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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Avelino "Losa": el futbolista de la familia

El turonés, hijo de José Álvarez Losa, aparcó sus estudios universitarios por el deporte y llegó a disputar siete partidos con el Real Madrid

Avelino "Losa": el futbolista de la familia

A veces una cosa lleva a la otra y el historiador se encuentra inesperadamente mientras busca una información concreta con otros datos que le abren la puerta a nuevas cuestiones. Es lo que me pasó cuando estaba mirando algunas cosas sobre la reconstrucción de Salamanca después de la Guerra Civil y me topé con la relación que tuvo con el valle de Turón su principal artífice, el arquitecto Francisco Gil González, quien fue el autor de muchas de las obras que se construyeron en aquellos años en la capital castellana imitando las glorias platerescas de la España imperial.

Lo cuenta Sara Núñez Izquierdo en su obra "El arquitecto Francisco Gil González (1905-1962) y la arquitectura salmantina del segundo tercio del siglo XX", editada por la Universidad de esa ciudad, donde recoge que la esposa de su biografiado fue la joven turonesa Carmen Álvarez Villanueva, a quien conoció durante sus estudios universitarios en uno de los bailes que celebraban los madrileños más pudientes en el hotel Ritz.

Esto me llevó a seguir su pista para encontrarme otra vez con la historia de la familia Villanueva, que refleja como pocas las fatales contradicciones que nos tocó vivir en este país a lo largo del siglo XX.

Ya he tenido ocasión en contarles a ustedes quien fue el primer miembro de esta saga que llegó a la Montaña Central: el masón Leoncio Villanueva, integrante del "Triángulo Costa", que presidió en los años 20 la agrupación del PSOE en Turón antes de ser elegido concejal el 17 de Abril de 1931 en el consistorio mierense por el Partido Republicano Radical Socialista.

Leoncio, había nacido en Linares el 1 de septiembre de 1890 y en su juventud trabajó como marinero, lo que le permitió conocer mundo y entrar en contacto con la Masonería en algún puerto internacional. Ya con un poco de dinero en el bolsillo se estableció en Asturias para dedicarse al comercio de ferretería en un establecimiento de Turón llamado "La Más Barata" y que me es imposible situar actualmente.

Aquí fue uno de los protagonistas de la revolución de octubre de 1934 y estuvo entre los acusados de haber participado en el conocido episodio de los fusilamientos de frailes y autoridades que alcanzó tanta relevancia. Por ello fue juzgado y condenado a reclusión perpetua, aunque pudo salir de la prisión con la amnistía de febrero de 1936; luego se trasladó a Gijón, donde pasó la guerra hasta que el frente Norte se derrumbó y acabó tomando el camino del exilio americano.

Pero ahora voy a referirme a uno de sus sobrinos, hijo de su hermana Florentina Villanueva Viejo, cuya descendencia siguió mayoritariamente otra ideología muy diferente.

Florentina estuvo casada con el maestro José Álvarez Losa, quien además era dueño de una mina y otros negocios en el mismo Turón, lo que permitió al matrimonio gozar de una posición económica y dar a sus siete hijos estudios superiores en Madrid para alejarlos del mundo del carbón al que estaban abocados la mayor parte de sus amigos en Asturias. Hasta la capital fueron trasladándose todos para vivir primero en la calle del Carmen, después en la calle Mayor y por último en la Puerta del Sol.

Tres de los hermanos varones (Ramón, Carlos y Luis) fueron médicos; otro, José, ingeniero, y Avelino, el protagonista de la página de hoy, farmacéutico. En cuanto a las dos hermanas, Carmen, nacida en 1907, estudió Ciencias de la Educación, aunque no llegó a ejercer, porque su matrimonio el 4 de octubre de 1934 en la iglesia de la Almudena, la introdujo en la alta sociedad madrileña donde estaba mal visto que las mujeres trabajasen. Ella también vivió una peripecia digna de ser escrita, ya que la guerra la cogió en el Madrid republicano con su primera hija recién nacida, mientras su marido se había quedado en Salamanca. Allí fue acusada de colaborar con la quinta columna y condenada a muerte, sentencia que fue conmutada por la de 20 años a trabajos forzados en la cárcel de mujeres, donde permaneció hasta la entrada de las tropas "nacionales".

Peor suerte corrió su hermana María de la Luz, quien fue fusilada en una de las checas madrileñas. Según el prolífico escritor César Vidal, Luz fue sacada de su casa junto con dos hermanas del que iba a ser su marido, porque este era uno de los oficiales que se alzaron en el Cuartel de la Montaña y al no poder encontrarlo, los republicanos, se vengaron en su familia torturando, violando y asesinando a las mujeres.

Sin embargo, en la "Causa General" elaborada por el ministerio de Justicia franquista, la versión es otra: "En los días 29 y el 30 de noviembre de 1936, "Los Linces de la República" detuvieron a doña Laura López Jauregui y a los hijos de dicha señora, Isabel y Salvador Renedo López, así como a la señorita María de la Luz Álvarez Villanueva. A continuación fue también detenida la niña de quince años Laura Renedo López, que por hallarse enferma no había sido detenida al mismo tiempo que su madre y sus hermanos. Las personas secuestradas fueron conducidas al puesto de mando del Teniente Coronel Manglada, establecido en aquella época en el Palacio Nacional, donde se decidió el asesinato de todas ellas sin que ni siquiera fuera perdonada la vida de la menor Laura Renedo".

Y por fin llegamos a Avelino Álvarez Villanueva, cuya vida fue afortunadamente mucho más agradable: nació el 4 de noviembre de 1911, también en Turón y aquí pasó su niñez y la primera parte de su juventud hasta que se trasladó a vivir a Madrid para estudiar una carrera universitaria como sus hermanos. Pero a él le tiraba más el deporte y pronto se reveló como un buen futbolista, de manera que empezó a jugar en el San Pedro Club de Fútbol y pronto pasó al Deportivo Imperio, que era un equipo formado por estudiantes y guardias civiles, pero servía también como filial y cantera del Madrid.

Aquel año el Imperio quedó campeón de España de su categoría y él, que destacó entre sus compañeros, fue fichado por el equipo grande, que entonces se llamaba Madrid a secas, porque la República había suprimido el "Real" en todas las denominaciones deportivas.

En los archivos del equipo blanco aparece como reserva de la plantilla entre 1932 y 1934, aunque llegó a jugar 7 partidos en el primer equipo como centrocampista compartiendo alienación nada menos que con Ricardo Zamora; Félix Quesada, Jacinto Fernández de Quincoces; Manuel Gurruchaga Lavín; Antonio León "Leoncito"; José Samitier, Luís Regueiro Pagola, Manuel Olivares Lapeña, Juan Marrero "Hilario" y Emilio Alonso Larrazábal "Emilín".

En una entrevista publicada en "Ecos del Valle" en noviembre de 1984 Avelino le confesó al periodista Amadeo Gancedo que en esa época, con Pablo Hernández Coronado como presidente ganaba seiscientas cincuenta pesetas al mes, mientras los grandes cobraban mil, un sueldo que en aquellos tiempos era extraordinario.

Después siguió su carrera en el Valladolid C. F. hasta que en 1936 la contienda frenó de golpe sus ilusiones. "El Caracolillo", como lo conocía la afición por su pelo revuelto, ya no volvió al fútbol profesional. Pudo aprobar la única asignatura pendiente que le quedaba, y presionado por su familia retornó a su localidad natal para dedicarse a la Farmacia y desarrollar su vida participando en la vida social turonesa.

El 1 de enero de 1983, después de pasar cuarenta y tres años atendiendo a las necesidades médicas de sus vecinos, se jubiló, convertido en una figura popular y querida que siguió compaginando su afición a la montaña y la caza, con la partida de julepe diaria y una destacada actividad vinculada a los movimientos sociales, culturales, deportivos, incluso como alcalde pedáneo, lo que condujo a un merecido homenaje que le rindió el colectivo turonés el 21 de marzo de 1.986.

El destino quiso que Avelino Álvarez Villanueva al que todos conocían por el segundo apellido de su padre como Avelino "Losa", cerrase su vida en la capital que le había dado los años más gloriosos: el veterano futbolista falleció en una residencia madrileña en la segunda quincena de mes de agosto da 1991 a los 79 años, cuando todavía estaba en la memoria de los aficionados más mayores.

En su tierra, de nuevo "Ecos del Valle", lo recordó como una de las personas más queridas en Turón por su forma sencilla, altruista y sobre todo silenciosa, de colaborar con el prójimo, con un espíritu juvenil y de cordialidad que dejó huella entre sus vecinos.

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