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Nuevo peinado a cambio de una historia

Alumnos de peluquería del IES El Batán de Mieres atienden gratuitamente a personas que cuenten sus vivencias, con las que escribirán un libro

Carmen Fernández, a la derecha, conversa con los estudiantes. F. GEIJO

Todo el mundo tiene una buena historia que contar. Sólo hay que sentarse y escuchar con el alma. Eso piensan los alumnos de Peluquería del Instituto de Educación Secundaria (IES) El Batán, que este año han ampliado el proyecto "Historias embotelladas" -puesto en marcha el año pasado, con la creación de un túnel donde los participantes dejaban su historia en una botella- con una original propuesta. Ofrecen cambios de "look" gratis a todos los que les cuenten un relato personal. Con las historias que consigan, escribirán un libro. Es un proyecto impulsado por el alumnado y coordinado por la profesora Paz Fernández de Vera (FOL) en colaboración con la profesora de Corte, Marga García García-Arcicollar.

Es miércoles, día de tintes. Socorro Revuelta, abuela de la alumna Cristina López, se sienta en la silla para que las chicas le cambien el color del pelo. Es una de las participantes en el proyecto, que este año se denomina "Historias embotelladas 2.0". "¿Puedo empezar a contaros ya la historia?", pregunta. Un coro afirmativo le da pie. Y Socorro narra una infancia con su abuela, que decidió criarla porque había perdido a tres hijos, mientras sus padres buscaban una vida mejor en las Cuencas. Cuando tenía 7 años, su abuela falleció: "Le dio un derrame, entonces no se sabía nada, la medicina ha evolucionado mucho".

Una joven sigue tiñéndole el pelo, el relato continúa. Socorro se trasladó entonces a Asturias. En su casa, junto a ella y sus padres, llegaron a vivir catorce personas: "Se arrendaban habitaciones por doscientas pesetas". Y recuerda a su padre, que tenía un pequeño banco en la cocina para trabajar como ebanista. Ese banco de noche se recogía, y la habitación se convertía en dormitorio. También cuenta que tuvo que dejar la escuela a los 13 años. Y se emociona cuando recuerda su primer encuentro con Gustavo, un chico del que se enamoró. Se casaron pronto. "Tuvo un accidente laboral siendo muy joven, y perdió un ojo. Luego sufrió una enfermedad grave y se me murió", dice. Se estira la ropa con las manos, intentando que la pena duela menos.

Es una mujer, se percibe, que sabe reponerse pronto. Explica a las chicas que tuvo cinco hijos, dos murieron de enfermedad y otro fue un embarazo extrauterino. Esas dos niñas que quedaron son ahora su mayor apoyo. Junto a sus tres nietos: "Son la luz de mi vida". La sala está en silencio, y Socorro la llena con un final optimista: "A los 51 años fui a la escuela de adultos, tengo mi título de graduado escolar".

Natalia da Mota, alumna, se separa un poco del grupo. Parece emocionada: "Cuando empezamos con este proyecto, no sabíamos que íbamos a escuchar estos relatos. Son historias que casi parecen cuentos, verdaderas obras de arte", afirma. Es una de las promotoras del libro que escribirán y tiene el objetivo claro: "Queremos que queden para el recuerdo porque las siguientes generaciones ya no conocerán esta vida. Ya no sabrán de la minería, de la agricultura, de la emigración", apunta.

Participantes

Reciben muchas historias: personas que acuden al IES o por correo electrónico. Una de las que más impactaron a los estudiantes fue la de José Francisco. Es el padre de una alumna y fue minero. "Él y sus compañeros, todos jóvenes, decidieron entrar antes de tiempo a la mina para salir primero", explica Natalia da Mota. Fueron los ángeles de la guarda de un compañero que había quedado atrapado: "Si no hubiesen entrado, nadie lo habría rescatado", añade, emocionada. Es Laura, la hija de José Francisco, la que ha escrito un relato que termina con una frase muy bonita: "El miedo se acabó donde la valentía empezaba y, esa tarde, la valentía empezó cuando una vida estaba en manos de aquel relevo".

Historias de fuerza, como la de una mujer que dedicó su vida a lavar la ropa a los mineros. De emigrantes, como las muchas que han recogido a través del Twitter (@historiasbote): "Estamos realmente enganchadas, queremos seguir haciendo este proyecto porque sentimos que participamos en algo grande", afirma Da Mota. Han acudido a centros de discapacitados, a asociaciones y al centro de personas mayores. Con los vecinos más veteranos, recopilaron más de diecisiete relatos. Entraron en el centro pidiendo perdón: "Hoy venimos a robaros un poco de tiempo", dijeron. Seguro que las chicas contarán algún día, en su relato de vida, la respuesta que recibieron: "Hoy venís a llenarnos de vida".

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