Una mujer entra en el bar La Plaza, de Campo de Caso. Pide una tónica. "¿Qué viniste por la carretera de Infiesto, eh?", corea un grupo de hombres que están en la barra. No hay más tema hoy entre los vecinos que su temporal aislamiento por el argayo que corta en Sobrescobio el Corredor del Nalón, el acceso principal al concejo. Un desprendimiento que los ha dejado "aislados" y con pocas opciones para moverse. Más de medio centenar de personas tuvieron que echar mano ayer de la paciencia o el ingenio para entrar y salir del concejo. Con la carretera de Tarna cortada por la nieve, quedan dos opciones. Una es dejar el coche en Anzó (Sobrescobio), caminar media hora por un sendero, y viajar en otro vehículo desde el otro lado del argayo. La segunda, acceder desde Infiesto: una hora de baches, curvas difíciles, calzada muy estrecha y nieve. Los jóvenes se lo toman con resignación, los más veteranos con humor: "No hay mejor sitio que Casu para quedarse aisláu".

El autor de esta cita es José Posada. Un hombre a punto de cumplir 80 años, que charla con su amigo Pepe Rodríguez a la puerta del bar: "Yo no recuerdo que pasara esto antes, en la vida. Pero aquí estamos bien", afirma, dando paseos cortos apoyado en su bastón. Se encoge de hombros: "El médico lo tengo aquí mismo, la farmacia, la tienda. No tengo miedo ni nada, si me pongo malo ya me atenderán". "Además, salidas tenemos de sobra", añade su compañero de paseos.

Tranquilidad que no comparten los que tienen que moverse por motivos laborales. Como Mari Nieves Fernández, que camina por el pueblo atareada luciendo su uniforme de Correos. Es la cartera accidental de Campo de Caso, empezó el viernes a cubrir una baja: "Yo soy de Laviana. Cuando supe que venía para aquí me alegré, la gente es fenómeno y estaba cerca de casa", dice. "Estaba", porque ahora tarda una hora y cincuenta y cinco minutos en llegar desde Laviana: primero hasta Infiesto, cerca de media hora, y luego la "subida infernal" por la Collá d'Arniciu. "Esa carretera está hecha un desastre".

Saluda con la mano a dos chicas. Van vestidas con ropa de montaña, pero no son turistas encantadas por el parque de Redes. Son Sara García y Tania Canella. La primera, trabajadora del telecentro; la segunda, del Juzgado de paz. "¿Cómo vinisteis?", les pregunta Mari Nieves. Dejaron el coche en Anzó, la localidad de Sobrescobio en la que se produjo el argayu. Desde allí caminaron por un sendero, "pero no estaba bien indicado, o será que no lo conocemos, y nos perdimos un poco. Una aventura", ríe Sara García. Un vecino las estaba esperando en la zona de Tanes, al otro lado del desprendimiento, para hacer de "lanzadera" hasta Campo de Caso. Humor no les falta, aunque ruegan por una solución: "Los vecinos no pueden estar así mucho tiempo más".