Valentín Suárez se acerca a la bocamina del pozo Santo Tomás (La Cuadriella, Turón). Lleva un ramo de flores y, con la otra mano, sostiene a su nieta Candela. Amarre al presente para no perderse en el recuerdo: hace cincuenta años, Valentín Suárez volvió a nacer en esa mina de Turón. Fue el único superviviente de la explosión de grisú que mató a sus once compañeros. Todos los días los recuerda. La Asociación Cultural y Minera "Santa Bárbara" organizó ayer un homenaje al minero allerano, testigo de un accidente que cambió el sector y obligó a reforzar la seguridad en las minas.

En el tajo era "Felechosa". Y era el "guaje" de todos. Había empezado a trabajar en enero, con 16 años. "Los 17 años los hice en junio, dos meses antes de que marcharan". Levanta la vista al cielo. "Marcharon" el 14 de agosto de 1967, al relevo de la mañana. Dicen los vecinos que, tras el accidente, el "turullu" sonó en el valle más fuerte que nunca. Y que repicaron las campanas de la iglesia, como un aviso de que ese día sería muy negro.

Valentín Suárez no recuerda las campanas ni el "turullu". Sí se acuerda de que la mañana empezó tranquila. "Estábamos todos aquí en la lampistería. El vigilante, Tino (Celestino González), tenía que hacer unos recados antes de entrar en la galería. Le dijo a Manolín 'Pontoná' (Manuel Vázquez) que fuera a por el martillo porque era picador, y a mi que buscara una pala", explica con la voz temblorosa.

Cumplieron, como siempre. "Éramos un buen equipo, todos, los once. Siempre capitaneados por Tino. Ese hombre, el primer vigilante que conocí en la mina, era un gran trabajador y un líder nato". Poco después se reunieron todos en la galería. Manolín "Pontoná" se giró hacia "Felechosa" y le dijo: "Como traes la pala, vete limpiando un poco detrás de nosotros". El último encargo de un "ángel de la guarda" que le salvó la vida. "De repente vi una bola de fuego, les llamé a todos pero nadie contestaba". Las piernas empezaron a temblarle, cayó desmayado porque se dio cuenta de que el fuego lo había borrado todo. También a sus compañeros: "Mi intención era subir hacia la galería, quería ver qué había pasado, pero salvé al perder el conocimiento. Si llegó a entrar ahí hubiera muerto por el gas que había".

"¡Felechosa!", "¡Manolín!", "¡Tuiza!". Desde el suelo escuchó que otros compañeros les llamaban para comprobar si estaban bien. Despertó sin casco, sin foco, pero encontró la lámpara que llevaba la mula. Arrastrándose casi a oscuras, con la fuerza de todo lo que aún falta por vivir a los 17 años, llegó a la galería general.

Larga recuperación

Allí le encontraron sus compañeros, que todavía no sabían que era el único superviviente. Le sacaron en camilla, le trasladaron al Hospital Álvarez Buylla. De allí al Hospital Central de Asturias y luego al Adaro de Sama. Operaciones, curas, medicinas para el dolor. La rehabilitación para el cuerpo. Aquello duró seis meses. Las suturas en el alma tardaron en sanar, y las cicatrices aún duelen: "Todos los 14 de agosto me pongo nervioso, me emociono. Me acuerdo de todos ellos", dice, pasando la mano por la fotografía de sus compañeros.

Son Celestino González, Manuel Vázquez, Félix González, Rafael Alonso, Francisco Lobeto, Luis Flórez, Juan Díaz, José Antonio López, Manuel Granda, José Martínez y Adriano Augusto Teixeiro. Para ellos, además de "Felechosa", también era "Valentinín". Aquel día en la mina, nació Valentín. Un chaval que, tras dos años de baja, empezó a trabajar en el exterior del pozo San José. El que iba a los bailes, y conoció a Isabel Vázquez. El que se casó y tuvo un hijo, también Valentín de nombre.

Ellos estaban ayer entre el público, junto al resto de su familia. Al terminar el homenaje, Valentín Suárez quiso hacerse una foto con todos los asistentes. Miró al cielo, y luego a los que tenía al lado. Como el que repasa una historia de "Elige tu propia aventura", las novelas juveniles en las que el lector escoge entre dos tramas posibles. Para Valentín Suárez, el destino eligió el mejor guión posible.