Hay momentos en la vida de un pintor en los que siente la necesidad de decir algo experimentalmente nuevo con su pintura, lo cual coincide a menudo con la necesidad de decir algo sobre sí mismo, sobre sensaciones y emociones vividas, cosa por otra parte muy propia de la razón de ser del pintar, entendido como libre expresión personal. Para Hugo O'Donnell esa coincidente necesidad se produjo no hace mucho a partir de una experiencia estética que fue creciendo en intensidad: la contemplación de las miradas de personajes de cuadros pintados por maestros de la historia del arte, de Rafael a Vermeer o Van Gogh, una comunicación visual que con el tiempo se tradujo en el interesante proyecto de reproducir esas miradas e integrarlas en su propia obra, en un diálogo abstracto-figurativo articulado en las sugestivas construcciones plásticas que vemos en esta exposición, personal invención para una obra autorreferencial y síntesis de modernidad y tradición artística.

Esta capacidad para el diálogo o la integración de diferentes conceptos, tendencias plásticas y elementos formales la tiene bien acreditada Hugo O'Donnell a lo largo de su trayectoria en cuyas obras hemos visto conciliar con talento la geometría y el gesto, lo constructivo y lo expresivo, dibujo, forma, color y composición adoptando diferentes planteamientos artísticos sin merma de la coherencia y el reconocimiento de su manera. Ahora el pintor ha creado estas estructuras, puzzles plásticos en las que las miradas del arte del pasado se asoman y contemplan distintas versiones de su pintura abstracta con gran variedad de gestos pictóricos, caligrafías y colores. Esas miradas, por lo demás dulces, discretas y decididamente seductores, son además, y esto no es lo menos interesante del proyecto, la clave de la composición, puesto que unifican y armonizan estos objetos pictóricos asimétricos, exquisitamente cocinados con óleos, lápices, barnices y pinturas dorads o de aluminio.

Hugo O' Donnell ha partido de la herencia del cubismo en cuanto a la ruptura de las formas y su reconstrucción en una ordenación personal geométrica que mantiene su relación con el motivo. Estas obras tienen algo de collage, algo de constructivismo y algo de la frontalidad y el volumen del bajorrelieve, organizadas en torno al cuadrado. Son piezas que deben en buena parte su atractivo a su dinamismo interno, propiciado por una parte por el distinto contenido pictórico de los elementos que la integran, y los propios efectos dinámicos derivados de la acción de los contrastes cromáticos, pero sobre todo a la muy meditada relación entre los diferentes formatos de los elementos, en tamaños y figuras geométricas. Y por otra parte, lo que verdaderamente infunde vida y sentido artístico a estas obras es la asociación poética entre dos maneras de entender la pintura y, más allá de eso, lo que pueden sugerirnos sobre el paso del tiempo, en la vida y en el arte, esas miradas rescatadas del pasado para, perdida su naturaleza y su memoria, existir únicamente para ser parte de la obra de un pintor moderno, en diálogo misterioso y fascinante con ella. Esta «abstracción conceptual» sobre la obra de Hugo O'Donnell tiene algo de «vánitas».