Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna, Valencia, 1949) disfruta de la lectura mientras encuentra algo sobre lo que escribir. Con Crematorio, la novela que luego fue serie de televisión, ha vivido su mayor éxito, pese a que estuvo a punto de guardarla en un cajón.

-Usted no es amigo de las prisas y se toma su tiempo para publicar novelas. ¿Es una necesidad darle tiempo a la escritura?

Es que nunca he tenido la sensación de ser un escritor profesional y escribo cuando me salen las cosas. Por mí estaría todo el tiempo escribiendo y publicando, pero también necesitas cambiar de visión entre una novela y otra porque, si no, dirías lo mismo, y siempre pasa algún tiempo y crees que puede ser la última que has escrito, y si no te sale, no te sale.

-¿Sigue teniendo esa sensación de que puede ser la última?

Siempre la he tenido. Cuando escribí La buena letra hice un texto que me pidieron en el que ya pensaba que sería la última, que no iba a dar más de mí mismo y que no tienes nada más que contar. Tienes que convencerte para seguir.

-¿Escribe porque lo que lo rodea no le gusta?

Claro, porque si te gusta mucho lo que te rodea lo disfrutas, pero escribes cuando ese disfrute crea problemas. Y te comprometes con algo y escribes para encontrar un espacio, que en mi caso es el mío propio y que me compromete conmigo mismo y no con cómo me cuentan las cosas otros.

-Pues últimamente habrá muchas cosas que no le gusten.

Pues sí, últimamente me gustan tan poco las cosas que cada vez más tiendo al silencio. Porque no sé nada, todo es ruido y cada vez me cuesta más coger la pluma o el ordenador, porque luego ¿de qué opinamos?, ¿de Irak, de Libia?, ¿de lo que le conviene a un color político o a otro, o para la competencia de distintos grupos mediáticos? Tengo la sensación de cada vez hay menos independencia en la información que recibimos.

-Las protestas por los recortes, la crisis... ¿son síntoma de que la sociedad no está tan dormida?

Bueno, eso lo veo como un síntoma de que algunos se han ido del poder hace dos meses y les ha sentado fatal el cambio, porque la sociedad es la misma que se ha tragado las reformas y los cinco millones de parados. Es cierto que hay un malestar del que yo mismo participo, vemos que todo es una gran mentira y pensamos que se va a desplomar todo otra vez.

-Escribe desde niño, pero hasta los 40 años no publicó su primera novela. ¿Qué lo frenó?

Que no me salía como ahora. Desde pequeñito me gustaba escribir cuentos, obritas de teatro, ver películas e imaginar cosas, pero la literatura me daba más bien miedo porque me parecía resbaladiza y estudié Historia, que me daba más certezas, más suelo firme. No me salía nada y por fin, después de varios intentos, escribí una novela y hasta los 40 no se publicó.

-Eso no es habitual hoy con tantos escritores jóvenes.

Es que yo no tenía enchufes y nunca me gustó relacionarme con literatos, sobre todo, para mantenerme un poquito suelto. Y me he evitado errores que algunos con 18 años cometen al publicar tan pronto, y es que luego se arrepienten de sus primeros libros.

-¿Tiene rutinas para escribir?

No, escribo si me sale. Ya quisiera yo estar inspirado todos los días. Me tiro meses sin escribir nada, con mucha tortura interior, y ya cuando estoy con una novela me paso 14 horas al día y lo que haga falta. Soy muy vicioso de la lectura y cuando estoy escribiendo noto que eso me empieza a molestar. Suelo tener una idea, un malestar o algo que sacar, voy probando y acaba cogiendo su propio ritmo. No escribo lo que sé, sino que aprendo de lo que escribo. Para mí la escritura no es el reflejo del conocimiento, sino un camino de aprendizaje.

-Dice que en cada novela deja algo de usted en sus personajes. ¿Eso duele o libera?

No libera, lo que pasa es que es tu forma de vivir. Si te sale un personaje malvado o bueno, en quien te has inspirado es en ti, porque dentro de nosotros está todo. La sensación es que escribo de mí mismo cuando escribo de otros.

-Pues en Crematorio sufriría más de la cuenta.

La verdad es que le acabé tomando tanta manía a Crematorio cuando la escribí que pensé que, en cuanto el editor o algún amigo me pusiera la más mínima pega, la guardaría en un cajón y no la publicaría.

-Y ha sido su mayor éxito.

Pero la escribí muy a disgusto, me parecía poco moral, muy oscura, pero poco a poco me fui reconciliando con ella y ya ni me acuerdo, salvo cuando me preguntan.

-¿Necesita alejarse de su obra cuando se publica?

Cuando acabas una novela pasas unos meses excitado y luego la vas viendo más distante, ves los gazapos que se han escapado, ya es cosa de otros. Hombre, agradeces los premios, pero ya es como si no tuviera nada que ver conmigo.

-¿Y ahora qué prepara?

No tengo nada. Escribí hace un tiempo y ahí voy, y si no escribo, pues nada, me da tiempo a leer más, porque la verdad es que no sabe uno para qué escribe. Ahora estoy con las memorias de Saint-Simon y he vuelto a leer a Galdós.