El periodista John Carlin pertenece, como él mismo asegura y por derechos adquiridos, a la tribu más grande del mundo. La más heterogénea y la de mayor alcance territorial. Suyo es, como nos ocurre a otros, el gran tema de conversación mundial: el fútbol. Carlin es el autor de La tribu (Planeta) que recoge una selección de los artículos publicados entre 2006 y 2011 en «El País» bajo el nombre de El córner inglés. Siempre es un placer leer, incluso releer, las simpáticas conclusiones de Carlin sobre dos de los antipáticos oficiales del fútbol, Mourinho y Ferguson, o la pulsión que le llevó a abandonar al equipo de su vida, el Manchester United, el asunto más enojoso y también probablemente increíble de todo lo que ha escrito.

Para acompañar la fiebre futbolera que a partir de mañana concitará la nueva edición de la Eurocopa, Libros del K.O. ha estrenado una colección que tiene por distintivo el tifo literario. Se llama Hooligans ilustrados y puede ser como la propia editorial indica el alimento espiritual de tuercebotas y fajadores. La alineación inicial de autores incluye a Enric González (Una cuestión de fe) -un librito de algo más de sesenta páginas igual que el resto de los publicados de la serie- a propósito de su querido Espanyol, de lectura esencial para conocer de primera mano lo que diferencia a un periquito de un culé y desmontar algunas teorías peregrinas alimentadas también por la literatura, como la de que el Barça fue un club antifranquista en los tiempos en que para serlo cualquier institución estaba obligada a la clandestinidad. Enric escribe en Cuestión de fe de la relación entre el fútbol y la estética, de la identidad indestructible y de la pasión que le llevó en plena luna de miel a aquella final de infausto recuerdo contra el Bayer Leverkusen, que «abrió un agujero frío en el corazón de los pericos».

Un madridista, Ramón Lobo, compañero de periódico de Enric González, cuenta en El autoestopista de Grozni y otras historias de fútbol y guerra cómo estuvo a punto de dejar en tierra rusa a un «espectro encogido» que no se le ocurrió otra cosa que saludarle con la salmodia «Barcelona y Stoitchkov». Antonio Luque (Señor Chinarro), Julio Ruiz, Manuel Jabois y Marcos Abal, escriben también de sus equipos, Betis, Atlético de Madrid, Real Madrid y Barça, respectivamente, en los otros títulos que componen la ligera colección.

Pero al hablar de fútbol y literatura no nos podemos olvidar del Negro, Roberto Fontanarrosa, además de inolvidable dibujante humorístico probablemente el más destacado autor del género de todos los tiempos. En Rosario, los aficionados tienen que escoger entre canallas y leprosos. Y esa elección marcará sus vidas. Los leprosos son de Newell's Old Boys, un club cuya historia empieza en el patio de recreo de un colegio dirigido por profesores británicos y está vinculada al nacimiento del fútbol en Argentina. A Maradona, que jugó con los Ñuls, le gustaban los colores rojinegros porque le recordaban la bandera de las revoluciones. «La del Che Guevara», decía. Los canallas, el Rosario Central, le disputan la antigüedad a sus vecinos. Sostienen que el fútbol en Argentina empezó con el Central Argentine Railway Athletic Club, fundado, asimismo, por ingleses trabajadores del ferrocarril. De los discutidos orígenes parte precisamente la incomparable y feroz rivalidad rosarina.

Los leprosos han tenido entre los suyos al Cucurucho Santamaría y, más recientemente, a Maradona, pero en el haber de los canallas, que además atesoran más victorias en los enfrentamientos locales, figuran «la palomita de Poy» -el inolvidable gol de cabeza de Aldo Pedro Poy a Newell's en la cancha de River, el 19 de diciembre de 1971, se celebra todos los años en Rosario y puede considerarse el más festejado del mundo- y el propio Fontanarrosa, que lo recordó en un cuento cuyo título conmemora la fecha. De hecho, Rosario Central decidió llevar para siempre en su camiseta un dibujo del Negro que el humorista rotuló con la frase «Soy canaya», intencionadamente con «y».

Central está reservado eternamente a su nombre. Cuando murió un paisano que indudablemente le quería le dedicó los siguientes versos: «Se nos fue el Negro, escriba mayor / y en cada partido renace el dolor. / Sus congéneres canallas no lo olvidan, lo añoran / su figura inconfundible en la tribuna de calle Portiñola./ Se nos fue el Negro, un vacío se destaca / y en honor al Negro retiraron su butaca. / En cada partido no ha de faltar / el duende del Negro cinchando por su Rosario Central. / Historias de fútbol, charlas de café, cuentos, figuras telúricas, obras hermosas / nos dejó el Negro, Roberto Fontanarrosa».

Su popularidad y la sencillez con que hilvanaba las historias, la afición desmedida por el fútbol y el hecho de no pertenecer a una élite intelectual le pasaron factura entre los círculos exquisitos, cosa que a él le importaba un bledo. Los que le admiran no han parado de reírse con sus ocurrencias. Suyos son los mejores cuentos de fútbol que he leído. En uno de ellos, Fútbol y ciencia, Fontanarrosa inventa el «referato a distancia» mediante un revolucionario sistema computarizado, Arbipeissal Und Perspektiven (AUP), que permitiría conectar el terreno de juego con una torre de control a distancia y prescindir de los árbitros. Un auténtico fracaso.

Los errores arbitrales forman parte inseparable del juego y, sobre todo, del día siguiente. Enric González cuenta en sus amenísimas crónicas, Historias del Calcio, un clásico ya del género, lo que ocurre cuando las simpatías de un árbitro internacional levantan suspicacias. Es el caso de Pierluigi Collina, tifoso de la Lazio, y de lo que ocurrió en la última jornada del campeonato 1999-2000. «Collina arbitró el partido Perugia-Juventus. La Juve tenía 71 puntos. La Lazio, segunda clasificada, con 69, jugaba en su campo contra la Reggina. En Perugia caía un diluvio, el césped estaba imposible y se preveía la suspensión. Pero Collina, tras una larga espera y contra la opinión de los juventinos, hizo rodar la pelota. El encuentro fue una parodia sobre barro y venció el Perugia por uno a cero. En Roma ganó la Lazio, que se llevó por sorpresa el scudetto. Cosas que pasan. También es cierto que la Lazio no fue capaz de ganar en los diez primeros partidos que le arbitró Collina».

El fútbol tiene estas cosas que merecen la pena ser contadas. Y leídas.