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La nueva vida de perros de un guardia civil

Felipe Pombo, agente jubilado del grupo de rescate en montaña, fundó en Mieres una guardería de animales, su gran pasión

Felipe Pombo, "Pipo", con varios de los animales que tiene en su albergue canino de Mieres. J. R. SILVEIRA

Si en Mieres a alguien se le pregunta por de Felipe Pombo, seguramente pocos sepan ponerle cara. Sin embargo, si se habla de "Pipo", el Guardia Civil de los perros, todo el mundo le conoce. En 1974, este mierense entraba en la Benemérita, pero su vida cambiaba en 1986, cuando estaba en el Grupo de Rescate Especial e Intervención en Montaña (GREIM), y decidió hacer un curso de adiestramiento de perros para estas labores. Desde entonces, estos animales han sido sus más fieles compañeros. Tanto, que tras su jubilación, ha puesto en marcha una guardería para animales de compañía, en la que no solo hay canes, sino que hay sitio, para gatos, pájaros, e incluso, señala jocoso, "suegras".

Su historia con los perros comenzó en aquel año 1986. Entonces decidió realizar un curso de 11 meses de adiestramiento de perros y otro de rescate en avalanchas con los canes. Y ahí descubrió su gran pasión. Fue destinado a Mieres, junto su primer animal, Ástor, un can que fue dos veces campeó de España de trabajo y que hoy todavía luce como logotipo del refugio de animales que fundó y que hoy lleva su hija, aunque él sube a diario a echar una mano, "o las dos".

Tras varias décadas trabajando con perros, no solo como rescatador, sino también como adiestrador canino en la Guardia Civil, la vida de Pipo cambió en 2005. Sufrió un grave accidente de escalada. Se rompió un tobillo -"hoy todavía cojeo", confiesa-, una mano y algunas vértebras. En total, casi dos años de baja. Ahí ya tenía la idea de hacer un refugio de animales cuando se retirase, pero con tanto tiempo libre para pensar, el proyecto tomó forma definitiva.

En 2011, cuando se jubiló, convirtió aquel proyecto en realidad. Con ayuda de sus amigos y sus manos, levantó "El Rasón", que se ubica en la localidad de Rozadas de Bazuelo. Hoy cuenta con una treintena de cheniles (las casetas y una pequeña parcela) para perros, más algunas gateras, una zona para lavar a los animales y otra de peluquería. "Al principio la idea era hacerlo como hobby, pero la gente empezó a llamar, a subir a sus animales, y al final pues se convirtió en un trabajo que hoy lleva mi hija", explica Pombo, mientras atiende a tres de los perros que este puente pasarán los días en el albergue animal.

En los inicios del centro, Felipe Pombo también adiestraba perros, pero decidió dejar la tarea. "Tiene que haber una perfección en todo, incluso en los horarios, porque los perros saben perfectamente que hora es, y como trabajan, y esa metodología no la podía tener", explica. Por eso, decidió dejar el adiestramiento y dedicarse a que "los perros lo pasen bien mientras estén aquí".

De su época en el GREIM de la Guardia Civil tiene miles de anécdotas. Recuerda un rescate de tres montañeros vascos en Palencia, que se sabía que habían fallecido. "Me llevó hasta allí el helicóptero, el perro era nuevo como quien dice, y le costó mucho trabajar en esas condiciones. Llegó un compañero y los encontraron en cuestión de menos de media hora", rememora.

También recuerda cuando con otro de sus peludos compañeros encontró a una chica joven en Quirós. "Se había escapado de casa y llevaban un día y medio buscándola, y el perro se dirigió a un pajar y allí vio a la chica completamente desnuda, pero en buen estado", afirma. Tanto es su amor por los perros que tuvo, casi una decena, que cuando se jubilaron -lo hacen con siete años-, se quedó siempre con todos.

Con la llegada de la Navidad, Pipo también recomienda que la gente se piense "muy mucho" coger un perro como regalo. "Hay que tener en cuenta que un animal no es como una bicicleta", dice. "Es evidente que los perros que se regalan a niños, en la mayoría de los casos o quedan para los padres o los abandonan; hay que pensar que un perro conlleva mucha responsabilidad", explica Pombo.

Este veterano Guardia Civil también tiene claro la primera norma para que un perro esté bien adiestrado y haga caso a sus dueños: "Tiene que respetar al dueño, no tenerte miedo, pero sí saber quien manda. Igual que si van dos perros en dos manadas y se pelean por ver quien es el dominante, el animal tiene que saber que es su dueño el que manda, esa es la clave", finaliza.

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