a la que únicamente ponen coto los caballos que pastan dentro de las misma instalaciones. Hasta excrementos de oveja hay que esquivar cuando uno sube por las escaleras exteriores. Y el interior no está en mejores condiciones con restos de fuegos, todos los cristales destrozados, vestuarios arrasados y una piscina cubierta que se ha desbordado y en la que se puede ver tirado hasta un televisor.

"De lo que era esto antes a lo que es ahora", apunta Víctor Manuel Martínez, que comparte mesa con Gutiérrez. Los dos coinciden en quejarse de la poca vigilancia que ha habido en el recinto desde que cerró. "No viene nadie, sube la Policía de vez en cuando y echa a los que estén dentro" señala Gutiérrez. "Tendrían que haber venido primero, antes de que pasara todo esto", apostilla su compañero. Los dos vierten también sus críticas sobre la construcción del Palacio de Deportes Juan Carlos Beiro, que califican de "chapuza".

"Tendrían que haberlo invertido en ésta", apunta Víctor Manuel sobre el gasto realizado en el nuevo complejo deportivo.

Todos los vecinos coinciden en señalar el papel de motor económico que tenían las piscinas de La Reguera para el barrio. "El quiosco vendía, el bar de la piscina, el resto de bares de la zona. El mismo quiosco no daba abasto de toda la gente que había", explica Delfina Román. Esta vecina narra la anécdota de como el dueño del bar donde en el que se encuentran, en la época en que el recinto estaba abierto, le contaba como el repartidor de bollería llegaba a descargar el camión entero allí "de todo lo que se vendía".

El alto número de usuarios que disfrutaban del complejo lo ejemplifica explicando que para alquilar "las canchas tenías que ir con tiempo de la gente que había".

Unas canchas de las que ahora los ladrones se han llevado todo. "En las de arriba sólo quedan los focos y las de abajo no dejaron ni las porterías", subraya Román. Para la infraestructura no ve ninguna perspectiva de recuperación en el futuro. "Según está yo creo que no tiene solución. Saldría más a cuenta tirarla y volver a hacerla", cuenta sobre un recinto al que acudió desde que era una niña y que su propio hijo, de 12 años, sólo pudo disfrutar un verano antes de la clausura.

Al punto de vista económico de lo que representaba La Reguera hay que sumarle su papel dentro de la crónica sentimental del barrio. Muchos niños de la zona aprendieron a nadar en estas piscinas, como Joaquín Ruiz. Además, este vecino cuenta con otro punto más de relación, el rey emérito Juan Carlos I acudió a inaugurar oficialmente el complejo cuando todavía era Príncipe, el 17 de agosto de 1970: El mismo día en que nacía Ruiz.

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