Algunas aves tienen una conducta migratoria atípica; de hecho, no realizan verdaderas migraciones, sino que efectúan desplazamientos irregulares, impredecibles, sin periodicidad y sin un rumbo ni un destino determinados, que movilizan a grandes masas de individuos hacia territorios fuera del área normal de distribución de la especie. Estos movimientos se conocen como irrupciones (siguiendo la terminología internacional) y resultan típicos de las aves granívoras y frugívoras de los grandes bosques del Norte, como el piquituerto común, el pinzón real y el ampelis europeo.

Las irrupciones suelen producirse por la combinación de dos circunstancias: una temporada de reproducción exitosa y un otoño pobre en alimento en los territorios de cría. A este respecto, un rasgo común a las aves irruptoras es su especialización en un recurso muy abundante: piñones, el piquituerto, y bayas de serbal, el ampelis europeo. Otras veces es la escasez de comida en las zonas habituales de invernada la que las empuja más al Sur. El frío intenso y la meteorología adversa son otras causas frecuentes de las irrupciones. A diferencia de fenómenos análogos, como el nomadismo invernal y las fugas de temperie, estos desplazamientos no cesan en cuanto remiten las condiciones adversas, sino que son persistentes: las aves se establecen por espacio de un año o de dos e, incluso, se reproducen en las zonas de irrupción. Un ejemplo clásico de este comportamiento es el piquituerto común, que ha protagonizado grandes irrupciones en Europa, algunas de las cuales se han hecho notar en Asturias, como la de 1930 -que alcanzó por el Oeste el archipiélago de Madeira y el Magreb por el Sur-, tan llamativa que se vio reflejada en los periódicos regionales de la época. Recientemente, se registraron entradas fuertes de piquituertos entre el otoño-invierno de 1990 y, de nuevo, en el otoño de 1993. Los años con llegadas masivas suelen dejar un remanente de reproductores en los pinares de repoblación de las rasas y de las sierras.

El pinzón real y el ampelis europeo son otros paseriformes de la taiga de conducta irruptora; el primero inverna aquí en los hayedos y en los rastrojos costeros, mientras que el ampelis aparece en hábitat variados. El último ejemplar registrado permaneció más de un mes en un parque urbano de Avilés, entre febrero y marzo de 2011; hay otras dos citas ese mismo otoño-invierno, en bosques de montaña, y se conocen más observaciones en años inmediatamente anteriores, en espacios costeros, todas de aves solitarias o pequeños grupos. Es posible que la llegada de esta especie sea más regular de lo que parece y pase desapercibida por el escaso número de ejemplares. El frío invierno de 1965-1966 produjo numerosas capturas y observaciones en el País Vasco y en Cantabria y también se destaca en la bibliografía la irrupción de 1956, sucedida por otras tres en años consecutivos, durante los cuales el área de reproducción de la especie en Escandinavia cambió sensiblemente. Los ampelis desplazados fuera de su área típica de invernada llegan usualmente en octubre o a primeros de noviembre y se retiran en marzo.

Algunas rapaces y otras aves de dieta carnívora protagonizan desplazamientos inusuales debidos a las fluctuaciones de sus fuentes de alimento, concretamente de las poblaciones de roedores de la tundra y de la taiga, aunque se trata de especies que rara vez alcanzan la península Ibérica, como el busardo calzado, o que se quedan siempre más al Norte, como el búho nival, el cárabo lapón y el alcaudón real. No obstante, estos movimientos suelen clasificarse como nomadismos, al igual que los de muchas aves granívoras que en invierno forman grandes bandos mixtos que vagan a distancias de decenas o cientos de kilómetros con respecto a sus áreas de cría. El avefría europea ejemplifica las fugas de temperie, motivadas por condiciones de frío tan intenso que se hielan el agua y los suelos y, por tanto, resulta imposible el acceso a los invertebrados y a muchos recursos vegetales vinculados a esos medios. El vencejo común practica una variante breve de estas fugas (de horas o algunos días de duración a lo sumo), que no son sino movimientos locales a zonas con altas presiones para evitar los temporales que eliminan el plancton aéreo de insectos voladores y le privan de sustento.