El 1 de mayo de 1967, el abogado, empresario y millonario Teodulfo Lagunero y su hija Paloma, se tropezaron en París, donde pasaban unos días de asueto, con una gran manifestación llena de republicanos españoles procedentes del exilio y la inmigración plagada de lemas y pancartas antifranquistas. Aquel día, escribe Lagunero en sus memorias (Memorias, Umbriel, 2009), cambió su vida al comenzar una intensa colaboración con el Partido Comunista que iba a durar doce intensos años que fueron cruciales en la historia contemporánea de España..

Presentado por el poeta Marcos Ana a Santiago Carrillo, éste no sólo aceptó su ofrecimiento para apoyar financieramente al Partido en su lucha contra la dictadura franquista (desde el primer momento ya lo hizo con el Centro de Información y Solidaridad con España ( CISE) dedicado a la ayuda a los presos y perseguidos por el franquismo que dirigía Marcos Ana y presidía Pablo Picasso), sino que Carrillo le encomendó, sobre todo, la tarea de llevar ante él a cuantos p1olíticos franquistas o de la oposición al régimen pudiera para explicarles personalmente la posición del Partido ante el previsible final del franquismo, posición basada en «la política de reconciliación nacional» que desde 1956 venían manteniendo los comunistas. Estrategia con la que Lagunero se identificó desde el primer momento dado que estaba en inmejorables condiciones de llevarla a cabo por mantener contactos empresariales con algunos prohombres del régimen. Entre otros, el presidente de las Cortes franquistas, Rodríguez Valcárcel y su grupo de influencia; también con personajes con actitudes liberales de dentro del régimen como eran José Mario Armero, abogado y presidente de la Agencia Europa Press o el que fue ministro de Educación en el primer gobierno de Suárez, el asturiano Aurelio Menéndez. De esta manera, «Peñafiel», nombre de guerra con que Lagunero fue conocido dentro de la organización comunista, se convirtió en un personaje clave de la Transición, sin cuya actuación (llena de peligros y amenazas para él y su familia que, a veces, le produjeron sus miedos y sus dudas) no podría explicarse el éxito que Carrillo tuvo en su objetivo de sacar al Partido de su aislamiento y conseguir la unidad de la oposición al franquismo y hasta liderarla, a través de la Junta Democrática, en cuya constitución y actuación Lagunero tuvo también un importante papel.

En Villa Comète, la residencia de descanso que Lagunero compró en la Costa Azul para llevar a cabo estos contactos se coció, en gran parte, la Transición. En esa residencia y en París se llevaron a cabo algunas de las más importantes entrevistas que jalonaron aquel proceso y en las que Lagunero intervino. Como la que tuvo lugar entre Carrillo y el sobrino del «Caudillo», Nicolás Franco, en nombre del Príncipe sin que lo supiera el dictador o la que el mismo Lagunero protagonizó en nombre de Carrillo con Don Juan. De esta entrevista que tenía como objeto sumar al personaje real a las filas de la oposición antifranquista ofreciéndole la presidencia de la Junta Democrática que éste rehusó, Lagunero concluyó que el interés primordial de Don Juan (como también piensa del papel de Don Juan Carlos en aquellos años) no era el devolver la soberanía al pueblo español con la implantación de la democracia sino únicamente conseguir la supervivencia de la Monarquía. Lagunero fue también el personaje en quien confió Santiago Carrillo para entrar clandestinamente en España y ponerse al frente del Partido Comunista para dirigirlo directamente desde España en aquella difícil y crucial coyuntura. Fue a Lagunero, parece ser, a quien se le ocurrió disfrazar a Carrillo con la famosa peluca, de cuya confección, por cierto, se encargó al peluquero de Pablo Picasso.

¿Cuáles fueron las razones para que alguien como Lagunero en la cima del éxito profesional, con su riñón bien cubierto de millones, aquel Primero de Mayo diese un giro copernicano a su vida comprometiéndose hasta el fondo, con todas las imprevisibles y peligrosas consecuencias que ello conllevaba, con los comunistas en su lucha contra dictadura? ¿Se cayó del caballo y vio la luz como Saulo de Tarso en el camino de Damasco para que se produjese aquella conversión?. En la primera parte de este volumen de sus memorias (éstas llegan hasta la mitad de los ochenta y su intención es publicar próximamente su continuación hasta hoy) el lector encuentra las razones que demuestran que la de Lagunero no fue una conversión súbita y milagrosa al comunismo, sino un acto de plena coherencia con su trayectoria política y personal anterior y con la tradición ideológica en que se había movido su familia. Su padre, que había sido catedrático de Instituto formado en la Institución Libre de Enseñanza y director de uno de sus centros, al concluir la guerra civil sería condenado a seis años de prisión y después desterrado en Zamora; su hermano mayor también sufrió varios años de cárcel por sus actividades antifranquistas, y hasta él mismo fue activo luchador contra la dictadura en su etapa universitaria de Valladolid en el temprano foco de oposición a la dictadura que surgió en aquella Universidad en los años cuarenta por lo que sería condenado también a varios meses de prisión e inhabilitado para el ejercicio de su profesión de abogado y materialmente expulsado de Valladolid por las fuerzas vivas del régimen que no pudieron aceptar el éxito de la academia privada que Lagunero había establecido en la ciudad del Pisuerga. En Madrid siguió con su actividad en la enseñanza privada hasta que pasado el período de inhabilitación, obtuvo la cátedra de Derecho Mercantil de la Escuela de Comercio de Cádiz. Finalmente regresó a Madrid y en .los años sesenta, al calor del desarrollismo, triunfando en negocios inmobiliarios y financieros.

El repaso de esta parte de su vida convierte estas memorias, además de en un excelente testimonio de lo que fue la represión de la dictadura .en los cuarenta y cincuenta una significativa muestra de la corrupción e impunidad en que se movió la burguesía de los negocios que apoyó al régimen franquista.

Sin duda, estas memorias ( escritas con una prosa fluida, casi torrencial aunque con cierto desorden temático y reiteraciones) nos demuestran cómo el abogado y empresario Teodulfo Lagunero rebasó con creces al personaje que pagó la peluca de Santiago Carrillo: fue el millonario que arriesgó su vida no sólo al poner su cartera, sino, sobre todo, su actividad y su inteligencia al servicio del Partido Comunista para traer a España la libertad que seguimos disfrutando.