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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Mieres: de la movida al indie

Chus Quirós capitaneó a principios de los setenta el despegue de la hostelería nocturna local, que se convirtió rápido en un referente regional

Mieres: de la movida al indie

Nacho Martínez llegó al barrio madrileño de Chamberí en la década de los setenta llevado por Pedro Civera, quien ya era un actor consagrado y le enseñó a moverse por los rincones artísticos de la capital. Allí trabajó primero con Ángel García Moreno, también mierense, y luego con otros prestigiosos directores de teatro y cine hasta que Pedro Almodóvar lo convirtió en uno de los fetiches de sus primeras películas. Fue por lo tanto un icono de la movida, pero desgraciadamente, la muerte se lo llevó tras una larga enfermedad el 23 de julio de 1996, un mes después de haber leído el pregón de fiestas de San Xuan. No hace falta decir que esta historia de hoy debía empezar con él para reivindicar su memoria, casi olvidada en esta tierra, mientras sigue presente en festivales de toda España.

Ahora, el siguiente paso está en saber lo que entendemos por movida, aunque parece que todos estamos de acuerdo en designar con este término al movimiento que nació en Madrid tras la muerte de Franco y se extendió hasta mediados de los años ochenta por otras provincias, revolucionando la música joven, las artes, la literatura, la estética y la forma de entender la vida de una generación.

Si aceptamos esta definición, es innegable que este fenómeno cultural también se dio en Asturias, especialmente en Gijón y Mieres, aunque llegó y se fue con más retraso, prolongándose hasta la entrada de los años noventa con una época dorada en la cual florecieron grupos musicales que ya se apuntaron a otras tendencias internacionales. Ciñéndonos solo al caso de Mieres, vamos a poner un poco de orden para saber que aquí partimos de un hombre y un momento concretos, cuando se preparó la atmósfera para lo que avecinaba: Chus Quirós y 1972, con la remodelación de la histórica cafetería El Palau y la inauguración de Il Gattopardo.

La primera fue decorada con elementos extraídos de los camarotes de un clíper del siglo XIX y en su apertura estuvieron el pintor Alejandro Mieres y Juan Cueto, uno de los ideólogos de la modernidad; por su parte Il Gattopardo, en el que se emplearon piezas de un antiguo convento, fue durante décadas el templo de la coctelería asturiana y el motor para que la calle de La Vega se convirtiese en la del Viciu.

A partir de ese momento se multiplicaron los encargos, y Chus Quirós siguió interviniendo en establecimientos comerciales como la joyería La Perla, y en locales tan emblemáticos como la discoteca Baby's y la cafetería Capri, iniciando un cambio de estética que prolongó en Oviedo, pero sobre todo en el mismo Mieres, convirtiéndolo en un atractivo escenario para la juventud de toda Asturias. Más tarde, otro año significativo fue 1988, cuando se produjo un circunstancia casual haciendo coincidir el fallecimiento de Luis Fernández Cabeza, quien había sido el impulsor del Centro Cultural y Deportivo y el semanario "Comarca", aglutinadores de la cultura local en el último franquismo, con la inauguración de la Casa de Cultura, habilitada en la antigua Escuela de Capataces, que cogió oficialmente su relevo en una sociedad que ya había cambiado sus normas.

Aquel Mieres que contaba con 57.758 habitantes y era la cuarta villa más poblada de Asturias -tras Gijón, Oviedo y Avilés- se convertía entonces cada fin de semana en la capital del ocio asturiano que acudía a bailar a Baby's, pero también a discotecas tan populares como Faust, Baby's-2, Yubana, o Xenón, en la calle Jerónimo Ibrán, y a otras que fueron cambiando su denominación, como El Columpio, que después se llamó Claxón, y aún más tarde No Se lo Digas a Mamá, frente al parque Jovellanos, cerca de calle Aller, donde también creció otra zona de hostelería más tranquila.

En paralelo, también se multiplicaron lo que entonces se llamaban bares de copas, con una cuidada decoración y una calidad en su servicio, en una época en la que a nadie se le ocurría salir de esta villa para divertirse en otro lugar, porque aquí había todo lo necesario para atraer a quienes querían conocer las últimas tendencias. Por primera vez, el barrio gijonés de Cimadevilla tuvo una seria competencia como referente del ocio etílico regional viendo como en Mieres se llenaban cada sábado cafeterías, pubs y chigres musicales como Yaracuy, Tino's, Portofino, 42 Piano Bar, Eros, Garden's, Maderas Pub, el Abeto o La Línea del Cielo; junto a otros espacios más relajados como Portofino, La Pequeña Sirena y el Galeón.

El planteamiento de alguno de estos establecimientos no tardó en ser imitado en otras ciudades, así La Chenal sirvió de modelo para los lugares de reunión de los cinéfilos, y el esquema de L'Abellugu, donde Chus "Conceyu" impartía cátedra de nacionalismo asturianista, sigue repitiéndose actualmente en muchas cervecerías.

Las noches de entonces eran largas: Marino's anunciaba en su publicidad que cerraba a las 3 de la madrugada, y en El Rodapie, Josines mantenía a la clientela bebiendo a puerta cerrada hasta el amanecer. Fueron tantos lugares que solo mencionarlos llenaría media página, con una lista que siguió aumentando cuando un poco más tarde el ambiente se extendió al Mal de Güeyu y a la calle Covadonga con El Mausoléu, La Cúpula, y otra constelación de bares que tomaron el relevo y fueron extendiéndose por el barrio de La Villa. Pero, ya adelantamos que la movida no fue solo un movimiento festivo, porque también tuvo una extensión cultural, que aquí se reflejó dentro del mundo de la pintura en el Colectivo La Plega, inspirado por la obra de Hito Posada y del que salieron artistas de tanta valía como Pedro Losa y Lisardo Menéndez.

Mientras tanto, en lo literario destacaron Paco Faraldo, José Luis Argüelles, Baristo Lorenzo; el crítico Cesáreo G. Hontiyuelo y Francisco G. Orejas, quien era entonces un prometedor novelista, y en Turón se dieron a conocer los poetas Xandru Fernández y José Luís Piquero, inspirados por el todoterreno Nel Amaro, director entre otras revistas de "Sapiens" y "El Cuélebre". Piquero escribió en una ocasión que "Venir a Turón y nun ver a Nel Amaro ye como dir a París y nun ver la torre Eiffel". También estuvo representado entonces el teatro más vanguardista, con Justo Braga y Carmen Adams, y la nueva fotografía, con el colectivo "Semeya", creado en 1988 y coordinado por José Ramón Viejo, quien siguió la estela madrileña convirtiendo sus retratos en verdaderos documentos gráficos.

En aquel periodo se vieron en la Cuenca del Caudal las tendencias musicales más dispares. Kalikeño, los Claretes, Tristes, Sbas, La Caída, Los Honeys, La Cosa, Kuattro, Los Perdidos o Rugientes 40 sirvieron de prólogo para la llegada de los "indies", un término asociado a los seguidores de las bandas estadounidenses de rock alternativo y del pop británico, que prendió en Asturias con el denominado Xixón Sound de los 90 y la figura de Paco Loco, quien les abrió sus estudios de grabación. En Mieres, La curva de la Donna y La Buraka fueron los templos para unos grupos que vivieron una época dorada alcanzando relevancia internacional y cuyos discos se cotizan ahora como piezas de culto. En 1991 Los Buges, que ya venían realizando actuaciones, editaron su primer LP y se lanzaron a la carretera, junto a otras bandas como La Ruta; E-330; y un poco más tarde The Feedbacks y Mamy Carter; Por su parte, Los Derviches fueron un buen exponente del punk rock; y Repugnance llevó su Death metal hasta los países del norte de Europa.

Y para que no faltase de nada, también los rockers, partiendo del Carpis, en La Villa, abrieron aquí su propia escuela con Los Coronados y Bobby Gonzáles, actualmente imprescindible para los seguidores españoles de los estilos norteamericanos de los 50.

No hay espacio para citar a todos los hosteleros que se rompieron el pecho para convertir a Mieres en el referente regional de la diversión, aunque sí para recordar a un par de personajes imprescindibles en aquel escenario: Manuel Salvador Álvarez Cueva "Lito" el de Faust, o el de Yubana, según gustos, quien fue además un destacado activista por la supervivencia de aquel Mieres que veía derretirse ante sus ojos, y Ernesto Tallos, eternamente joven e innovador, al que nunca pudo rendir el tiempo.

Luego todo fue cayendo poco a poco porque un montón de buitres decidieron alimentarse de una ciudad herida sin que supiésemos reaccionar: la reconversión decidida desde un despacho lejano y aceptada por quienes debían frenarla, recibió la ayuda de una mala gestión municipal que tuvo su cara más negra con el simbólico derribo del Cine Capitol y sacudió a una generación que estaba escapando a la pata coja de la heroína en una carrera desigual en la que muchos no pudieron llegar lejos. Pero hoy, por una vez, vamos a cerrar esta página guardando solo los buenos recuerdos de nuestra mejor época.

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