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CARLOS FERNÁNDEZ | Conservador del Espacio Protegido de las Cuencas, a punto de jubilarse

"Vivir en el campo era duro y la gente se iba, pero hoy la ciudad ya no es solución"

"Prima un modelo de conservación que se está confundiendo con el abandono"

Carlos Fernández. FERNANDO RODRÍGUEZ

Carlos Fernández nació en Oviedo en 1953, pero su alma "es rural, no urbana". Su pueblo era Limanes, al lado de Oviedo, "que de aquella estaba lejísimos porque no había carretera, luz... ir a Oviedo era un viaje de importancia". Ahora Limanes ya ha sido colonizada por la ciudad. Estudió Ingeniería Técnica Agrícola en León y trabajó en las asociaciones de criadores de razas asturianas. Posteriormente, en el Ayuntamiento de Langreo fue jefe del área de Parques y Jardines y ahora ejerce como conservador del Paisaje Protegido de las Cuencas desde hace dos años y medio. También es colaborador de LA NUEVA ESPAÑA. Este mes de julio se jubilará.

-Ha dirigido durante muchos años el área de Parques y Jardines. ¿Se valoran poco las zonas verdes en las ciudades?

-A todo el mundo le gusta lo guapo. Nadie dirá que no a unas zonas verdes en proporción adecuada. Langreo tiene una proporción de zonas verdes de las más altas de España. Otra cosa es tener dinero suficiente como para poder hacer mantenimiento o nuevas inversiones. Pero el verde es imprescindible. Pero por mi puesto de ahora, con el Paisaje Protegido, las zonas verdes en las ciudades del norte tienen connotaciones especiales.

-¿A qué se refiere?

-En el norte las ciudades están rodeadas de verde, de montes, bosques, prados, y tienen menos relevancia que ciudades que están en medio de un secarral. Y entonces es cuando digo que el Paisaje Protegido juega, o puede jugar, el papel que antes tenían los parques urbanos. Está al lado de casa, con grandes posibilidades. Caminar, naturaleza, deporte... Y el Paisaje Protegido es especial, porque el nivel de limitaciones de uso es muy asumible, los Planes Urbanos son más exigentes que su plan de gestión. Está para disfrutarlo, y también para vivirlo, de eso se puede hablar.

-Pues ahondemos en él. ¿Qué potencialidad desde el punto de vista turístico, de empleo o para residir tiene este espacio natural?

-El Paisaje Protegido tiene dos vertientes, una la conservación y otra el desarrollo, y hay que hermanarlas. La primera, en contra de lo que la gente cree, pienso que es la más fácil. El paisaje está ahí, conservado y modelado por los habitantes, se conservó hasta hoy. Otra cosa es que, con el avance del conocimiento, haya alguna especie animal o vegetal que haya que cuidar o tutelar de forma especial, en zonas de especial protección, que ya coinciden con zonas que los lugareños, sin títulos universitarios, ya no tocaban.

-En cuanto al desarrollo...

-El Paisaje tiene una gran ventaja, que está al lado, a sus pies hay casi 800.000 asturianos, dentro hay unos cuantos pueblos. Yo ya vivo en una aldea, y tengo mi vida construida. Pero si fuese más joven, en vez de ir a la ciudad, a una barriada, a las afueras, buscaría vivir en un lugar así. La vida es mucho más placentera. Y cerca tengo dos hospitales, Mieres y Riaño. Tengo todos los servicios del mundo, y hoy aunque viva en Langreo o en Oviedo, necesito mucho el coche para trabajar y moverme. Igual que si estuviese en el Paisaje Protegido.

-¿Insta entonces a intentar repoblar estas zonas rurales?

-Sí, hay que volver a habitarlo, es un lujo. Aquí no estamos acostumbrados, somos urbanos. Pero pasas de Irún hacia allá, en Francia, y en el campo vive la gente con posibilidades económicas. En Francia las casas en los pueblos son muy caras, y aquí están cayendo. Y esto es una vía importante de recuperación.

-¿Hay posibilidades de generar empleo?

-Hay mucho que hacer en lo referente al visitante, ya sea al turista propiamente dicho o al puntual, al que va un día a caminar o a comer. El aprovechamiento del Paisaje Protegido es extensible a todo el medio rural. La vida en el campo hace unos años era dura, y se iba la gente a la ciudad, donde había servicios. Hoy en día todo esto cambió, la ciudad ya no es solución de nada, la vida es más dura, aunque no se vea. Y el campo tiene ventajas, hay que aprovecharlas.

-¿Y qué hay que hacer?

-Algo fundamental es una red de internet potente. Para que no sólo resida en el campo el que viva de la agricultura. Y si la gente se va a la zona rural, se está obligando a las administraciones a darles servicios. Uno va detrás de otro. Muchas actividades empresariales y trabajos de hoy en día pueden hacerse desde cualquier lugar. No hay que estar en la ciudad. Nada en la vida es sencillo, todo es complejo. Pero puede cambiarse.

-En algunos artículos defiende siempre el modelo francés de zonas protegidas. ¿En qué se diferencia del que se aplica en Asturias?

-Es una cuestión de enfoque. Leí en un artículo de LA NUEVA ESPAÑA, hablando con un señor, que "entre Manolín y Manolón está Manolo". Aquí mi impresión es que prima un concepto de conservación no del todo acertado, que se confunde con abandono, "no toques nada, déjalo". Eso en Europa no existe. En Europa hay un mayor ensamblaje entre la población y el medio. Y es un tema candente, porque los ecologistas extremos tienen fuerza, y personalmente pienso que ese no es el camino. Hay lugares donde sí, claro. No vas a hacer chalés en Muniellos. Hay que ser respetuoso con el medio, pero tampoco no poder tocar un "felechu". Hay que sentarse y ponernos de acuerdo, son dos formas de verlo y hay que racionalizar. Por mi profesión pienso que tengo una opinión bien sustentada.

-Desde el punto de vista del Ayuntamiento de Langreo, ¿qué habría que hacer para aprovechar el campo, darle más importancia y que tenga más peso?

-En la feria Langreo Natural se vio que hay un movimiento creciente de trabajos alternativos, ligados a la salud, a la agroalimentación, no sólo el paisano con la vaca, también mucha gente joven. Hay empleos tradicionales y nuevos que se pueden impulsar. Se está dando un cambio de mentalidad. Los langreanos, cuando vine, eran absolutamente urbanos, y siguen sin conocer su concejo. Tiene una raíz cultural profunda, el ciudadano del campo era un ciudadano de segunda. Y eso era y es un error. Vuelvo a Francia. El ganadero francés, en el escalafón social, está muy bien considerado. Aquí no. O eres un gran criador, que te sale el dinero por las costuras, pero el resto no. "Esi tien vaques", parece más un desprecio que otra cosa.

-Cambiar mentalidades puede llevar mucho tiempo...

-Sí, pero ya está en marcha. Que la gente vea que viviendo del campo, de alguna manera, ganadería, naturaleza, turismo, agricultura... Si se tiene reconocimiento, este cambio será más rápido. Langreo Natural intenta vender este criterio, gente joven con actividades en expansión. No hay atajos, eso sí. Son problemas históricos. Pero el futuro de esta tierra pasa por aprovechar su superficie, y no se hace. Hay mucha Asturias por recuperar.

-¿De qué forma?

-Pues desde con reservas, vamos al ejemplo de Muniellos, a lugares plenamente fabriles. Asturias tiene 10.000 kilómetros cuadrados, y Mónaco uno. Los países tienen dos elementos, "prau" y paisano. Y el elemento de cambio es el paisano. Somos un millón, y tenemos que empujar. Eso sí, veo que aquí en la región arreglamos muchas cosas en el chigre, pero eso no rinde. Tenemos una tierra muy guapa, atractiva, aunque estemos en la periferia tenemos dos millones de visitantes, el doble de población. No todo es tan malo.

-La riqueza de la fauna y la flora de Asturias es difícil de encontrar en toda Europa...

-Es excepcional, enorme. Pero tenemos dos grandes defectos. Uno el localismo, y el segundo, la negación de todo, somos autodestructivos, esa frase de "¿dónde va ese si ye de aquí?". Vivimos en un sitio envidiable, virgen en muchas cosas. Y puede funcionar mejor. Pero hasta ahora no hizo falta, se trabajaba en una de las dos grandes empresas, Hunosa o Ensidesa. Pero ahora es necesario, hay que espabilar. En esto soy optimista.

-Volviendo a cuestiones municipales, ¿con qué alcalde se sintió más cómodo trabajando?

-Cada uno tenía su estilo, gobernar a la gente es muy difícil. Y todos eran buenos, pero hay dos que me parecen brillantes. No tengo color político y no soy langreano, así que lo digo. Una, Esther Díaz y el otro, el actual, Jesús Sánchez. Cada uno con su estilo y su escuela.

-¿Ha cambiado mucho el Ayuntamiento en estos 25 años?

-Esencialmente la vida no cambia, damos vueltas siempre al mismo palo, la humanidad da vueltas siempre a lo mismo. Pero bajando al detalle, detecto dos cambios. Uno, evidente, es la modernización, tanto desde el punto de vista informático como de otros equipamientos. Es otro Ayuntamiento. El segundo es una cierta merma en el clima de trabajo, derivado del ambiente en el que está el mundo, es algo generalizado. Me viene una anécdota a la cabeza sobre el ambiente que había antes. Le pedimos al anterior jefe de compras que adquiriese un traje de hombre rana para el estanque del parque Dorado. Evidentemente, era una broma, pero en un primer momento tragó, hasta que recapacitó y se dio cuenta. Eso hoy no se podría hacer, esa relación desenfadada, cercana a la amistad. Lograrlo hoy en día es muy difícil.

-¿Qué habría que cambiar en Langreo?

-Desde el punto de vista municipal, meter el diente a la gente que usa y genera vertederos incontrolados. Es un tema mucho más grave de lo que parece. Por imagen, seguridad, salud... Y lo único que duele es el "bolsu", una buena multa. Hay cosas que no se pueden hacer, y aquí hay mucho hábito. Estamos todo el día con planes antivertederos que no valen, porque dejan de tirar en un sitio y empiezan en otro. Otra cuestión a cambiar, ya a título personal, sería bajar en los bares el volumen de la televisión... el silencio es un lujo. Parece una tontería, pero creo que no lo es. Nos dejamos llevar mucho por el ruido y "les voces". Hay otra cosa, pero ya es general.

-¿Cuál sería?

-Me gustaría que nos dejasen tranquilos con las historias de las banderas, que sólo valen para separar a la gente. Que nuestros gobernantes dediquen un poco de tiempo a pensar en la gente que no tiene los mínimos cada mes para costearse lo imprescindible. Es cansino ver a los políticos hablar mal de los otros. Y siempre me pregunto, ¿todo lo que hacen está mal?

-Haga un balance de todos estos años en Langreo.

-En una sola palabra, agradecimiento. Gracias a los langreanos en mi casa pudimos salir adelante, mis hijos pudieron estudiar. Son cosas muy importantes. Y mi familia y yo sabemos que se lo debemos a la gente de aquí. Y como no soy langreano, lo digo. La gente de aquí y de las Cuencas es una raza extraordinaria, suele ser gente limpia. Hay una fibra especial, en los dos valles. Hay excepciones, pero son muy pocos.

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