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Los últimos picadores de carbón

Sólo cuatro de los 1.200 trabajadores de Hunosa conservan esta categoría profesional, aunque realizan otras tareas tras acabar la mecanización de los pozos con el arranque manual

Del Corro, junto al castillete del pozo Barredo. MIKI LÓPEZ

Los picadores asturianos son, como el lince ibérico, una especie en extinción. En la plantilla de Hunosa (unos 1.200 mineros) sólo quedan cuatro trabajadores con esa categoría, destinados actualmente a otras tareas. La mecanización de las explotaciones ha supuesto una mejora en la seguridad de las minas, pero también el fin de uno de los oficios más duros y emblemáticos de la minería. El arranque manual en "rampla" se terminó en Hunosa en el pozo María Luisa, en el año 2012. Ahora, en apenas meses, cuando estos cuatro trabajadores se prejubilen, Hunosa se quedará sin picadores.

No se ha dejado de sacar carbón, como es evidente. Pero la categoría de los encargados de extraerlo ya son "especialistas en tajos mecanizados". De los picadores, apenas queda rastro. El quirosano Adolfo del Corro es uno de esos cuatro "rara avis" que trabajan en Hunosa. Ahora está destinado en la Brigada de Salvamento Minero, en el antiguo pozo Fondón, pero la mayor parte de sus 22 años de mina se los pasó con un "hachu" y un martillo en la mano.

Los sistemas actuales de extracción, explica Del Corro, son varios. "El más habitual es el sutiraje, que son voladuras con dinamita. Luego un pánzer lo echa al pozo general y de ahí a una cinta", señala este experto minero, que agrega que también los minadores -una especie de tuneladoras más pequeñas- se usan bastante, "aunque tiene que ser en galerías con poco metano".

Pero nada que ver con lo de antes. "Yo prefiero el sistema manual, el martillo y el hachu. No sólo por una cuestión económica, sino porque dependes de ti mismo, no hay terceras personas ni máquinas por el medio", señala este quirosano, cuyos ojos delatan la nostalgia por el oficio. Y aunque no sea lo más importante, también influye en el dinero para los trabajadores con la categoría de picador: "Nosotros antes teníamos un promedio de avance, que la empresa tenía que respetar para pagarte, y ahora te pueden cambiar de destino y pagarte lo que quieran. Tienes un mínimo, pero te pueden pagar lo que quieran", expone.

Del Corro, que ha pasado por La Camocha y por Tineo hasta llegar a Hunosa, conoce todos los secretos del oficio: desde trabajar en una "rampla tumbada", horizontal, en la que se trabajaba "tumbado en el suelo si era estrecho o agachado si cogías", hasta una vertical, "donde te sujetas en las paredes como puedas".

Pese a ser una especie en extinción, los picadores llevan la mina en su ADN. "Es un trabajo muy duro, no es solo picar, que es la tarea más dura. Antes tienes que preparar la madera, dar la tira para todos", explica.

Este quirosano agrega que físicamente es un oficio que también pasa factura: "El martillo pesa, depende de la zona, arrancar el carbón es bastante duro, por ejemplo recuerdo que en La Camocha había zonas que eran muy difíciles de picar; las condiciones de la mina, con oscuridad y humedad también se nota". Pero si tiene una cosa clara es que "entre los picadores siempre hubo una unión especial, todos estábamos a una en todo".

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