El próximo mes de diciembre se cumplirán nada menos que dieciocho años del debut del tenor José Bros en Oviedo, en un recordado recital acompañado por la soprano Sumi Jo. La pasada semana regresó a la capital del Principado y, dentro del ciclo de conciertos del Auditorio, cantó por primera vez en su carrera lieder para orquesta de Richard Strauss. Entre medias se puede apreciar la carrera ejemplar de un cantante que, por encima de todo, se ha convertido en una referencia por su trabajo serio y esforzado que se traduce en un canto honesto que llega al público con intensidad y sin atisbo de arrogancia.

Un tenor con casi dos décadas de carrera a sus espaldas es, hoy por hoy, algo extraño. Vivimos un mundo dominado por estrellas fugaces que arrancan con fuerza espectacular y en cinco o seis años se eclipsan súbitamente, aplastadas por una dinámica en la que las prisas acaban por romper profesionales no suficientemente preparados para soportar las altas exigencias de los circuitos de élite. La maquinaria, en este sentido, es implacable, y de forma inmediata son sustituidos por otros incautos que acabarán estrellándose un poco más allá.

Frente a lo anteriormente expuesto llama la atención la trayectoria pausada y muy bien pensada de un tenor como Bros. Lógicamente ha cometido errores, alguna que otra equivocación, pero cada uno de sus pasos ha estado meditado. La voz evoluciona con el paso del tiempo, es un instrumento que se va cambiando con la madurez del intérprete. Pero la falta de inteligencia de muchos intérpretes, unida a la voracidad de las agencias de conciertos que se unen a los cantos de sirena de muchos teatros, lleva a la ruina voces impecables. Por eso llaman ahora tanto la atención trayectorias tan sensatas, tan con los pies en el suelo, como el caso que nos ocupa.

Bros ha realizado grabaciones discográficas relevantes, ha cantado en los mejores teatros del mundo con los grandes maestros. Ha protagonizado producciones más clásicas y otras más vanguardistas. En todas ellas haciendo gala de una profesionalidad irreprochable. Ni ha buscado ni ha necesitado del brillo mediático, ni atajos para conseguir determinadas metas. Sucesivas etapas han llegado de manera natural, sin forzar. Su trabajo ha sido intenso y continuado y siempre hay en él una búsqueda por mejorar y ofrecer una representación mejor al espectador cada noche. No es un intérprete conformista de los que dan casi todo por bueno, sino que es capaz de poner en la balanza aciertos y errores y, sobre ellos, elaborar un análisis adecuado y ponderado. Ojalá el actual sistema lírico permitiera que más cantantes pudiesen ir evolucionando vocalmente sin prisa, abordando el repertorio de manera paulatina y no a trompicones. Si seguimos así trayectorias como la de José Bros cada vez más serán una rareza excepcional y no, como debieran, algo común en el rico mundo de la lírica. Bien es verdad que ya se sabe que el oropel a borbotones, y el dinerito fácil y rápido, siempre tiene más brillo que una apuesta sosegada en la que lo importante es la calidad a largo plazo. Sólo con echar la vista atrás veinte años se puede hacer un ejercicio de recordar cuántos intérpretes entonces en la cima han ido quedando por el camino. Asombraría el resultado.