[luis arias argüelles-meres]

Intensos fueron sus 68 años de vida(1901-1969). Prodigiosa puede considerarse su trayectoria periodística. Casi de epopeya los logros que tiene en su haber. Y es ahora, en 2006, cuando la figura de Jaime Menéndez empieza a ser conocida y reconocida.

Acaba de inaugurarse una exposición sobre su vida y obra en el Ateneo de Madrid. La ceremonia fue presentada por el presidente de la Docta Casa y referencia obligada en la filosofía española actual, José Luis Abellán.

A últimos de octubre pasado, en Salas, hubo una exposición sobre la vida y obra de Jaime Menéndez, a la que tuve la suerte de asistir. Este periódico se hizo eco de aquel evento que no contó con la presencia de las autoridades municipales salenses. Seguro que las servidumbres de la política les impidieron, muy a su pesar, asistir a aquella exposición. ¡Ay!

Glosaremos, en primer término, la andadura vital de Jaime Menéndez.

De Cornellana a Nueva York

Nace Jaime Menéndez en Cornellana en 1901. Era hijo del maestro del pueblo. De adolescente, como tantos y tantos asturianos de entonces, emigra a Cuba. Trabajando de contable en una papelería, aprende inglés y nace su forja como periodista. En 1925, comienzan sus colaboraciones en el diario estadounidense La Prensa. Se trata del primer rotativo de aquel país editado en español. En 1928 se produce un salto cualitativo trascendente en su andadura profesional, incorporándose a la redacción del The New York Times. Estamos hablando del primer periodista español que colaboró en ese diario, de cuyo prestigio está de más hablar.

Retorna a España como corresponsal del rotativo neoyorquino en 1932. Y vive los primeros avatares de aquel nuevo Estado que había sido proclamado en 1931. Tres años más tarde, la editorial Espasa-Calpe le publica el libro Vísperas de catástrofe, obra de la que nos ocuparemos más adelante. Al final de la guerra civil, en Alicante, mientras esperaba un carguero ruso que no llegó a arribar, es detenido y permanece en la cárcel hasta 1944. Durante su estancia en prisión, se las arregló para dar vida a una novela escrita en un inglés muy arcaico, seguro que con finalidad críptica, dadas las circunstancias que vivía. El manuscrito, ya traducido al castellano, parece que no tardará en ser publicado.

Tras el abandono de la prisión, se reincorpora a la profesión periodística. En Tánger es el redactor jefe de política internacional del diario España. En 1957, Fraga lo contrata como redactor de la revista Política Internacional. La muerte le llega en 1969.

Emigrante a Cuba que se enriquece, no con dinero, pero sí con una formación autodidacta que lo convierte en uno de los periodistas más prestigiosos que ha tenido este país. A pesar de su estancia en Estados Unidos y de su paso por «The New York Times», estamos hablando de un comunista convencido que se las apañó para sobrevivir, también profesionalmente, en la España de Franco tras su salida de prisión.

Jaime Menéndez fue un hombre que vivió su tiempo, apostando por una militancia política que jamás abandonó.

Hablemos ahora de su obra.

«Vísperas de catástrofe»

Páginas amarillentas y, en su mayor parte, cosidas. Quienes sienten pasiones bibliófilas saben bien cómo eran los libros que editaba Espasa entonces. Un lujo poder hacerse con esta edición, lógicamente agotada. Su lectura es un placer que va de principio a fin, un continuo asombro. El propio autor fecha el prólogo en febrero de 1934. Lo más notorio de Vísperas de catástrofe es que nos encontramos no sólo ante una redacción ágil que da cuenta de la situación de los distintos países que comparecen en el libro, sino que además el conocimiento que demuestra tener Menéndez sobre la historia de esos pueblos es más que meritorio. Más allá del reportaje que informa del presente que se vive en las más importantes naciones del planeta, se encuentra también la erudición histórica, que no es obligada en un periodista, pero que el lector agradece.

En un país como el nuestro que no dio al mundo muchas figuras que tuvieran inquietud por conocer la historia de pueblos tan alejados no sólo en lo geográfico como China y Japón, el conocimiento del que hace gala Menéndez asombra y admira.

Por lo demás, no faltan en el libro de Menéndez guiños a la voluntad de estilo, que también sorprenderán a quien decida transitar Vísperas de catástrofe, ensayo escrito con un didactismo portentoso, con una afán de claridad llamativo que consigna datos políticos, históricos y económicos de las grandes naciones de Europa, así como de China y Japón. Extraordinaria la erudición mostrada por el periodista Menéndez, erudición que, insistimos, no está reñida con la claridad. Visión del mundo certera la que da aquí el cornellanense a quien glosamos.

«La cárcel»

Los descendientes de Jaime Menéndez han tenido a bien hacerme llegar algunos fragmentos de esta obra. En contra de lo que suele ser común en estos casos, no se trata de una especie de diario escrito en primera persona. Se diría que el escritor y periodista se distancia del dolor que está viviendo y ofrece al lector del futuro, si autor y manuscrito logran salir de allí, una panorámica del reportero y testigo de lo que sucede en la España de entonces. Prestemos atención al fragmento que sigue:

«La comida, aunque el aspecto y la calidad no habían mejorado, requería esta vez por lo menos, más tiempo para masticarla. Había que atacar este trocito de galleta con valor, destreza y perseverancia. [É] Primero, cualquier bocado que había sido debilitado por el embate se separa del resto, luego, sin soltar los dientes había que someterlo a una presión más persistente, mientras la saliva lo empapaba. Después de un tiempo, los dientes avanzaban de nuevo. La evolución era lenta, pero entretenida. A fuerza de duro trabajo y voluntad, al final se pueden superar muchas dificultades».

Día a día, golpe a golpe. Cuando Europa era un campo de batalla, cuando España vivía los años más duros de la posguerra, Menéndez hace en secreto su cronicón, que, ahora, sesenta años después, verá la luz. Y ello nos ayudará a conocer mejor cómo era el mundo que consignó en sus escritos aquel hombre de su tiempo que fue Jaime Menéndez.

Sirvan, pues, estas páginas como bienvenida a la recuperación de una vida y de una obra que, como decíamos al principio, merecen ser conocidas. Y reconocidas.