Dentro del ciclo dedicado al centenario de la Revolución rusa, que organiza el Ayuntamiento de Mieres, tuvo lugar la charla titulada "La Revolución rusa 100 años después", con la participación de los historiadores Juan Andrade y Francisco Erice. El acto, moderado por Ana Fueyo, contó con la colaboración del Club LA NUEVA ESPAÑA de Las Cuencas.

"El siglo XX es el de la Revolución Soviética porque sus efectos influyeron y se extendieron a lo largo del siglo", declaró Erice, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo. "Y no se puede olvidar que el desarrollo del estado del bienestar en las sociedades occidentales se produjo, en buena medida, como consecuencia del miedo al efecto contagio de la experiencia soviética", apuntó Erice, que establece el declive de la URSS como momento a partir del cual aumenta la brecha entre pobres y ricos. "Desapareció el contrapeso del capitalismo", añadió. Erice interpreta que la actual visión de la Revolución de 1917 es más matizada al haberse diluido su imagen épica. Sin embargo, a su entender, permanece en pie la interpretación liberal que dibuja la Revolución rusa como el mal absoluto. "Hoy, cualquier cosa que suene a revolución provoca un rechazo mayoritario. Por ello, la demonización del Octubre de 1917 tiene tantos adeptos", manifestó el historiador, que llama a estudiarlo en su contexto histórico, en su tiempo y a extraer las correspondientes experiencias. A la pregunta de si existe conexión entre 1917 y 2017, según Erice, "el modelo de la Revolución rusa es irrepetible, pues sus circunstancias no se pueden reproducir en la actualidad, si bien contiene una riqueza que debe llevarnos a pensar también en el presente". "Tenemos que saber qué elementos podemos rescatar de las cenizas de la Revolución, que, evidentemente, acabó fracasando frente al capitalismo. Pero la voluntad de cambiar un sistema injusto y desigual tuvo su momento fundacional en Octubre del 17", concluyó el historiador asturiano.

Por su parte, Juan Andrade, Doctor en Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura, estudioso de medios de comunicación y movimientos sociales y políticos, entiende que no ha de olvidarse que la Revolución rusa supuso el primer triunfo de una revolución socialista y de un estado obrero. "Sólo desde una visión compleja y crítica puede situarse realmente un acontecimiento tan trascendental", afirmó Andrade. "La Revolución fue concebida como el detonante de una revolución a nivel mundial. De hecho, hemos de tener presente que llegó a haber un tercio de la Humanidad en regímenes herederos del Octubre de 1917", añadió el historiador extremeño, que recordó que la Revolución también provocó tensiones y escisiones en el propio movimiento obrero, "que veía socavadas esferas de autonomía y libertad que tenía muy interiorizadas." Andrade huye de interpretaciones simplistas. "Octubre del 17 no fue un mero golpe de Estado realizado por una minoría. Un fenómeno tan complejo no se explica de un modo tan simple". Andrade considera que la violencia ejercida en aquel tiempo no constituye una anomalía, puesto que el terror era habitualmente practicado por el zarismo y durante la Primera Guerra Mundial, y establece diferencias entre el leninismo -"Lenin reconocía como un fracaso necesario la inclusión de recursos liberales en la economía"- y el estalinismo - "Stalin hace de manera tramposa de la necesidad virtud y pervierte el modelo revolucionario en su plan de modernización industrial"-. "¿Qué queda hoy del 17?", se preguntó Andrade. "La gestión de la memoria por parte de los herederos de la Revolución ha sido flojísima", afirmó, entendiendo que los cambios sociológicos y culturales se apartan del sentimiento revolucionario debido a la potencia del discurso liberal. Concluyó diciendo que "entre los escombros de la Revolución rusa, aún quedan cimientos de los que extraer experiencias".