Mathias Malzieu posee un ritmo y un imaginario muy personal, a veces onírico, infantil, caótico, exuberante, único, un atractivo casi instintivo que consigue enamorar incluso al lector más exigente, o más frío, o más duro, en sus análisis de la obra. Podríamos elaborar toda una serie de tratados sobre las diversas cuestiones que aquí nos encontramos, cuestiones que de un modo extraordinariamente bello se nos muestran ante nuestros ojos atónitos, escondiendo, sin embargo, el peso de nociones como la libertad, la transformación interior, la invidualidad, el coraje, la valentía, los sueños... Se trata, por lo tanto, de una obra recomendada para lectores de todas las edades, y que dicha lectura sea repetida en diferentes momentos de la vida para poder aprehender de ella todas esas pequeñas y extraordinarias lecciones que nos ofrece a veces en forma de clave a interpretar, a veces de un modo totalmente abierto.

El sueño del joven Tom «Hematoma» Cloudman es volar: «Me llamo Tom "Hematoma" Cloudman. Dicen por aquí que soy el peor especialista de escenas arriesgadas del mundo, lo cual no es del todo falso. Estoy dotado de una extraordinaria capacidad de golpearme cómicamente con las cosas». No sólo es un pésimo acróbata sino que se ha convertido ya en un experto en caídas. La razón de todo esto está clara, esos saltos vertiginosos son el único momento en el que Tom se halla cerca del cielo, su sueño. Utiliza toda una serie de aparatos inventados para su vida cotidiana, como un ataúd perfectamente acomodado para viajar dentro de él con la libertad que eso le permite tanto personal como en el ritmo de futuras caídas. Así, aparece Tom Cloudman un día en el hospital tras su más aparatosa caída. Sin embargo, todo nos conduce a algo, allí conocerá a una criatura muy especial, mitad humana mitad pájaro. La metamorfosis del amor ha comenzado. He aquí una de esas apuestas filosóficas y morales de las que hablaba anteriormente. Malicie nos ofrece desde una perspectiva completamente nueva, fresca, una serie de propuestas extraordinariamente bellas de las que podría extraer cualquier lector medio un pequeño tratado sobre algunas de las cuestiones más importantes de nuestra civilización, con un trato a modo de sugerente chocolate fundido, sin saber que lo realmente importante ocurre mientras el chocolate nos invade por dentro, y calienta.

Tom, necesita su dosis de cielo: «no puedo respirar correctamente si no inhalo aunque sólo sea un poco de aire fresco». Entre la caricatura, el cómic, la filosofía, el ensayo, tantas y tantas disciplinas sometidas con tanto acierto y buen gusto a una especie de brillante y sencillo guión que nos ha entusiasmado tanto como sus otras novelas, personajes que bien podrían formar parte en un futuro no demasiado largo del universo de Tim Burton, diálogos excepcionales, una frase que disfruto tanto una y otra vez en el remake de Sabrina (donde no me cansaré de decir que muy a pesar todos los pesares está en estado de gracia). Algo así como: «Es como si una brisa fresca hubiera invadido toda la casa». Y como prueba un botón: «Los pájaros se entierran en pleno cielo. Incluso la más elegante de las nubes está repleta de sus cuerpecitos yertos. Se dice que de cada 10.189 gotas de lluvia, un sería la lágrima de un pájaro muerto y que de cada 16.474 copos de nieve, uno el fantasma de un pájaro descolgado de la placenta celeste».