He aquí un libro extraño y familiar al mismo tiempo. Inquietante y esperanzador. Sombrío pero luminoso. Una rareza en toda regla: El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, de Ransom Riggs. Es novela pero tiene fotos reales. Es ficción pero se alimenta de imágenes verdaderas con las que ayudar al lector a conectarse mejor con una legión de personajes que no tienen nada de convencional. La génesis del libro ya es, por sí misma, sorprendente: el autor se hizo por casualidad con unas fotografías de seres excéntricos sobre los que nadie supo darle explicaciones convincentes. Una fuente de misterio en la que Riggs bebió para tejer una historia que no se conforma con un solo género y navega con soltura por aguas por diversas, desde la intriga pura y dura hasta el suspense más clásico pasando por la fantasía desbocada. El resultado es una obra que no admite etiquetas ni clasificaciones por edad y que provoca saludables escalofríos a jóvenes y adultos con su fauna de monstruos y niños.

Juega la novela en los patios de los acertijos para modular su voz narrativa al compás del mundo infantil que retrata, y eso no es precisamente un juego de niños. Riggs sabe emplear con agudeza, sentido del ritmo e imaginación desarmante el vocabulario de lo extraordinario, de la fascinación, de lo emocionante. La fantasía al poder, el poder de la fantasía. Lugares encantados, niños peculiares (como debe ser en toda novela fantástica que se precie), imágenes impactantes: niñas que levitan, cabezas con dos bocas, niños invisibles... Y, en el origen, una infancia que conoció a fondo el sabor amargo del horror en estado puro: «La infancia del abuelo no había sido en absoluto un cuento de hadas, sino más bien un cuento de terror. Mi abuelo fue el único de su familia que logró escapar de Polonia antes de que estallara la segunda guerra mundial. Tenía doce años cuando sus padres lo dejaron a cargo de desconocidos, subieron a su hijo mejor a un tren con dirección a Gran Bretaña con tan sólo una maleta y las ropas que llevaba puestas. El billete era sólo de ida. Jamás volvió a ver a sus padres ni a sus hermanos ni a sus primos ni a sus tíos. Todos y cada uno de ellos habrían muerto antes de que él cumpliera los dieciséis años, asesinados por los monstruos de los que él había escapado por tan poco». Monstruos reales, no imaginados, monstruos de carne y hueso.

Con todo y con eso, El hogar de Miss Peregrine tiene la virtud encomiable de convertir por elevación su relato (siempre imprevisible, siempre con un giro inesperado a la vuelta de la esquina) en una historia iniciática de personas que, en los umbrales de su existencia, aprenden muchas cosas de la vida, cosas importantes que les ayudarán a enfrentarse a las aventuras diarias con más recursos y más fuerza, cosas como la necesidad de aplicarse grandes dosis de tolerancia y comprensión a la hora de convivir y tomar decisiones. En fin: uno de esos libros que saben ser distintos sin resultar distantes.