Un silbido al filo de las dos de la tarde ponía ayer fin al operativo de búsqueda de Josefa García, la mujer de Blimea de 69 años, que había desaparecido de su casa en febrero, hace ahora nueve meses. El cuerpo sin vida estaba a apenas unos cincuenta metros de la puerta de su vivienda. Encajado dentro de una cuneta situada entre las vías del tren de la línea de Feve que conecta Gijón con Laviana y una ladera cubierta de arriba a abajo por un matorral espeso. El silbido salió de los labios de un Policía Nacional con el objetivo de avisar a un operario del Ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio de que dejara la desbrozadora con la que trataba de abrirse paso entre la maleza en busca de pruebas de que la blimeína se hubiera podido precipitar por la pendiente. Poco antes, un perro (un pastor alemán) de la unidad canina de Madrid había encontrado el rastro decisivo para resolver el misterio de esta larga desaparición.

La Policía investiga ahora las causas de la muerte, aunque una de las hipótesis que se barajan con más fuerza es que sufriera un accidente. El cadáver permanece desde ayer por la tarde en el Instituto de Medicina Legal del barrio ovetense de La Corredoria, donde se le practicará la autopsia en busca de conclusiones que esclarezcan lo sucedido. La mujer había desaparecido allá por febrero, pero la familia no presentó la denuncia hasta septiembre porque creía que se había marchado sin más. Algún vecino aclaraba que no era la primera vez que se iba de viaje sin avisar. En ese momento, nada les hacía sospechar que la tragedia estaba tan cerca. Pero el tiempo pasaba y no aparecía. "Pepita" como era conocida popularmente entre el vecindario de Blimea, vivía hasta ese momento con su madre, que ahora está a cargo de su otra hija, en una casa unifamiliar en la cuesta de una zona bautizada como Riega La Tabla. Josefa García tenía problemas mentales, según señalaron fuentes de la investigación, lo que podría afianzar la hipótesis de que sufriera un accidente. Aunque, también se van a explorar otras vías de investigación, como la de que se suicidado.

La zona en la que fue encontrado el cuerpo, aunque no de muy difícil acceso, no suele estar transitada por nadie. Especialmente porque hay que cruzar las vías ferroviarias para llegar y una vez allí no hay más que una ladera casi vertical llena de matorral, además de un túnel a la derecha y otro a la izquierda que atraviesan constantemente los trenes de Feve. El cadáver, además, era imposible de ver desde la avenida de la Constitución que une Sotrondio con Blimea y que cruza por encima de las vías del tren. Tampoco ningún olor llamó la atención de los vecinos de la zona, reconocían sorprendidos muchos de ellos mientras seguían el operativo policial. El despliegue fue amplio.

Hasta Blimea acudieron varios guías caninos desde Madrid y policías de Oviedo especialistas en el análisis del suelo, además de agentes de la Policía Local y Nacional, y personal del Ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio. El primero en encontrar un rastro fue uno de los perros. Lo localizó a las diez de la mañana cerca de la casa, en una zona donde la familia tiene un tendedero, lo que alienta la hipótesis de que pueda haberse caído ladera abajo.

"Pepita" era muy conocida en la zona. Y aunque había vivido unos años con su marido en Madrid, hacía tiempo que había vuelto a Blimea. Su físico espigado llamaba la atención, sostienen los vecinos. Era bastante alta. Se la solía ver paseando con su madre por un parque cercano a sus casas. O los domingos en la misa bien temprano.