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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Una mujer llamada Onofre

La poco conocida historia de la esposa del escritor Leopoldo Alas, "Clarín", que tenía lazos familiares con las comarcas mineras

Una mujer llamada Onofre

Onofre es un nombre masculino que puede traducirse como "el que es siempre bueno". Su festividad se celebra el 12 de junio y pasa casi desapercibida entre los católicos ya que se trata de un santo que vivió en el siglo IV por la zona de Etiopía y por eso es más venerado por la Iglesia copta. Sin embargo, así fue bautizada una mujer de la Montaña central, que ha pasado a la historia de Asturias por haber sido la esposa de Leopoldo Alas, "Clarín", el autor de "La Regenta", nuestra novela más universal.

Aunque solo fuese por esta circunstancia debería ser mucho más conocida, pero intenten ustedes localizar en internet o en las numerosas biografías de su ilustre marido fechas o datos de interés sobre la vida de su pareja y verán como a excepción de las anécdotas recogidas por Juan Antonio Cabezas en su libro "Clarín, el provinciano universal" y Marino Gómez Santos en su "Leopoldo Alas, 'Clarín'; ensayo bio-bibliográfico", es difícil añadir algún dato.

Sin embargo, los dos apellidos compuestos de Onofre denotan que descendía de linajes muy conocidos en el Nalón: los García-Argüelles y los García-Bernardo. Por Francisco Trinidad sabemos que ambos troncos tienen aquí raíces desde hace tiempo y así lo expuso en "Una historia 'olvidada' de San Martín del Rey Aurelio", publicada en el número 5 del boletín de la Fundación Emilio Barbón:

"En la parroquia de San Andrés de Linares tienen su casa solariega los de García Argüelles, en el sitio denominado Carrocera; descienden de los Bernaldo de Quirós, pues se hallan entre sus antepasados muchos de este apellido, figurando un Alférez mayor de Flandes y un presbítero que recorrió todas las Américas y residió algún tiempo en Andalucía y debió ser de ánimo arriesgado y valeroso, pues decían de él: Don Marcelo Bernaldo, / brazo de acero, / toda la Andalucía / le tiene miedo. Esta familia estaba también emparentada con la de la casa de la Laguna, situada en esta misma parroquia, que pertenecía entonces a los Buelga y es en la actualidad de los García Bernardo".

El caso es que Onofre fue la única compañera de Clarín, un hombre que a pesar de su valentía a la hora de criticar la obra literaria de sus contemporáneos, era muy tímido en sus relaciones con las mujeres. Su relación comenzó a finales de la década de 1870 y se hizo sólida en la primavera de 1882, pero no pudo cerrarse oficialmente hasta que en julio de 1882 fue nombrado catedrático de Economía política y Estadística de la Universidad de Zaragoza con la consiguiente estabilidad que el puesto acarreaba. Después, los acontecimientos fueron deprisa: el 12 de julio de 1882 publicó la Gaceta Oficial el nombramiento y el 29 de agosto se celebró el enlace en la capilla particular que los García-Argüelles tenían en La Laguna, en el concejo de San Martín del Rey Aurelio.

Su nieto Pedro de La Llave Alas, dice que el escritor encontró en Onofre -para él "su Onofrina"- a la mujer de sus sueños y "como el hombre al escoger esposa también se escoge a sí mismo, buscó en ella su dulzura, su abnegación, su cariño noble y sincero". De su descendiente recogemos también un breve relato de lo que pudo ocurrir el día de la ceremonia, que no debe estar muy alejado de la realidad:

"El 29 de agosto de 1882 es todavía el valle del Nalón un lugar de ensueño, el río, un río verdadero, de aguas limpias y abundantes truchas. La casa de los García Argüelles es un palacio de señores, dueños de la mayor parte de la tierra cultivable del valle. Por la mañana, en el primer tren de Gijón llega Leopoldo a la Laguna, le acompaña su hermano mayor, Genaro, y le esperan, entre otros, el cura párroco Don Joaquín Muñoz. "Bien podéis perdonarme -dice el novio- estoy demasiado contento para ser cortés".

En la casa hay caballeros rurales a los que la levita está demasiado ancha o demasiado estrecha. En los alrededores, campesinos y renteros que se han vestido de fiesta para la boda de la señorita Onofre con el letrado. También han bajado de la montaña con calzón corto y montera picona muchos aldeanos. Fuera de las tapias del jardín los rapaces esperan el reparto del pan de boda. Se oyeron claros y rotundos esos síes que unen en el rito dos voluntades y dos vidas. Empezaba para Clarín y Onofre el sueño de miel que había de durar sólo diecinueve años".

Según la definición de su marido, Onofre era entonces "más dulce que salada en el mirar, rubia, pálida, delicada, de belleza recatada y escondida; una de esas bellezas que no deslumbra, pero que puede ir adentrándose alma adelante". Y efectivamente, las fotografías nos muestran a una mujer delgada y de ojos bonitos, quizás con una nariz más grande de lo que sería deseable para guardar las proporciones de un canon. Sabemos además que cojeaba ligeramente por un defecto en su pierna que en su juventud la hizo temer alguna consecuencia para sus posibles embarazos.

Por su parte, Clarín ya era entonces un personaje conocido y la noticia fue recogida brevemente por los diarios nacionales, aunque con algún retraso. Por ejemplo, el liberal "La Iberia" lo hizo el miércoles 6 de septiembre de 1882 en estos términos: "Ha contraído matrimonio en Oviedo nuestro querido amigo el conocido crítico y catedrático de Zaragoza, Don Leopoldo Alas, con la distinguida señorita doña Onofre García Argüelles. Deseamos toda clase de dichas a los recién casados". Y, casi repitió el mismo telegrama, el viernes 8 "El Día", también de carácter monárquico liberal, que publicaba todos los lunes de un suplemento literario de cuatro páginas, en el que colaboró Leopoldo Alas Clarín hasta 1884 junto a otros conocidos como el lavianés Armando Palacio Valdés. Luego vino la luna de miel, por Andalucía, en la que él no dejó de escribir una serie de artículos, precisamente para "El Día", y a su fin establecieron temporalmente su residencia en Zaragoza, donde Clarín, más llamado al mundo de la jurisprudencia y a la escritura que a la enseñanza de la economía, apenas dejó huella en este campo. Seguramente este desinterés por la materia de su cátedra unido al mal momento que llegó cuando se cumplieron los pronósticos que Onofre había mantenido sobre la dificultad de su embarazo y tuvo un aborto, hicieron que la pareja retornase el 16 de julio de 1883 a Oviedo, donde él siguió vinculado al mundo universitario, pero esta vez como catedrático de Derecho Romano.

En Asturias, Onofre fue siempre un apoyo constante para su esposo. Otra de sus descendientes, Ana Cristina Tolivar Alas, recordó en "Clarín y el teatro lírico" publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, el apunte de Juan Antonio Cabezas citando sus habilidades musicales: "Onofre era capaz de ejecutar piezas difíciles con gran precisión técnica y con cierta personalidad interpretativa. Era muy frecuente hacerla cantar en las reuniones familiares de amigos, a lo que ella accedía sin jactancia y si hacerse rogar mucho. Una vez casada con Clarín este solía rogarle con frecuencia que cantase una romanza que al mismo tiempo interpretaba al piano. Esto suponía para Clarín un placer espiritual que, según él, no cambiaría por ningún otro".

Y aquí, repartiendo la vida entre el ajetreo de Oviedo y la tranquilidad de los veranos en la casona de Carreño, llegó por fin sin problemas el 13 de septiembre 1884 su primer hijo, Leopoldo, quien iba a acabar fusilado por los fascistas siendo rector de la misma Universidad en la que había destacado su padre; tras él, en 1887 vino el segundo, Adolfo, y finalmente en 1890, Elisa, cuando Clarín ya estaba tocado por los síntomas de la tuberculosis.

El biógrafo Marino Gómez Santos escribió que "A los treinta años Clarín aparentaba cincuenta" y sabemos que poco después del nacimiento de su hija, la familia cambió su residencia a un piso bajo con jardín, donde poder descansar evitando además el sofoco de las escaleras. Aunque sirvió de poco, porque la enfermedad fue implacable y el final que solo conocían con certeza su sobrino el médico Alfredo Martínez y Onofre, que no quiso comunicárselo a sus hijos, llegó el 13 de junio de 1901.

Dos meses antes, el enfermo le había definido por carta a su amigo Benito Pérez Galdós cual era su situación anímica y quienes sus apoyos: "En Oviedo vivo cerca de la sepultura de mi padre; en Carreño cerca de la de mi madre. Mi mujer es como el aire que respiro, y mis hijos como una lira, que Dios me conserva intacta. Yo ya, más que un hombre, soy una planta".

Onofre, el aire que ayudó a respirar al mejor de nuestros escritores hasta sus últimos momentos, no tiene en su tierra ningún reconocimiento.

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