Una jornada para el recuerdo, para la familia, para visitar a los seres queridos que, a veces de forma prematura, se han ido dejando huérfanos los corazones de muchas personas. Los cementerios de los valles mineros se llenaron ayer de gente y de color en el día de Todos los Santos. Fueron muchas las personas que se acercaron a los nichos, a los columbarios, y a las tumbas para pasar un rato junto a sus seres queridos fallecidos.

Desde primera hora de la mañana, los camposantos de las Cuencas fueron acogiendo a las decenas de personas que iban llegando. Las floristerías de los principales núcleos poblacionales tampoco daban a basto a atender al gran número de encargos que tenían y a los últimos rezagados que ayer todavía iban a comprar flores para sus familiares. Durante toda la mañana y buena parte de la tarde, la gente llegaba para estar un rato con sus familiares. Unos en solitario, otros en familia. Unos con flores, otros con velas o con detalles. Pero todos con el denominador común del respeto y la memoria por los familiares difuntos.

En el caso de Mieres, la ubicación del cementerio y el escaso aparcamiento disponible en el mismo provocó algún problema de circulación en la carretera general entre el casco urbano y el acceso al camposanto, pero la regulación de la Policía Local evitó cualquier conato de accidente.

Así las cosas, entre el silencio y el recuerdo, entre las lágrimas y la añoranza, los vecinos de los valles mineros volvieron un año más a honrar a sus familiares. Las renovadas flores colocadas ayer en la mayoría de los nichos llenaron de color los cementerios donde reposan esas personas que un día fueron las que dieron color a sus vidas.