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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Los últimos pucherazos

La tremenda bronca formada en Pola de Lena en las elecciones de 1920, que terminó con agresiones y con la anulación de las papeletas por fraude

Los últimos pucherazos

El 19 de diciembre de 1920, los hombres españoles mayores de 25 años fueron convocados a unas elecciones generales, mientras las mujeres se tuvieron que quedar viéndolas venir en sus casas, porque, como es sabido, fue la República quien les reconoció el derecho al voto más de una década después. Así que de los 21 millones de habitantes que entonces tenía el país, solo pudieron ejercer su derecho 4 millones.

España no levantaba cabeza desde el desastre del 98, cuando había perdido a cañonazos su prestigio internacional y sus colonias, y seguía desangrándose en otra guerra imbécil mantenida en el norte de África, donde los mandos militares volvían a demostrar su incapacidad, mientras en Cataluña se multiplicaban los muertos a causa del conflicto abierto por los anarquistas contra la burguesía industrial.

Y como telón de fondo, la corrupción que lo gangrenaba todo, porque aunque el caciquismo tradicional ya había dado paso al llamado "fulanismo", más moderno y taimado, quienes lo controlaban todo eran las familias de siempre, que siempre obraban en su beneficio.

Además, en la Montaña Central de Asturias se vivía aquellos días una dura huelga, que se prolongó hasta el 4 de enero, lo que unido al mal tiempo que sacudió la región, con frío y lluvia constantes, fue la causa de que solo la mitad de los electores acudiesen a emitir su sufragio.

Y encima, los que quisieron ejercer su derecho con libertad, se encontraron con una carrera de obstáculos para llegar a las urnas: por un lado tuvieron que evitar la tentación de ceder a la guantera de los elementos afines al gobierno, que funcionó activamente, y por otro se encontraron con la presión de los sindicalistas en las inmediaciones de los colegios, repartiendo panfletos para explicar su causa, acompañados a veces de algunas "partidas de la porra", que trataron de imponer con amenazas la candidatura socialista. Aunque lo peor no fue eso, sino la evidencia de que en muchas secciones se habían falsificado las papeletas.

Por eso, ante las protestas generalizadas, muchas secciones tuvieron que aplazar sus escrutinios unos días. Pola de Lena fue una de ellas, porque allí el alcalde golpeó al candidato maurista Bernardo Aza ante las urnas hiriéndolo de consideración en la cabeza, aunque el regidor también sufrió lesiones leves, pero además en el mismo escenario el delegado del gobernador zarandeó y detuvo al notario de Mieres Justo Vigil, que había acudido para comprobar la limpieza del proceso electoral.

El hecho, que ya era bastante lamentable, aumentó su gravedad cuando el proceso fraudulento no se detuvo y el Gobierno civil facilitó a la prensa datos cocinados con cifras de las actas de Lena, ignorando que aquellos sucesos habían interrumpido las votaciones; de modo que al día siguiente, los ciudadanos se enteraron con sorpresa del supuesto triunfo apabullante obtenido por la propuesta gubernamental.

Ante la indignación general hubo que convocar un recuento real y público, mientras por su parte el Colegio de notarios instó a uno de los candidatos ministeriales, Jesús Coronas, que también era notario, para que se sumase a la protesta contra la agresión sufrida por Justo Vigil, proponiendo que en caso contrario se le desautorizara, pero este no lo hizo e incluso mantuvo su insolencia el día fijado para la revisión de los votos, ante todos los candidatos y en medio de una gran expectación.

Cuando llegó la fecha, el primero en pedir la palabra fue el candidato maurista señor Bárcena, quien empezó acusando al Gobierno civil de ser una cueva de bandidos capitaneada por el gobernador. Le acusó además de saltarse las leyes y llegó a decir que las actas las habían cubierto en su despacho él y los interventores de su cuerda, sin tener en cuenta que las actas notariales certificaban que la elección de Lena no se había llegado a celebrar.

Otros intervinientes expusieron diferentes opiniones. La mayoría manifestó que aquellas actas no debían escrutarse, mientras el representante de los socialistas Andrés Saborit aclaró que a él le constaba que la jornada se había desarrollado sin incidentes al menos en dos colegios de Lena y que lo que se pretendía anulándolas todas era correr los puestos para que el tercero de la lista lo ocupase un reformista.

Esta opinión no hizo más que calentar los ánimos para el gran escándalo que se desató después, cuando Jesús Coronas se levantó para defender sus argumentos salpicando a otro personaje muy conocido: "Yo, en estas elecciones no he conocido más presidiario que el candidato señor Madera", en una clara alusión al líder del Sindicato Católico, implicado aquel año en un enfrentamiento que se había saldado en Moreda con varios muertos a tiros.

Al escuchar la frase, Bárcena se levantó como un resorte y estuvo muy cerca de llegar a las manos con su oponente, mientras ambos eran jaleados por otros asistentes en una bronca que el presidente, a pesar de sus esfuerzos, no logró dominar.

Los periodistas, que pudieron asistir al lamentable espectáculo escribieron al día siguiente que en medio de aquel follón se pudo escuchar el cruce de insultos entre otro asistente, el marqués de la Vega de Anzo, y el propio Coronas. Este le gritó: "¡Cállese usted, mamarracho!" y el otro le devolvió la frase llamándolo estúpido. Entonces creció el alboroto y el acto tuvo que suspenderse por unos instantes hasta que se restableció un poco la calma.

Después continuó el escrutinio sin más interrupciones, volviendo a protestar el maurista Bárcena al llegar el examen de actas correspondientes al concejo de Caso, y cuando se iban a abrir los pliegos del concejo de Pola de Lena, quien formuló otra enérgica protesta fue don Secundino de la Torre, vocal de la Junta y decano del Colegio de Notarios, para explicar el atropello de que había sido objeto Justo Vigil, añadiendo que no podía tolerarse , pues este funcionario ejercía una función legítima en beneficio de la ley electoral, y pidió que se le permitiese reconocer a él los pliegos presentados, pues el acto cometido contra el guardador de la fe pública era "propio de zulús" y le hacía suponer su ilegalidad.

La Junta le entregó los pliegos, y se confirmaron las sospechas de fraude, ya que las firmas estampadas en los sobres eran distintas a las de las actas, muchos de ellos estaban sin lacres, y a otros les faltaba la firma de los interventores. Ante esto, la Junta por unanimidad las anuló y la sesión siguió su curso, hasta que al llegar el turno de Sobrescobio tampoco apareció documento alguno que probase la verificación de las elecciones en sus mesas, por lo que se anularon los resultados de los dos concejos, que sumaban los votos de 6.030 electores.

A la salida de la Audiencia, numeroso público formó una manifestación que pretendió ir al Gobierno Civil para felicitar en broma al gobernador por su actuación en las elecciones, pero la marcha fue impedida por la policía y se registraron tumultos que obligaron a la Guardia Civil a dar una carga, lo que obligó a muchos asistentes a refugiarse en la Universidad y en los soportales contiguos.

El día 28 de junio de 1921, después de varios intentos fallidos por incomparecencia de los acusados, se celebró en la Audiencia provincial, la vistilla contra el alcalde de Lena y los delegados del gobernador acusados de atropellos y agresión a Bernardo Aza y al notario de Mieres, con la advertencia de que si no se presentaban los abogados correspondientes que debían defenderlos, serían sustituidos inmediatamente por otros de turno. Por fin, el 3 de julio, se conoció el fallo y la Sala confirmó el auto de procesamiento contra ambos y la suspensión en su cargo del alcalde.

Finalmente, de un total de 409 escaños en juego para todo el país, 232 se los quedaron los conservadores y los liberales obtuvieron 104, con pellizcos para otros partidos minoritarios; mientras que en Asturias los 14 diputados correspondientes se repartieron así: 9 conservadores, 4 reformistas y 1 socialista.

Y ya conocen aquel refrán que dice "otro vendrá que bueno me hará", porque el presidente electo don Eduardo Dato casi no tuvo tiempo a ejercer ya que fue asesinado por un anarquista en 1921. Unos meses más tarde, el 13 de septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera, con el permiso del rey Alfonso XII se convirtió en dictador suspendiendo la Constitución, cerrando las Cortes y destituyendo a los consistorios municipales. Juan Palomo llegó anunciando que otra águila más peligrosa ya estaba afilando las uñas para posarse en la bandera de España.

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