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Nieve, rocas, vacas y rebecos: el cóctel que amenaza la circulación en San Isidro

La orografía del terreno y los animales que hay en las laderas favorecen la caída de piedras en una vía con un tráfico de 1.300 vehículos al día

Un rebaño de cabras, moviéndose entre rocas en las inmediaciones de la carretera de San Isidro. CAMPORRO

La carretera del puerto San Isidro, tal y como se conoce actualmente, se gestó hace unos cuarenta años. A principios de la década de los setenta Castilla y León alumbró la estación invernal que se encuentra justo en la frontera con el Principado. A partir de ese momento, la calzada de la vertiente asturiana, a base de inversiones, poco a poco dejó de ser una pista ganadera para convertirse en una amplia vía perfectamente pavimentada. Pese a las constantes mejoras, desde un primer momento los problemas de seguridad se hicieron evidentes, con frecuentes aludes de nieve en invierno y desprendimientos de tierra a lo largo de todo el año.

Hay una generalizada coincidencia en achacar al infortunio el fatal accidente que sufrieron el viernes tres montañeros de Gijón tras golpear una piedra el coche en el que viajaban -causando la muerte a uno de ellos, José Luis Fernández Simón- . Ahora bien, montañeros, responsables de equipos de rescate y políticos coinciden en que las singularidades del puerto San Isidro lo convierten en un paso de montaña especialmente peligroso.

Son varios los ingredientes que convierten San Isidro en un puerto con tendencia a mostrarse como una amenaza para el tráfico. El cóctel incluye nieve, rocas, canales próximos a la vía y la presencia habitual de animales. Tanto domésticos como salvajes. En el caso del accidente mortal del viernes todo indica que fueron unas vacas las que hicieron que la roca que golpeó el coche se precipitará ladera abajo. "La verdad es que no es frecuente que las reses estén tan abajo, pero como ya se está recogiendo el ganado por la nevadas, puede ser comprensible", señala José Ángel Álvarez, un allerano afincado en Gijón acostumbrado a transitar por el puerto.

"Lo que hay es mucho rebeco y venados, que al moverse hacen que salten piedras", remarca José Luis Llamazares, responsable durante más de un cuarto de siglo del grupo de montaña de la Guardia Civil de Mieres. "Estos animales salvajes, junto con las vacas y las cabras, generan muchos problemas, ya que cuando nieva excavan en busca de vegetación y es habitual que caigan piedras a la carretera", destaca el alcalde del concejo David Moreno. El veterano montañero Ángel Fernández Ortega subraya que precisamente la zona donde se produjo el accidente, ya muy cerca de Cuevas, es muy frecuentada por los rebecos. "Está justo por debajo de la peña Lome y en ese punto es más fácil ver un rebeco que una vaca".

Riesgo

El movimiento de la fauna salvaje y de las vacas aumenta el alto riesgo de desprendimientos. "San Isidro tiene mucha piedra suelta, no hay praderías como en Pajares, todo es roca", indica Llamazares. Ahora bien, su experiencia profesional le indica que no es normal que una piedra de gran tamaño termine golpeando un coche según cae. "Lo que es más normal es que un vehículo choque contra una roca que haya caído en la calzada, dañándose los bajos. Lo sucedido al montañero de Gijón es pura mala suerte", asegura Llamazares.

Otro factor a la hora de explicar las inversiones millonarias que se han hecho en San Isidro para mejorar la seguridad, con viseras antialudes y mallas de protección, es su volumen de tráfico. El puerto, pese a no ser arteria estratégica de conexión con la Meseta, soporta una media de casi 1.300 vehículos al día. Leitariegos, por ejemplo, no llega a los 400 desplazamientos diarios y el puerto Ventana apenas supera el centenar.

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