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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Para qué sirve un periódico

Los ejemplares de prensa antigua permiten a los historiadores entender mejor cada época: "El Mediodía de Asturias" nos lleva a mayo de 1896

Para qué sirve un periódico

La principal utilidad que siempre ha tenido la prensa escrita es la de transmitir noticias con inmediatez, aunque ahora la competencia de las nuevas tecnologías ha hecho que los artículos de fondo y las opiniones vayan ganando importancia en sus páginas frente a la información puntual, que ya buscamos por otros medios. Así las cosas, puede parecer que los periódicos, como los alimentos frescos, caducan a los pocos días y deben tirarse, porque ni siquiera las ferreterías despachan ya puñados de puntas en sus hojas plegadas, ni a nadie se le ocurre en estos tiempos usar sus páginas como papel higiénico o para envolver un bocadillo.

Error. Los periódicos viejos son como los buenos vinos y con el tiempo aumentan su precio, y a la vez crecen en interés, porque sirven a los historiadores mejor que la lectura de muchos manuales para entender una época.

Hoy vamos a ver como ejemplo un ejemplar de El Mediodía de Asturias, que empezó a publicarse en 1893 en Pola de Lena y fue una de aquellas cabeceras quincenales que se editaron por toda España reflejando en cuatro planas la vida y las inquietudes de los ciudadanos, quienes, a falta de radio, televisión o informática, no contaban con otro medio para expresar sus inquietudes ni dar a conocer sus anuncios y avisos. Este periódico -muy difícil de encontrar actualmente- nos sirve para acercarnos a los detalles de la vida cotidiana en este concejo y por extensión a muchos otros de los conforman nuestra región con unas condiciones similares.

En El Mediodía de Asturias fechado el 1 de mayo de 1896 se recogían los acontecimientos nacionales, como era habitual en todas estas publicaciones. En este caso, las elecciones que acababan de celebrarse en España; también los eventos más próximos, como la visita del general Canella, quien acababa de pasar por Asturias, parando en Lena y Mieres en medio de vítores, músicas y cohetes para saludar a las autoridades, y desde luego, los versos y comentarios de las fuerzas vivas de la zona.

Pero, el número que hemos elegido resulta especialmente interesante porque abrió sus informaciones con las cifras del presupuesto municipal de aquel año y las cerró con una esquela, que por sí sola, como veremos más abajo, puede servir como punto de partida para un ensayo sociológico.

No sabemos con exactitud cuantos eran los habitantes de Lena en aquel momento, ya que el último censo se había cerrado en 1888, cuando se vivía el esplendor que supuso la construcción del ferrocarril por Pajares, y ya habían transcurrido 8 años. La cifra del padrón contaba entonces 13.072 habitantes para todo el concejo, 1.300 de ellos en la Pola, aunque seguramente ya eran bastantes menos.

En cuanto al presupuesto, leemos en portada que aquel ejercicio se cerró con unos ingresos de 99.158,29 pesetas, provenientes en su mayor parte del remate de consumos, pero también de la contribución territorial e industrial y otros impuestos municipales, mientras que los gastos fueron de 98.711,12 pesetas con los que se hizo frente al encabezado de consumos que recargaba al concejo, la instrucción pública, la beneficencia provincial, los pastos de los montes públicos, las policías de seguridad y rural, y otros pagos del Ayuntamiento en personal, material u obras públicas.

La población podía sentirse orgullosa, porque el dinero destinado a la instrucción pública era el más elevado de todos los concejos de su categoría y servía para sostener en aquel momento a 26 maestros en otras tantas escuelas, más dos maestras de niñas en Campomanes y Pola, esta última ayudada por otra auxiliar. Además, 18 de aquellas escuelas eran de propiedad municipal, con lo que se ahorraban las rentas de los locales correspondientes.

Sin embargo, el aspecto menos agradable de aquellas cifras lo marcaba la gran carga de impuestos que al municipio le tocaba pagar en el Cupo de Consumos, similar a las cantidades exigidas para Mieres o Langreo, que sin embargo triplicaban sus ingresos, sin tener en cuenta además que el año anterior había sido especialmente malo, con una carencia de precipitaciones que se prolongaba agostando las cosechas y los pastos, en un situación muy parecida a la que estamos viviendo actualmente y que nos demuestra como lo que ahora nos alarma, se viene repitiendo cíclicamente.

La falta de lluvia que se hacía notar por toda Europa había dejado yermos los campos, escuálidos los frutales y hambrientos a los animales, de tal forma que, según la publicación, "sobrevino la actual primavera cual nunca vieron los nacidos, de gran sequía, calor abrasador con escarchas y vientos fríos por la noche que tiene por completo paralizada la vegetación". En consecuencia, había bajado el precio del ganado mal alimentado, y por si esto no fuese suficiente para echar por tierra la economía, en Lena también se estaban cerrando algunas minas por lo costoso de su explotación y el bajo rendimiento del carbón de la zona.

El Mediodía de Asturias advertía que para hacer frente a la cantidad exigida por el Gobierno no habría más remedio que aumentar el precio del vino, el aguardiente, el aceite y la harina (que había pasado en un mes de 15 a 19 reales); productos que por otra parte llevaban mucho tiempo entrando de matute por los pueblos altos del concejo desde León, donde estaban mucho menos gravados, de manera que el comercio local se veía afectado y además muchos hogares ya habían renunciado a alimentarse con otra cosa que no fuese su propio maíz, centeno y manteca, exentos de impuestos.

En otra página del periódico se informaba sobre la guerra de Cuba, que seguramente era la mayor preocupación de los españoles en aquel momento, obligados a enviar al otro lado del mar, con riesgo de muerte muy probable, a lo mejor de su juventud. Lógicamente, el tono era animoso, celebrando los éxitos nacionales y silenciando los de los insurrectos, aunque entre líneas notamos un temor a la incapacidad de nuestros gobernantes para evitar el desastre que finalmente acabó sucediendo: "Una guerra con los Estados Unidos sería demasiado trascendental para que nos lancemos a ella, habiendo términos honrosos que nos libren de semejante calamidad".

Es lógico que la publicación incluyese esta crónica con las mismos informes que llegaban a todas las provincias, pero junto a estas notas generales, sorprende que la revista contase también con las informaciones enviadas desde la isla por un corresponsal que se limitaba a las referencias locales contando a los lectores las novedades de sus paisanos militarizados.

Así sabemos que allí se encontró con el teniente de caballería don Benito Sampil, de Mieres, y con otro teniente y un capitán hijos de don Agustín Barbón, quien había sido oficial de la Guardia Civil en Lena, y nuestro periodista incluso aprovechó para mandar con el ruego de su publicación la carta de otro lenense, don Juan Fernández Cabo, de Felgueras, destacado en Santiago de las Vegas, quien aportaba una impresión alarmante sobre lo que estaba ocurriendo ante sus ojos: "Nuestra situación económica es tan pésima que estamos ya como el gallo de Morón, y al paso que vamos, ni el cacareo nos quedará ya dentro de poco".

Vayamos ahora a la esquela que les anuncié más arriba: la de la excelentísima señora María Josefa González-Cienfuegos y Navia-Osorio, marquesa viuda de Camposagrado y por lo tanto matriarca del linaje con más alcurnia de la Montaña Central, con palacios abiertos en Mieres y Villa. La dama, fallecida a los 85 años, dejó 5 hijos, 45 nietos y 26 biznietos. Es verdad que las familias de entonces tenían más descendencia que las de ahora, pero también era enorme la mortalidad infantil, que en este caso parece haber afectado poco a la prole de la marquesa, ya que si hacemos una sencilla media nos salen 9 descendientes vivos para cada uno de sus hijos, lo que nos indica las buenas condiciones en las que se desarrollaron aquellos pequeños señoritos, contrastando con los infelices de su edad que nacían en los hogares más humildes.

Les ahorro el listado de títulos nobiliarios que acompañaron en su duelo a la difunta, aunque no puedo dejar de recordarles que su primogénito, marqués de Camposagrado por herencia, fue don José María Bernaldo de Quirós, diputado a Cortes, embajador de España en Rusia y esposo de doña Cristina Muñoz y Borbón, hermana por línea materna de la reina Isabel II, lo que justifica que en el panteón del palacio de Villa figuren actualmente algunos ocupantes con el apellido de la familia real que nos sigue convirtiendo en súbditos, pero ya no me puedo extender más. Ya lo ven, muchas veces un periódico viejo es mejor que un libro.

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