Massimo Gezzi sorprende por su juventud -Saint'Elpido a Mare, 1976- antes y después de su lectura. Sin embargo, su obra le sitúa en uno de los lugares más destacados de las nuevas voces de la poesía italiana actual. Su obra ha sido traducida ya a varios idiomas, desarrollando él mismo una importante labor como traductor en diversas editoriales.

A través de una magnífica edición y traducción de Juan Carlos Abril, Quálea Editorial, nos ofrece ahora este libro de poemas que deja patente una madurez literaria poco acorde con la juventud de quien se esconde tras estos versos. Nos sorprende esa contención que surge de un modo natural al narrar este paso del tiempo que Gezzi describe, anota, atrapa y deja fluir a través de estos versos con una naturalidad extraordinaria. El lector siente una comodidad poco común en una reflexión profunda como la que nos plantea Gezzi. Observador nato, logra rescatar del olvido esos momentos únicos, esa fragilidad del tiempo que parece deslizarse por nuestras manos sin remedio alguno. Describe con sencillez, de un modo pausado, sin agresión, pues las imágenes que muestra se van sumando como si de una narración se tratase, siguiendo el hilo conductor que el propio tiempo imprime en cada página. El lector se siente acompañado, en cierto modo, puede descansar sobre estos versos que le acunan, mecen, con lentitud mientras ese carácter reflexivo que invade todo el libro va adentrándose en nosotros poco a poco, lentamente, el ritmo sigue un compás perfecto, a modo de vaivén sincronizado con el corazón de quien lee.

Gezzi establece un ritmo propio, activo: «Porque en la alusión/ de la nota que escande/ el tiempo cotidiano hay un enorme/ ruido de latidos, una fila/ de personas que a ese sonido/ han apagado los hornillos, cerrado con llave/ un candado, pisoteado los nueve dígitos/ que componen un número teléfonico/ esto repiten/ los golpes de campanas: que el tiempo/ son ojos y manos que se aprietan,/ voces de lejos que dicen/ un saludo, el dúplice flujo/ de la sangre en el cuerpo...» Demuestra no sólo un sentido innato del ritmo y sino también de oficio, trabajo, corrección y estudio hasta llegar a la forma y estructura exacta. Está el poema pero también el esfuerzo tras él, la persecución de lo exacto, la pureza. Una poesía física: «Entre las escorias, en los desechos que se amasan/ en los contenedores, la historia./ Una luz rencorosa/ corta en confetis el pavimento/ y lo cincela, repite geometrías previsibles,/ como desde hace años las hormigas consumen/ las cortezas, y el intestino tritura su bolo/ y lo expele». Poemas excepcionales como «El Cuervo» donde Gezzi realiza un evidente homenaje de considerables hallazgos. Massimo Gezzi se consolida como una nueva voz digna de ser descubierta.