Al modo de Montaigne, es decir, del ensayo más clásico y literario, sin aparato de citas pero con inteligencia e imaginación, Xulio Arbesú ha alcanzado el Premio de Ensayo Máximo Fuertes Acevedo con El destín treshumanu. Sin duda, uno de los mayores méritos de este volumen es la voluntad del autor de hacer una mezcla de géneros (entre narrativa y ensayo) y de tiempos analizados (algo que podríamos llamar «ensayo-ficción»). Los ensayos literarios acostumbran a tratar cuestiones del presente o, las menos veces, del pasado. Arbesú hace un recorrido al futuro del hombre con la imaginación de un novelista y el rigor de un ensayista. No se pretende ofrecer un libro académico o de investigación, sino reflexionar sobre el papel que en el futuro le espera a la especie humana en contacto con las nuevas tecnologías. El autor intenta resolver la pregunta acerca de la incorporación de cada vez más medios técnicos en la sociedad de hoy en día: ¿Será el hombre más feliz? ¿Para qué sirve este bálamo de artefactos mecánicos? Hay que adelantar que Arbesú no responde a las preguntas que pone encima de la mesa, pero abre puertas, intuye soluciones parciales que el lector tiene que completar; imagina situaciones en las que la incorporación de la tecnología al vivir cotidiano es todavía mayor que ahora, y a partir de aquí deja que el mismo lector reflexione. El libro, entonces, tiene un mérito básico: despierta inquietudes, elemento fundamental de un ensayo. Un libro como este tiene que hacer pensar al lector, que le haga pararse cada poco y levantar la mirada hacia la pared de enfrente con el pensamiento ceñudo y concentrado. Arbesú lo consigue. En cambio, la falta de compromiso o riesgo en las respuestas hace que aparezca algo de decepción en el lector que acaba el libro. La lista de deseos con la que Xulio Arbesú cierra el ensayo no satisface, a mi entender, la esperanza puesta en una conclusión a tantas preguntas.

La ingeniería genética, los estudios informatizados, los sistemas de comunicación, las mejores en la sanidad física o psíquica... en todos estos ámbitos, Arbesú imagina aparatos, recursos, hace ciencia ficción y examina las consecuencias. Propone que el avance de medios técnicos no da la felicidad, pero nadie quiere que le quiten las comodidades que suponen. Por todo ello el destino de la humanidad parece estar encaminado muchas veces hacia una conquista de facilidades vitales gracias a la tecnología, sin que ello suponga una mejora.

El destín treshumanu también toca el tema del sufrimiento y la necesidad de él (aparentemente ninguna), el papel del cuerpo y su forma, el placer como sentido de la vida, o la muerte como fin de la misma, aunque parte de ella también. ¿En qué medida influirán en esto los avances tecnológicos? Al final, el sentido del hombre, su destino, es ser partícipe de una evolución, y el hombre trashumanu el inicio de un nuevo camino evolutivo. Arbesú ofrece el concepto de «egocentrismo vital», que no es otro que ver con las anteojeras del burro que tira del carro, para mostrar que no hay una sola senda por la que seguir. Desde luego, esto no es una novedad. Lo interesante sería que el autor no dijera cuál es el egocentrismo correcto...

Creo que al ensayo de Xulio Arbesú le ha faltado una opción que, desde mi punto de vista menos documentado que el del autor, me parece la más certera y desagradable: la falta de destino, que no será el destino de nadie, ni sujeto al egocentrismo vital de nadie. Quizá el hombre no tenga otro destino que la supervivencia, lo mismo que el resto de especies. ¿Por qué el hombre tendría que ser diferente? La inteligencia es la herramienta más apropiada que existe para vencer a los enemigos, hasta el punto que el mayor depredador del hombre, hoy en día, es el propio ser humano. Pero la inteligencia no deja de ser eso: un apero, un objeto que sirve para algo. Tener racionalidad no añade a la especie humana ninguna trascendencia, ni destino manifiesto. La felicidad no es el destino de la raza humana, sino del individuo particular.

En este sentido, el destino del homo sapiens puede ser, tranquilamente, seguir evolucionando hacia el ser trashumano o homo sapiens cyborg. ¿Pasaría algo en ese caso? Seguramente, no. Al fin y al cabo, está demostrado que, cuando el hombre inventa algo, por muy dañinas que sean las eventuales consecuencias, desgraciadamente, acabará usándolo. ¿Selección genética y avance de la especie humana? Sí, seguro. Lo único que espero es que hallamos aprendido, y que no volvamos a esa manía de buscar seres superiores donde no los hay. Mientras tanto, podemos leer este excelente libro y pensar, solo pensar, que no es poco.