No hay mejor disculpa que el año conmemorativo de Tolstoi para zambullirse en las páginas de Anna Karénina, que acaba de editar Alba en una completísima traducción con prólogo y notas de Víctor Gallego. Para quien la historia no sea nueva, será un placer volver a encontrarse con la frase memorable con que arranca la novela y de la que tanto se ha hablado y escrito, pese a tratarse de un texto con tantas frases, o precisamente por eso mismo. «Todas las familias felices se parecen, las desdichadas lo son cada una a su modo», escribió Tolstoi, abriendo paso con ello a una novela donde el amor y la infidelidad le sirven al autor para describir sin reservas el mundo social lleno de hipocresía que tanto detesta. Un héroe, Levin, que personifica en cierta medida su búsqueda de la felicidad y una heroína con la que es capaz de anticipar su propia muerte cuarenta años después en una lejana estación de tren, aunque en circunstancias diferentes. Anna Karénina es, sobre todas las demás cosas, como bien dice el traductor, una fábula sobre la búsqueda de la felicidad. Los personajes que pasan por sus páginas están provistos de un fulgor literario como pocas veces ha ocurrido.

El «año Tolstoi» ofrecerá también la oportunidad de ir al encuentro de los días finales del escritor de Yasnaya Polyana con la película The last station, nominada a los «Oscar» de Hollywood por los papeles que interpretan la magnífica Helen Mirren y Christopher Plummer, basada en la novela que Jay Parini escribió en 1990 sobre aquella última huida hasta el final, en Astapovo.

Volver a recordar el momento en que el insigne escritor llama a su fiel criado Dashan para que le ayude a meter un par de camisas en una bolsa, una linterna y un abrigo con el fin de poder soportar el terrible frío. O verle dar la vuelta sobre sus pasos para contemplar por última vez la casa donde nació, acariciar el césped humedecido por el hielo, besarlo y subirse al tren que lo llevara de una a otra parte por los interminables caminos de la madre Rusia, sin un rumbo determinado, porque los únicos parajes o paisajes que le importan ya son los del alma. Y en el alma quiere dejar grabadas las palabras que tanto trabajo le ha costado escribir en su diario de héroe vencido.