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La "resurrección" del gochu asturcelta

Tres ganaderos iniciaron hace veinte años en Mieres, con tres animales, la recuperación de una raza autóctona que se llegó a dar por extinguida

Con ellos empezó todo: Jairo Caballero con "Brañina", "La Parrocha" y "Luteru" ARCHIVO DE CHUS GARCÍA

Esta podría ser la historia de tres ganaderos que recuperaron en Mieres la raza de gochu asturcelta. Pero es mucho más. Es el relato de tres "románticos asturianistas", como ellos se definen, que no querían dar por muerta una raza que estaba extinguida según todos los documentos oficiales. Es la narración de viajes por carreteras recónditas y tratos con hombres huraños. Y es la alegría de un final feliz: de la nada hace veinte años, a la actual cría estable de gochu asturcelta (ha llegado a tener más de 7.000 ejemplares) y venta de productos en varias carnicerías de la región. Estos ganaderos, o "románticos asturianistas", son Santiago Díaz, Antón Sevilla y Chus García.

Chus García tiene una carpeta llena de documentos, de fotos, de informes. Huellas de un viaje que empezó con bibliografía. "La raza de gochu asturiana aparecía descrita en varios documentos. En un libro de Santos Arán, en 1917; Aparicio, en 1934 y Alburqueque, en 1947. También en una obra de un poeta popular", explica. Con esos documentos descubrieron una descripción morfológica completa del gochu asturcelta, que se había dado por extinguido en 1978. Litros de gasolina y los tres en un coche, recorrieron toda la región buscando gochos que se adaptaran a la descripción que habían obtenido en la bibliografía.

Unas orejas largas, caídas hacia adelante. Una línea dorsal un poco arqueada, un tronco largo (hasta 150 centímetros) y extremidades largas y huesudas. Estaban atentos también al rabo: largo, sin enroscar, con cerdas en el extremo. Y una alzada que puede alcanzar un metro. "Empezamos a recorrer, sobre todo, los pueblos del occidente de Asturias. Eran sitios muy remotos y de difícil acceso", señala el ganadero. Los únicos ejemplares de los que supieron, añade, "eran de paisanos un poco huraños, que gracias a su aislamiento habían conservado los animales".

Así que después de muchos viajes por carreteras casi intransitables, hallaron dos gochas y un gochu de la raza "perfectos". Estaban en los municipios de Allande e Illano y "encajaban muy bien con la descripción morfológica, eran preciosos", afirma Chus García sin ocultar el orgullo. La negociación para adquirirlos no fue fácil: "No querían venderlos, formaban parte de su patrimonio familiar, eran muy importantes para ellos. Nosotros lo entendíamos, pero queríamos recuperar la raza". Muchas charlas después, hubo apretón de manos: adquirieron cada gochu asturcelta por un precio "elevado", el triple de lo que se pagaba entonces por un cerdo común.

Decidieron criarlos en el monte mierense de Lloreo. Hasta allí viajaron con los animales. La gocha más pequeña fue en una caja, con agujeros, en el maletero del coche. La llamaron "Brañina". "Todos los nombres eran de toponimia menor, 'Brañina' era el nombre de un prau", recuerda Chus García. La otra hembra se llamó "La Parrocha" y el macho "Lutiru". Reconoce Chus García que, aunque los tres eran ganaderos, no tenían mucha experiencia en la cría de cerdos. Pepe "el de La Llosa" fue una suerte de maestro para ellos, y el joven Jairo Caballero también los ayudaba.

"Crecían mucho, eran unos gochos buenísimos", afirma el ganadero. Además, tenían un carácter muy noble. Se aparearon y "Brañina" fue la primera gocha asturcelta preñada en Lloreo por un gochu de la raza, "Lutiru". Así empezó la expansión de la raza.

Ellos querían más. Recuerda Chus García que contactaron con el Serida (Servicio de Investigación y Desarrollo Agroalimentario), para que analizara a los animales y estableciera si eran gochos asturceltas, y el doctor Félix Goyache respondió a su llamada. "Subió un día a Lloreo, nevaba muchísimo, no lo olvidaré nunca", señala el ganadero. El informe del experto les dio la razón: la raza no estaba extinguida. Entonces crearon la Asociación de Criadores del Gochu Asturcelta, de la que Chus García fue el primer presidente.

Contentos con el logro, buscaron un hogar mejor para "Brañina" y su cría. También para "Lutiru" y "La Parrocha". Todos fueron a una granja de Tineo: "Sabíamos que allí estarían bien atendidos, nosotros dábamos el trabajo por hecho", explica. Para asegurarse, criaron otros tres animales de la raza, que también encontraron tras una carretera prácticamente intransitable. "Manteiga", "Tixu" y "Kéndanu". "También eran buenos gochos, pero no nos hizo tanta ilusión como criar a los tres primeros", afirma García. No guarda ninguna foto de él y sus compañeros en aquella época: "Nosotros no queremos salir, no queremos protagonismo". De "Brañina", "La Parrocha" y "Luteru" tienen un álbum entero.

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