Tomen nota: Un buen chico. Una de las novelas españolas más estimulantes del año. La firma Javier Gutiérrez. Tenía claro que «no quería contar una historia. No me interesa narrar, presentar un paisaje social o de otro tipo, desarrollar un argumento. Todo lo que escribo sale de dentro de mí aunque sea pura ficción. Una de las ideas que me rondaban por la cabeza cuando comencé a escribir era conectar con el lado más oscuro de mí mismo, tocar teclas a las que uno nunca se acerca por puro terror de lo que pueda encontrar. Lo que uno mismo rehúye de sí mismo. Creo que eso está íntimamente relacionado con lo que decía antes del shock emocional. El mismo mecanismo auto exploratorio que he utilizado en el proceso de escritura parece reproducirse en cada lectura. Y lo más curioso: las reacciones entre lectores masculinos y femeninos son tal vez igual de intensas pero, sin duda, un poco diferentes, probablemente haya dos conexiones: la del miedo y la del deseo, y por eso las respuestas por sexo son sutilmente diferentes, hay quien le asusta lo que ve y hay a quien le asusta un poco más lo que siente».

Nunca utiliza una hoja de ruta, «nunca sé lo que va a ocurrir en la siguiente línea, me parece imprescindible avanzar al mismo tiempo que lo hace el lector. Eso me obliga a escribir la novela dos veces. Una a ciegas, siguiendo a los personajes, guiándome únicamente por sus lógicas emocionales hasta llegar al final (o casi al final), quiero decir, escribir la novela una primera vez para comprenderla y otra segunda para cerrarla, cuadrarla, plegarla. En el primer trayecto he dejado puertas abiertas, vías muertas, que luego debo cerrar. Eso implica necesariamente tener que reescribir la novela casi por completo o, más exactamente, sobrescribirla. Sin embargo, ese efecto empático, esa sensación casi solidaria de avanzar en la lectura y en la escritura en las mismas condiciones, de haber descubierto en el mismo momento lo que descubre el lector, esa sensación, en cierto modo de honestidad, creo que se conserva latente en el texto».

La volvió a leer cuando recibió el libro impreso. ¿Y? «Me enganchó, noté que yo mismo me ponía tenso y, al acabar, salí del bar donde la había leído incapaz de desconectar, como aturdido. No todo el mundo entrará en la novela y otros querrán bajarse en medio y mucha gente, aunque reconozca su valor, no les acabe de gustar, al menos no de la forma que me gusta a mí. Mi sensación es que es un puñetazo (tal vez demasiado fuerte, un poco destemplado, podría haber sido una novela más larga y más sólida, menos volátil), pero mi sensación es que todos los elementos narrativos son instrumentales y se van aliando para conseguir esa mezcla de empatía y horror que hace que la novela funcione a un nivel emocional profundo».