Llega ese torbellino rubio. Gafas y camiseta a juego, rosa, y una sonrisa bien grande: "Hello!". Es Nina, alumna del colegio El Bosquín de El Entrego, una niña de 9 años bilingüe -castellano e inglés- y muy popular en clase. Casi tanto como Pablo, su compañero de curso que está en otro aula. Nunca quiere irse del parque y da unos abrazos que sanan heridas. Y Alejandra, melliza de Maeve, que está a punto de soplar las cinco velas en la tarta. Adora el baile y la canción, y es fan de los "Cantajuegos". O de que suene cualquier canción, siempre que tenga ritmo.

Sonrisas, abrazos y baile. Son todo eso, y mucho más. Son alegría. Y, además, son tres alumnos del colegio de El Entrego con síndrome de Down. Sus mamás, con motivo de la celebración del Día Internacional (que, oficialmente, fue el 21 de marzo) relataron ayer su experiencia al equipo docente. El objetivo fue compartir puntos de vista y hablar del futuro. La principal preocupación de las familias es que los niños se encuentren con problemas cuando crezcan: "La integración fuera del colegio, en el instituto, aún no es posible". Es por eso que reclaman más medios y apoyo durante la Educación Secundaria o la Formación Profesional.

-Una de sus mellizas tiene síndrome de Down.

Margarita González, mamá de Alejandra, no esperaba el diagnóstico. Hacía poco que sus niñas, las mellizas Alejandra y Maeve, habían nacido. En aquella habitación estaba sola, el padre de las niñas había tenido que ausentarse. "No es que me lo dijeran de una forma brusca, pero creo que no fue la forma más adecuada", afirmó ayer, sin poder ocultar la emoción.

Lágrimas por el recuerdo de las noches de angustia. Dice Eva Bejega que, tras el nacimiento de Pablo, se pasó una semana llorando y "Googleando" síndrome de Down. Fue el momento que se concedió para ella: siete días angustiada y luego fuerte, todo por él. "La maternidad de Pablo la disfruté mucho, una vez que comprendí a qué nos enfrentábamos", aseguró. Al diagnóstico siguen meses de médicos. "Te pasas el día en hospitales, de un lado para otro, buscando lo mejor para tu hijo", afirmó Fiona Grant, madre de Nina.

Y los niños crecieron, hasta que llegó el momento de su escolarización. Fiona Grant y Eva Bejega emprendieron una cruzada: los primeros técnicos a los que acudieron, les cerraron las puertas de un colegio público. Tuvieron de su parte a un profesor de El Bosquín que les rogó que insistieran.

Y lo consiguieron. Pablo y Nina empezaron al cole con un grupo de compañeros "volcados" en integrarlos. De hecho, una de las paredes del centro está decorada con la campaña "auténticos" (impulsada desde Down España para dar visibilidad a la validez, la espontaneidad y la alegría de las personas con síndrome de Down). "Soy auténtico porque pinto genial", escribió un amigo de Pablo. "Soy auténtica porque cuido muy bien de mis muñecas", escribió una amiga de Alejandra.

Aún sin saberlo, dan lecciones a los adultos: "Nadie les dijo nada, pero enseguida supieron que sus nuevos amigos necesitaban un poco de apoyo extra para hacerse con el ritmo de la clase", afirmó una maestra presente en el acto. Los docentes tuvieron que "relajarse". "Había momentos en los que nos volcábamos tanto que no dejábamos a los pobres nenos tranquilos. Estaban rodeados", comentó una profesora con sonrisa imborrable.

Las mamás están muy contentas con el colegio, ahora miran al futuro y están inquietas por la adolescencia. Nuevos retos y más decisiones: seguir en un instituto, o enseñanza especial. "No hay medios suficientes en los institutos de Asturias", coincidieron. Se termina el encuentro. Fuera de la biblioteca, esperan los pequeños. "Nice to meet you, Nina", le dice una mujer a la pequeña. Y Nina abraza a la desconocida. Sin duda, auténticos.