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El amo allerano que no es Christian Grey

Jesús Lago, experto en "bondage" y dominación, explica su forma de vida y desmitifica la trilogía: "No somos niños ricos ni cantamañanas"

Amo Ulrik (Jesús Lago), con unas cuerdas. AMO ULRIK

Látex, cuero, cuerdas, un látigo, una vela derritiéndose. Heridas que duelen a placer. Es la imagen popular del BDSM (siglas de "bondage", dominación, sumisión/sadismo y Masoquismo). Puede ser eso, y mucho más: "Es una forma de vida", defiende Amo Ulrik (el allerano Jesús Lago). Él es un experto en BDSM: imparte talleres en varias provincias, vive una relación con su sumisa Jade y acaba de escribir una novela sobre este mundo. Un libro "que cuenta la verdad". Una historia dura y real, que nada tiene que ver con "Cincuenta sombras de Grey". "Con esa trilogía no me identifico. Los dominantes no tenemos traumas infantiles, ni somos tíos ricos ni cantamañanas". ¿Qué son entonces? "Personas dominantes en su vida y que necesitan serlo también en la intimidad". Hay historias que se narran con el alma, relatos que se viven con una sonrisa. Lo que viene a partir del próximo punto, sólo se lee con la mente abierta.

Amo Ulrik y Jade llegan a la cafetería. Él es alto, luce coleta y una perilla larga. Ella es menuda, derrocha seguridad. Son amo y sumisa, con una relación 24/7 (término que denomina las relaciones BDSM a tiempo completo).

-¿No es sólo sexo?

-No, qué va. El BDSM, simplificándolo mucho, se puede definir como la práctica de "juegos" donde está todo consensuado. Quién, qué, cómo, dónde y, sobre todo, hasta dónde.

El libro de Amo Ulrik narra una historia que él vivió. Una situación de poliamor (un amo y dos sumisas) que forma un triángulo casi perfecto. Roles dominante y sumiso (sin entender de sexo ni orientación sexual) son imprescindibles en cualquier historia, real o ficticia, de BDSM. El "dom" es un dominante que no tiene sumisa, es amo cuando sí la tiene. Si rompe con su sumisa, vuelve a ser "dom". Y aquí Amo Ulrik se pone serio, por los matices: "Hay que diferenciar un amo de un maltratador. Hay hombres que se camuflan en el BDSM para usar a una mujer como un saco de boxeo, eso desvirtúa nuestra forma de vida y lo condenamos enérgicamente". Un amo, añade, "entiende que su sumiso o sumisa es quien le otorga el regalo de ser amo. Realmente, es la parte sumisa quien le da el poder". "No ves nunca a tu sumisa como un pedazo de carne al que golpear, sino como una parte de ti mismo a la que mimas o reprendes si es necesario. Siempre desde el respeto", sentencia.

Jade escucha a Amo Ulrik. Pide el café por él: "Solo, con hielo y dos de azúcar". "Esto también es BDSM, saber lo que me gusta y dármelo". El placer de complacer. Jade explica que tuvo varias relaciones "vainilla" (término con el que el mundo BDSM denomina las relaciones tradicionales), pero no la llenaban: "Terminaba comiéndome a la otra parte, arrollando, todo se iba al carajo porque faltaba algo". Sí parece una mujer que se quiere: "Sé que cuesta entender a una sumisa, creen que somos personas maleables sobre las que manda todo el mundo. Pero no es así, sobre mí manda sólo mi amo y sólo porque yo un día decidí otorgarle ese poder, entregándome totalmente a sus deseos", afirma rotunda. Ellos hablaron mucho, conectaron antes de practicar BDSM. Dicen que esa conexión emocional es imprescindible y siempre anterior a "las sesiones". Son los encuentros entre persona dominante y sumisa para las prácticas. Las más conocidas son el "spanking" (azotar en castellano) y el "bondage" (inmovilización de la sumisa con cuerdas). Pero el mundo BDSM es "infinito".

"Tanto como admita una piel, un cuerpo, una actitud". Limitación del aire, privación del orgasmo, "needle play" (juego con agujas)? ¿Hasta dónde pueden llegar? Todo se estipula en un contrato firmado por las dos partes que, si bien no tiene validez legal, puede servir como prueba en caso de mal comportamiento de alguna de las dos partes. Es la base del "SSC" (seguro, sano y consensuado). Y también de vital importancia es la palabra de seguridad: un término previamente establecido que, de ser pronunciado por la persona sumisa, termina la sesión en el acto. Significa que la persona no está cómoda o no puede soportar más los "juegos".

"Amarillo", decía Anastasia en "Cincuenta sombras de Grey". Y Christian Grey, protagonista de la trilogía, tenía un cuarto "del dolor". ¿Existe? "Se denominan mazmorras, existen y son el lugar para las sesiones". La de Amo Ulrik está muy bien acondicionada. En ese cuarto manda él y hay tres reglas que nunca se violan: sólo entra quien él quiere, nadie puede entrar vestido, nadie puede cruzar la puerta de pie. El interior puede impresionar a los "vainilla": una jaula, una cruz de San Andrés, cepos, esposas y cuerdas.

"He invertido mucho tiempo y mucho dinero en esta habitación", reconoce. Pero es una suerte de "templo" para vivir la vida que quiere. "Muchos buscan fuera de su relación todo esto". Lo entiende, dice, pero no lo comparte: "Lo ideal es aprender en pareja, experimentar juntos y divertirse juntos. Puede fortalecer mucho la relación, de hecho son muchos los que han hablado conmigo para que los asesore un poco". Pero nada de experimentar sin formarse primero. Los talleres que ha impartido versaban sobre límites, sobre el BDSM sin dañar a la otra parte. A los principiantes les recomienda olvidar "Cincuenta sombras de Grey" y ver "La secretaria" (Steven Shainberg, 2002). ¿Látex, cuero, cuerdas, un látigo, una vela derritiéndose? Eso es, y mucho más.

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