Cuco Suárez (Laviana, 1951) regresa a las salas de exposición después de un largo tiempo dedicado a la gestión y dirección del espacio Fundación Arte Ladines, en Sobrescobio. «No cierro, me voy, necesitaba volver al circuito», afirma. Artista multidisciplinar, «perfomer», viajero y una de las voces más contestarias e inteligentes del panorama creativo asturiano, Cuco Suárez expone en el Centro Antiguo Instituto de Gijón su «Proyecto Hamlet», una reflexión sobre el drama contemporáneo de los sistemas capitalistas y los abusos del poder. Una sociedad que se apoya en la «teoría de la conspiranoia» que Cuco Suárez explica con pasión y convicción, apoyado en tres de sus herramientas favoritas: la psique, la religión y la escatología. La muestra estará abierta hasta el próximo 21 de febrero.

-¿Qué es la teoría de la «conspiranoia»?

-Es la perversión del sistema y tiene su máxima expresión en el 11-S, con la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York. Para Bush y su gente fue la excusa perfecta para desarrollar un sistema de vigilancia paranoide. El resultado es una sociedad dirigida por corruptos. Y para ellos todos somos sospechosos.

-¿Quiénes son ellos?

-Los políticos, los banqueros, las grandes empresas. En estos momentos vivimos una situación dramática y se ve en «Proyecto Hamlet». No doy soluciones porque no las tengo. Pero no soy frívolo. Leo, estudio, viajo, investigo y más que un artista soy un cronista de lo que veo, y lo cuento a través de las artes plásticas, con los símbolos y con la iconografía.

-Deduzco que, desde su punto de vista, la crisis no es sólo económica.

-Más que una crisis económica hay un desmadre económico que debemos desactivar. El dinero va en una sola dirección y, por otra parte, está mal gestionado, lo que ayuda a que se active la teoría «conspiranoia» en este campo, se amplifique y se especule en todos los aspectos con la palabra. ¿Quién está en crisis? Desde luego los banqueros, los políticos y los «lobbys» no, al contrario, tienen superávit. Hay una crisis moral, de principios y ética pero el dinero no ha desaparecido. Lo que ocurre es que en el siglo XX eramos revolucionarios y en el XXI nos hemos convertido en esclavos. Se despide a dos personas y se contrata a una tercera que hace el trabajo de tres. Los bancos siguen facturando y tienen balances positivos. España es un país católico y eso nos condiciona mucho.

-¿En qué sentido?

-Tenemos dos sacramentos, el derecho a putear al prójimo y el perdón supremo todos los domingos. El cristiano católico no asume sus errores nunca. La pieza «El querubín, el botijo y la rana», una trinidad en formato de fontana que presento en la exposición, es una crítica a la iglesia y a ese espíritu de perdón que da a las ciudadanos el derecho a putear a los demás. En España, cuando la burguesía putea al obrero va a confesar; en Austria al psicoanalista. Esa es la gran diferencia.

-¿Y qué reacciones percibe a su denuncia entre la gente?

-A la gente le está gustando la exposición. El que expone se expone y más cuando, como es mi caso, haces un arte político y lo que vende es el discurso que estás dando. Sobre todo porque no estoy en galerías, no me interesan las galerías españolas.

-¿Por qué?

-No saben tratar a los artistas, no me llevo mal con los galeristas pero el trato con ellos es dificil. Hay una gran diferencia con los de Europa y América, que tienen con el artista casi una relación de padre a hijo. Mi obra es dificil de exhibir en las galerías españolas.

-¿Por eso creó Ladines?

-En Ladines defiendo un lugar y una forma de vida donde se puede hacer arte geopolítico. En ese espacio se produce una especie de vuelta a la naturaleza, en el que las nuevas tecnologías se mezclan con la tradición del lugar y el paisaje. De ahí ha surgido una obra contundente y libre. No cierro la fundación, cierro el espacio, me voy porque yo sólo no podía con todo y tenía deudas. El Ayuntamiento me ayudó el primer año y el Principado me dio alguna ayuda, pero no suficiente. Pero estoy muy orgulloso. Por Ladines pasaron artistas muy importantes. La inauguré con Marcel-lí Antúnez y la clausuraré, el próximo 8 de febrero, con Santiago Sierra. Y lo curioso es que ahora que cierro me llaman del País Vasco y de Cataluña para dar charlas sobre el proyecto.

-¿Qué es Asturias hoy?

-Un desierto verde y ocioso en el que está mal visto trabajar. Nos compraron con dinero y con prejubilaciones. La lucha obrera buscó la prejubilación sin pensar que venía un relevo generacional, sin acordarse de que tenía hijos y nietos. ¿Qué va a ser de esta gente? ¿Qué filosofía es esa de vida? El otro día una niña de 7 años me dijo que de mayor quería ser modelo o prejubilada. La gente se ríe cuando lo cuento pero a mi no me hace ninguna gracia. Y después está nuestra burguesía, a la que nunca le interesó su tierra. Y los grandes empresarios que están fuera vienen de vacaciones dándosela de asturianos a comer fabes y tirar pedos. Somos muy sedentarios. En la cuenca minera y en Gijón solo ves a paisanos con las manos en los bolsillos. Esto no ocurre en ningún país centroeuropeo

-¿Laboral y Niemeyer son proyectos artísticos contemporáneos con la marca internacional?

-No se tenían que haber hecho. Hace diez o doce años, los artistas nos entrevistamos con el entonces consejero de Cultura, Javier Fernández Vallina, y le pedimos un centro de arte contemporáneo en Avilés. Nos dijo que sí pero ya tenían decidido hacerlo en la Laboral. Con todo el respeto que tengo a la gente que trabaja en el centro de arte Laboral y a su director artístico Benjamin Weil, buenísimo como persona y como gestor, creo que no va a funcionar. Es un coloso de espaldas a la ciudad, no tiene colección de arte y la gente quiere ver obras de artista. Y me pregunto por qué no hay un piloto asturiano. ¿Nos dan vergüenza nuestros propios gestores? En mi opinión, la Laboral debía quedar para edificio universitario y el centro Niemeyer debía destinarse a ancianos y niños. Y debería construirse en una ciudad del centro un verdadero museo de arte contemporáneo. Cuando una gallina no pone huevos hay que matarla. Y que se empiece a contar con artistas asturianos. No se puede seguir gastando dinero de todos para contenedores sin contenido. Ha habido exposiciones de Laboral fuera, pero los artistas no se han consolidado. No quiere decir que no lo estén intentando. Son dos espacios que se hacen la competencia, es un rollo goyesco que por mucho que me lo expliquen no lo voy a entender

-¿Y el Niemeyer?

-Decía Bacon que Picasso no era surrealista porque pintara cuadros surrealistas sino por su condición de español, porque todos los españoles somos surrealistas. Con el Niemeyer rizamos el rizo. De repente dicen que nos cae casi llegado del cielo un proyecto para meter dentro un museo que no existía, el de los Premios Príncipe, nos regalan una idea que nos cuesta 44 millones de euros y montan un centro para hacer la competencia a la Laboral. Estas cosas en Europa no pasan. Y, a diferencia de Laboral, el Niemeyer estuvo dirigido por personas insuficientes, cuando lo que se necesita son personas de notable o de sobresaliente.

-¿Le plantea problemas éticos exponer en La Habana?

-Representaré a España en la bienal que se celebrará en mayo. Me contratan como artista y como artista voy a hacer mi obra. Y la pieza que llevo es la de «Sospechoso», una puerta que te insulta cuando pasas debajo. Esto entra dentro de la línea transgresora que trae consigo el arte

-¿Disfruta haciendo su obra?

-El placer no deja cicatrices pero el dolor sí. En estos momentos, vivimos una situación un tanto dramática y se ve en el «Proyecto Hamlet». Más que artista soy un cronista de lo que veo y lo cuento a través de las artes plásticas, con los símbolos y la iconografía. Otros artistas, como Galano, son capaces de crear emociones.