De ser el elemento sustentador de un sistema de representación de la realidad en el arte clásico o un testimonio directo de lo perceptivo por sí mismo, el dibujo ha llegado a convertirse en lo que es la manifestación plástica más subjetiva y espontánea del pensamiento del artista. Como esa nueva naturaleza puede responder a una extraordinaria variedad de usos y maneras expresivas en el arte moderno, resulta hoy difícil determinar o definir lo que es el dibujo, y, de hecho, en los certámenes que se convocan para esa técnica los jurados suelen tener dificultades para decidir, admitir o no aquellas obras, con grabados, óleo, acuarela, nuevas tecnologías, collages, etcétera, que van más allá del puro arte gráfico, presentados como dibujos. Un buen ejemplo es la muy sugestiva exposición de Juan Pablo Villalpando (Madrid 1963), artista de muchos saberes, entre ellos el grabado y, sobre todo, la litografía, como profesor y como creador plástico, que aunque en la muestra utilice el grabado, el objeto, la pintura, la fotografía, hasta la escultura, y, por otra parte, la literatura, personalmente entiendo su exposición como dibujo.

Una muy interesante peculiaridad de esta muestra es que lo literario constituye una parte sustancial, y como excepción particularmente grata, de su instalación. Porque las imágenes plásticas aparecen acompañadas de bellos y conmovedoramente sencillos textos poemáticos, como piezas separadas de un mismo libro de recuerdos. Estos textos, escritos desde el sentimiento y los territorios de la nostalgia, plantean un principio de realidad del que, inevitablemente, se escapan las imágenes del correlato, que, por su parte, se deslizan hacia lo simbólico y lo imaginario, como fragmentos surreales o abstractos del pensamiento del artista, pero de ningún modo como una traducción a lo plástico, por más que puedan suponer también una dimensión de lo íntimo, una proyección de la memoria.

De este modo, los dibujos, sigamos llamándolos así, discurren paralelos a los textos como una melodía que los acompaña, abstracciones, como en la música, que hablan un lenguaje distinto y por ello exigen una lectura diferente, ser contemplados en sí mismos, en lo puramente plástico, sin esperar connotaciones anecdóticas, una información adicional a lo literario, aunque existan conexiones más o menos profundas, porque expresándose en una ambigüedad entre lo imaginado, lo soñado y lo sentido pertenecen conceptualmente a otro y libre medio de creación. Sólo en el lenguaje del arte de la infancia está la imagen directamente ligada a la palabra.

¿Qué esperas ver cuando estés dormido?, titula Villalpando uno de esos textos que, unidos a una muy imaginativa, variada y atractiva serie de obras plásticas, van desgranando historias que nos hablan con melancolía del pasado, de los recuerdos, de los amores, de los veranos, de las tristezas, de los lugares... No me resisto a reproducir uno de ellos que se titula «El tercer suspiro» y dice así: «Una vez siendo niño, estaba en la plaza jugando con unos amigos. Bajo una acacia encontramos un pequeño pájaro que se había caído del nido, estaba medio muerto. Una niña dijo: "Veréis cómo da tres suspiros y muere", los dio y murió. Desde aquel día, mientras mi madre dormía la siesta yo me quedaba en la puerta de su cuarto mirándola, contaba sus inspiraciones, cuando daba la cuarta me iba tranquilo».

Una muy gratificante exposición, sin duda.