José María Fernández Álvarez, «Alín», recientemente fallecido, es bien conocido en el ámbito de la filología como autor de «El cancionero español de tipo tradicional», su obra de investigación más importante, que le ha dado un merecido prestigio en el mundo académico. Pero yo quisiera recordar, como homenaje al profesor de Literatura nacido en Figares, Salas, en 1934, un singular trabajo periodístico de su juventud, publicado en LA NUEVA ESPAÑA el 22 de agosto de 1959. Y al decir un artículo o una entrevista singular no sólo se alude a su calidad literaria, sino, sobre todo, a que cambia para siempre el estado de una cuestión. En el último medio siglo se publicaron en la prensa asturiana varios artículos o entrevistas que hicieron cambiar el planteamiento o valoración de un tema. Recuerdo especialmente dos. El 14-10-1972, Melchor F. Díaz publicaba en la revista «Asturias Semanal» una entrevista con el comandante Caballero, uno de los protagonistas de la Guerra Civil en Oviedo. A la pregunta de «cuál fue su papel en el sitio de Oviedo», Caballero daba una respuesta que cuestionaba la versión oficial: «Yo soy un soldado y acepto esa verdad (oficial) sin discutirla. Tengo mi verdad, que es distinta, pero me la guardo». A partir de esta entrevista, muchos historiadores se replantearon el papel de Aranda y del comandante Caballero en los inicios de la Guerra Civil. José María Alín publicó en LA NUEVA ESPAÑA de 22-8-1959 un artículo que encabezaba esta afirmación: «Un ovetense llamado Luis Fernández forma, junto con Picasso y Dalí, el trío de los más grandes pintores españoles». En Asturias nadie había escrito nada parecido con anterioridad, y una gran parte de los asturianos ni siquiera había oído hablar de tal pintor. Sólo los especialistas y entendidos en arte contemporáneo sabían de la existencia de Luis Fernández. Todavía escribirá Alín un segundo artículo el 27 de febrero de 1960 titulado: «Es un ovetense el tercer hombre de la pintura mundial». El 25 de marzo de 1960, Luis Fernández escribe a José María Alín una carta publicada en LNE el 3 de abril de 1960, bajo el título: «Desconocido en Oviedo, su ciudad natal, pero famoso en el mundo». Luis Fernández reconocía la dulzura de los elogios de su tierra natal, tras conocer los artículos de José María Alín.

Posteriormente a este «descubrimiento» de José María Alín, numerosos autores asturianos continuaron estudiando y ocupándose del gran pintor ovetense, como Luciano Castañón, Carantoña, Silverio Cañada, Julio Ruymal, Eugenio Fuentes, Alfonso Palacio, etcétera, contribuyendo al mayor conocimiento de su obra. El Museo de Bellas Artes de Asturias aspiró -desde su fundación en 1980, especialmente por iniciativa de Toto Castañón, buen conocedor del arte contemporáneo-, a contar con obras de autores importantes, como Regoyos o Luis Fernández no representados en la pintura procedente de la antigua Diputación Provincial.

Más tarde, a mediados de los años ochenta, Bernardo Fernández, consejero de Presidencia del Gobierno de Asturias, viajó a París, donde adquirió a Ivonne Fernández, viuda del pintor, el núcleo fundamental -velas, cráneos, rosas y palomas- de la colección de 27 pinturas, 70 dibujos, dos planchas, una escultura y numerosos documentos personales que atesora actualmente el Museo de Bellas Artes de Asturias. Alberto Fernández, un mierense que había combatido en España y Francia en dos guerras por la libertad y la democracia, acompañó a Bernardo Fernández a visitar la casa donde había vivido el inmortal pintor nacido en Oviedo.

A José María Alín corresponde el honor de haber sido el primero en comunicar a la opinión pública asturiana, a través de LA NUEVA ESPAÑA, en el verano de 1959, que uno de los más grandes pintores residentes en París era de Oviedo y se llamaba Luis Fernández.